LUCHA TITÁNICA

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Esfuerzo titánico

«No hay mayor grandeza que vencerse a sí mismo»

Sócrates – Filósofo S. IV a. C.

Después de comprender que el camino de la trayectoria del alma nunca es en solitario, el ser se da cuenta no sólo de la necesidad de los demás para evaluarse a sí mismo, para probarse, para crecer y conseguir las metas y logros que nuestro espíritu inmortal anhela; al propio tiempo se hace consciente de que, aunque caminamos junto a otros, el esfuerzo, el mérito y el trabajo es únicamente personal.

Y aquí es cuando el alma empieza a vislumbrar su auténtica realidad: se encuentra frente a sí misma, y en este caso en solitario, pues todo lo que él no se decida a conseguir por su propio trabajo y esfuerzo nunca será patrimonio consolidado de su ser. Muchas veces los logros, los objetivos, las pruebas a superar y los retos que debemos conseguir para alcanzar mayor paz, elevación y nivel de conciencia vienen dados por las pruebas personales que nos vinculan a otros espíritus.

Estos son los casos en los que nuestro compromiso se haya vinculado temporalmente al de otras almas en el camino del progreso, pues de tales relaciones saldrá el beneficio para ambas que las leyes programan y nosotros aceptamos antes de encarnar. Y en estas circunstancias no sólo se tratan aspectos positivos, sino también pruebas y expiaciones. Tanto es así que, en este recorrido inmortal, encontramos etapas, vidas y circunstancias dolorosas que deberemos afrontar ineludiblemente como peaje necesario para nuestro crecimiento moral y elevación espiritual.

Así acontecen vidas de dolor y sufrimiento, unas veces para rescatar errores propios, otras para ayudar a otros a rescatarlos sacrificándonos por amor hacia otras almas que son merecedoras de nuestro afecto; y en tercer lugar se presentan vidas en las que el dolor nos visita porque voluntariamente así lo hemos solicitado para dar ejemplo a aquellos que nos rodean, o para probarnos y crecer espiritualmente en abnegación, sacrificio personal y fortaleza interior.

Como vemos, el alma tiene una casuística enorme, de gran variedad, y todo ello suele depender del lugar, de la posición evolutiva en la que nuestro espíritu se encuentra; o dicho de otra forma, del grado de avance y evolución moral que hayamos conseguido. 

El hombre es un ser moral, y su grado de conciencia respecto a la realidad y al mundo que le rodea depende de esta circunstancia: el nivel de conciencia que posee respecto a las auténticas leyes que rigen la vida del espíritu inmortal. Este tema -los niveles de conciencia- lo trataremos con detalle en próximos artículos; mientras tanto, baste saber que todas las almas recorren un camino paralelo que depende de su libre albedrío y voluntad para llegar antes o después al objetivo propuesto.

En estos estadios intermedios, o más concretamente, iniciales del despertar del alma a la vida del espíritu, cuando ya comienza a comprender que es algo más que materia, que es un ser inmortal que trasciende el fenómeno de la muerte, el alma se encuentra frente a ella misma con el dilema de cómo conseguir ese nivel que le haga abandonar el sufrimiento, encaminándole por sendas de progreso, paz, bienestar y equilibrio interior.

Estas etapas son difíciles, pues a veces son varias vidas las que nuestra alma necesita para comprender la necesidad de cambiar hacia el bien; y en esta comprensión se ve obligada a renunciar a sus herencias ancestrales más primitivas, renunciar a instintos, vicios o pasiones perturbadoras que retrasan su avance, pues la esclavizan a la materia. En este punto alcanza a comprender que si su espíritu es inmortal y es lo que prevalece eternamente, la materia es transitoria, y todo lo que le ate a ella de forma obsesiva le perjudica y le retrasa en su camino de ascensión.

Comienza entonces a darse cuenta de que, además del conocimiento de las leyes que rigen la vida del espíritu, estas de nada sirven si no se llevan a la práctica, consolidando una filosofía de vida desde que se levanta hasta que se acuesta cada día, en base a un código moral que le garantice el cambio y la transformación a la que aspira.

«Toda persona tiene la capacidad para cambiarse a sí misma»

Albert Ellis – Psicólogo Cognitivo

A distintas partes del planeta llegan los emisarios de lo Alto para dejar la huella de ese código moral sublime que acompaña el recorrido del alma hacia Dios. En el occidente tuvimos el código moral del Maestro Jesús, que, como ya adelantamos en artículos anteriores, supuso el punto de inflexión necesario en el que fijarse para producir la transformación que nuestra alma inmortal necesita, a fin de  liberarse de la ignorancia, el error y el sufrimiento.

En esos momentos de aceptación del compromiso de cambio hacia el bien, de renuncia a los vicios y pasiones perturbadoras, de abandono del orgullo y el egoísmo, la lucha del alma consigo misma es titánica. Tanto es así que requiere de tiempo, varias vidas y experiencias múltiples adquirir este punto de inflexión que supone para nuestro espíritu inmortal iniciar el camino recto de su propia felicidad. 

Es tanto el apego a nuestras tendencias milenarias negativas, a nuestros hábitos perturbadores, que se precisan dosis de valentía, claridad de principios, perseverancia y fe en Dios y su justicia para seguir sin desmayar hacia la renuncia a nuestro ego, adquiriendo la paz y la serenidad que nuestra alma nos imprime en todo nuestro ser. Es entonces cuando la conciencia se vuelve recta, los pensamientos nobles y la conducta se adapta al código moral sublime del amor al prójimo.

Se trata de una guerra poderosa contra aquella parte de nosotros que en otra época subvertimos al dejarnos llevar por el egoísmo, el orgullo o la ignorancia de creernos impunes de nuestros actos delictuosos del pasado. El sentido y gran reto de esta lucha es «vencerse a uno mismo».

Es tan importante esta etapa de la trayectoria del alma que, si la superamos con éxito, nunca más andaremos ciegos por la Tierra y en el espacio. Pues desde el momento que nuestra voluntad decida recorrer este camino de transformación moral y cambio hacia el bien, recibimos la ayuda no sólo de aquellos que nos aman desde el otro lado y que ya superaron esta etapa, sino también de aquellas otras fuerzas que nuestra fe moviliza a nuestro alrededor, y que se ven transformadas en actos de bien, de equilibrio, de ayuda al prójimo. 

Es cuando damos que más recibimos; es cuando nos olvidamos de nosotros mismos para pensar y actuar en el bien de los demás en aquello que necesitan de nosotros, cuando activamos en nuestra alma el resorte del auténtico amor al prójimo; el amor fraterno al que todos debemos llegar con la aspiración de incorporarlo a nuestra vida como hábito de conducta y renuncia total al egoísmo.

Cuando el alma comprende la necesidad de dar este paso, se enfrenta al esfuerzo extraordinario de llevarlo a su vida, y en esto consiste la lucha y el mérito del sacrificio personal que el amor fraterno nos exige, siguiendo así, pálidamente, el ejemplo que el alma angélica del Maestro Galileo dejó en su venida a la Tierra. Nada que tiene mérito se consigue sin esfuerzo.

Lucha titánica por: Antonio Lledó Flor

©2019, Amor, Paz y Caridad

«El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso»

Lao-Tse – Filósofo Chino (570 – 490 a.C.)
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3 COMENTARIOS

  1. Después de mis saludos, agradezco por aceptar mi participación y así poder crecer como persona para ser ejemplo en la comunidad.
    le hago saber que me ofrecí para la semana santa, hacer rezar en mi comunidad, esto implica pedir un apoyo o la literatura que se debe dar a conocer en semana santa a la comunidad, le agradezco de antemano si fuera posible este apoyo.
    no tengo material con la certeza que ustedes me apoyen, y yo lo difundiré, con todo el amor que corresponde. para la semana santa.
    lo recibiré en este correo para imprimirlo y llevar a mi comunidad, su nombre es sangallaya Prov. huarochirí-lima- perú.
    una vez más mi agradecimiento de todo corazón.
    atentamente
    felix matias

  2. Estimado amigo Félix. La Semana Santa es una tradición religiosa y cultural muy respetable. No obstante está caracterizada por la ideología católica, también muy respetable. Sin embargo los conocimientos espirituales son más amplios y profundos, no se limitan a ninguna religión. Es preciso distinguir religión de espiritualidad.
    La religión impone, la espiritualidad invita. La religión tiene ritos, dogmas y sacerdotes, la espiritualidad es su propia personalidad y conciencia ante Dios y sus leyes, sin intermediarios. Por ello le recomiendo seguir profundizando en estos temas y abrir su mente a otras literaturas espiitualistas. Le recomiendo comenzar por el Libro de los Espíritus de Allán Kardec, ahí encontrará una fuente inagotable de filosofía espiritual y de leyes que rigen el proceso evolutivo del Alma.