RESPETO Y TOLERANCIA:
Método a seguir
Continuando con el recorrido de experiencias grupales a fin de señalar algunas directrices de evolución y desarrollo de los grupos e instituciones, hoy llegamos a una importantísima cuestión, sin la cual, la relaciones y el futuro de los grupos se limita ostensiblemente.
Nos referimos a unas cualidades que, deben estar presentes en el ADN de todos los miembros de cualquier grupo de nobles intenciones que se precie. Comenzando por el respeto mutuo; externo e interno, como a continuación analizaremos y terminando en la tolerancia; actitud que nos embarga cuando llegamos a la conclusión de nuestras personales limitaciones.
Cuando hablamos de respeto externo nos referimos a la actitud a mantener respecto a otros grupos, instituciones, ideologías, etc. Por muy contrarios que sean los postulados que defiendan. La actitud más sabia y prudente es la del respeto hacia todos aquellos que luchan, a su manera, por procurar el bienestar del ser humano en sus aspectos sociales, religiosos o espirituales.
Cuando esta actitud está comprendida y aceptada por todos los miembros del grupo es una evidencia extraordinaria de dos cosas; por un lado la ausencia de fanatismo y fundamentalismo, reconociendo en los otros cualidades, trabajos y capacidades que, aunque por diferentes medios, pretenden llevar al ser humano a la senda del bien y de la fraternidad.
Y por otro, la capacidad de respetar al semejante sin exclusión alguna, provenga de donde provenga; valorando antes que otra cosa las intenciones y las actitudes positivas de todos. Esto supone la humildad de aceptar que los conceptos de verdad llegan de lo alto para todos los seres humanos; unos antes, otros después, van trabajando en su progreso espiritual, en su desarrollo personal a su modo, en sus formas, con sus propios principios intrincados en sus valores culturales, sociales y religiosos que los complementan.
Así pues, el pensamiento único no existe para aquellos que son capaces de valorar a los demás, para aquellos que, aun manteniendo sus propios principios y defendiéndolos por encima de todo, son capaces de llegar al corazón de los semejantes llevando como bandera el respeto hacia el diferente, la sensibilidad de reconocer lo bueno en el otro, y haciendo gala de la humildad necesaria para reconocer que la verdad no es exclusiva de nadie y sí de todos; de todos aquellos capaces de recibir con la mente abierta y el corazón fraterno las bondades que desde los planos superiores se vierten para la mejora de la humanidad de este planeta.
El segundo aspecto es el del respeto hacia nuestros compañeros de trabajo; en el grupo o la institución a la que pertenezcamos. Sería ingenuo pensar que podemos llegar a un estado donde no existan roces, ni conflictos, ni divergencias en las opiniones sobre cómo hacer las cosas. Evidentemente el hecho de pertenecer a un grupo espiritual no nos hace perfectos; antes al contrario, si el grupo está bien dirigido espiritualmente, se ponen en evidencia las necesidades de progreso de cada uno de sus miembros, ayudándoles a reconocer a cada uno aquellas debilidades, orgullo, amor propio, etc., que todos tenemos todavía y en los que hemos de trabajar con intensidad para corregirlos.
Así pues, partiendo de la base de nuestra propia inferioridad, podemos adoptar la actitud noble de respetar las decisiones de nuestros compañeros, pues todos podemos estar equivocados. ¿Cómo resolver pues las divergencias que aparecen sobre la marcha en el funcionamiento de los grupos?
Desde la base del respeto a las opiniones ajenas, desde la humildad y la tolerancia debemos ser capaces de aunar esfuerzos y encontrar puntos de encuentro; solucionando los conflictos o diferencias con espíritu constructivo, y siempre bajo la medida de la fraternidad, la nobleza de intenciones y de lo mejor para el beneficio del conjunto.
Podríamos caer en un error si únicamente apelamos a criterios de mayoría democrática o, la postura opuesta, la opinión única de un líder o dirigente. En decisiones de importancia la medida a tomar es la más acorde a la sabiduría espiritual, lejos de postulados o criterios personalistas o de mayorías.
Hemos de entender que en los grupos espirituales existen dos partes bien diferenciadas, la material y la espiritual. La primera a veces carece de las perspectivas adecuadas por no poder vislumbrar más allá; cosa que si puede hacer la parte espiritual que tiene una proyección y análisis de las cosas más realista y efectivo al estar al margen de la materia.
Y si, a pesar de todo ello, no se encuentra la respuesta siempre queda el recurso de consultar al plano espiritual por aquellas decisiones a adoptar para que nos aconsejen al respecto.
Cómo podemos comprobar, desde el respeto, la tolerancia y el consenso se pueden solucionar cualquier problema que afecte al conjunto y que pretenda limitar la evolución o el progreso de un grupo fraterno y unido. No mencionamos aquí, porque sería prolijo detallar la multitud de aspectos que comporta, los inconvenientes que también se presentan cuando las fuerzas de las sombras se sitúan al acecho de aquellos grupos que realizan bien su trabajo. Esto daría para una explicación más detallada que podremos abordar posiblemente en otros artículos.
Sea como fuere, un grupo unido, con respeto y tolerancia, basado en los principios de la fraternidad universal está en el camino correcto de progreso y con la capacidad de desarrollar proyectos que ayuden al prójimo, siendo sus principales beneficiarios los miembros que lo componen al elevar su sintonía vibratoria mientras trabajan en el servicio desinteresado y en su propia regeneración espiritual.
El respeto y la tolerancia tienen su máxima expresión en la siguiente frase del filósofo y erudito francés del siglo XVII, Voltaire (1697):
“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”
A.LL.F
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