INTRODUCCIÓN
Con este artículo, y a modo de introducción, damos inicio a una nueva sección en esta revista donde lo novedoso será el enfoque de la misma. A la hora de explicar, hablar o escribir sobre el alma, aquellos que son conscientes de su realidad, hablan según el enfoque científico, filosófico o religioso que pretendan darle. Casi siempre se aborda inicialmente el tema de su existencia o no; aunque después de las investigaciones del padre de la psicología analítica Carl Jung, nadie duda ya de la existencia del alma como un aspecto más de la condición humana.
En este sentido las discrepancias llegan en relación a que los materialistas niegan su existencia como algo separado del cuerpo biológico -creyendo que la psique tiene su origen en la evolución biológica del cerebro- mientras que los espiritualistas la consideran la parte inmaterial del ser humano, que tiene naturaleza propia, independiente del cuerpo y que supone la profunda realidad de lo que somos realmente.
Unos lo llaman psique, otros espíritu, conciencia, alma, mente, pero los espiritualistas, sean de la religión que sean, o no tengan ninguna, consideran y admiten la dualidad alma y el cuerpo como entidades diferenciadas. Otra cosa distinta es la preexistencia del alma, su origen, su futuro después de la vida, si sobrevive o no a la muerte, y si es responsable de sus actos y como tal tiene libre albedrío y ha de responder por los mismos una vez abandone el cuerpo físico.
Las civilizaciones antiguas la definían como “ánima”, y esta expresión latina es fiel reflejo de lo que supone en el hombre, ya que es el principio vital que anima la vida. Sin ella el cuerpo físico deja de tener vida y aquello que lo vitalizaba desaparece y el cuerpo comienza su desintegración celular hasta convertirse en polvo.
«El hombre es el resultado de la unión entre el alma, inmortal, y el cuerpo, material y corruptible. Dos realidades unidas en un solo ser, de tal modo que lo más propiamente humano que hay en el hombre es su alma, a la que le corresponde la función de gobernar y dirigir la vida humana» Platón – Filósofo S. IV a. C.
Hemos querido abordar una nueva sección sobre el alma; pero no pretendemos abordarla bajo ningún enfoque de los que hemos explicado arriba; no es nuestra intención demostrar su existencia -pues ya sabemos de ello-, tampoco pretendemos elucidar sobre su evolución desde el apartado filosófico -los estadios por los que transcurre, el origen divino de su esencia, el futuro que le aguarda, etc.
Es decir, siempre se habla de dónde viene el alma, qué hace aquí y hacia dónde va. Nada de esto es el objeto de esta sección que hoy comenzamos; y aunque en algunos momentos podamos rozar de pasada aspectos colaterales referentes a estas circunstancias, no es nuestro propósito detenernos en ellos.
El verdadero sentido de esta sección es el enfoque que pretendemos otorgarle. Queremos analizar la trayectoria “íntima” del alma; es decir, procurar abordar el cómo se siente, cómo vive y como se desenvuelve interiormente conforme va pasando por los distintos estadios evolutivos que va recorriendo.
Así pues, presentaremos una visión intimista del ser profundo que todos somos, de nuestra esencia personal e inmortal, desde cada instante de nuestra posición en el tiempo y en el recorrido de crecimiento interior que experimentamos invariablemente.
Iniciaremos el recorrido desde el momento en que Dios nos crea a su imagen y semejanza y nos permite progresar mediante conciencia propia e individualidad en la etapa humana. Las etapas pre-humanas anteriores (vegetal, animal) que una parte del psiquismo o alma también recorre, no son objeto de nuestro interés en esta sección; pues aunque es sabido que el principio vital-espiritual se encuentra en la primera célula de vida, en esos momentos no existe una conciencia ni una individualidad capaz de evolucionar por sí misma experimentando bajo su libre albedrío la conciencia de su existencia.
Algo que sólo acontece cuando el alma, ya pulida en los reinos inferiores en cuanto a su psiquismo principal se encuentra preparada para albergar la “chispa divina”, creada por Dios, que comienza a progresar con conciencia y conocimiento de su propio ser.
Es a partir del momento en que el psiquismo animal -plenamente desarrollado-, alberga por primera vez la chispa divina que le concede la conciencia de sí mismo, cuando aparecen su individualidad, libre albedrío y responsabilidad siendo el instante en el que ya podemos hablar de un “alma humana” que comienza su camino hacia la plenitud y la perfección a la que está destinada.
Por ello es importante explicar cuáles son los estados interiores de esta alma humana en su trayectoria evolutiva. Estados que son paralelos a las etapas de desarrollo y evolución que el espíritu recorre. Y puesto que todos, absolutamente, hemos pasado por muchos de ellos, es preciso recordarlos o ponerlos de manifiesto para aquellos que los ignoran.
De este planteamiento tan sencillo que afecta a todo ser humano se desprende que todos somos creados iguales, sencillos, libres e ignorantes, y que a partir de ese punto de inflexión que supone individualizar nuestra conciencia, nos vemos abocados, por nosotros mismos y bajo un libre albedrío que se nos concede, a la consecución de logros y objetivos únicamente por nuestros propios méritos o esfuerzos.
Las injusticias no existen, las desigualdades aparentes tienen todas su causa y nos encontramos en un camino de progreso cuyo final es la felicidad y la perfección a la que podemos llegar antes o después según comprendamos el destino que nos aguarda. El sufrimiento pierde su sentido trágico y forma parte del inevitable transcurso de la vida para despertarnos del error y de la ignorancia; única forma en que somos capaces de reaccionar equilibrando nuestras acciones con las leyes que rigen en todo el universo el progreso del espíritu.
Estas leyes, pensadas por el Creador para nuestro beneficio y crecimiento espiritual como seres inmortales que somos, nos colocan a cada cual en el lugar y el momento adecuado, debiendo afrontar las responsabilidades que nosotros mismos hemos sembrado con nuestros propios actos, pensamientos o sentimientos, por acción u omisión.
Y todo ello con el único fin de atender la grandiosa planificación que ha de llevarnos a todos a convertirnos en seres de amor y luz; plenamente identificados con la Conciencia Cósmica, la Fuente Creadora de la que procede nuestra alma y que con este único fin nos ha creado y puesto en el camino de nuestra propia felicidad.
Introducción a Trayectoria íntima del Alma por: Antonio Lledó Flor
©2018, Amor, paz y caridad
“Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana”
Carl Gustav Jung – Psicoanalista