EL COMPROMISO: GRUPAL Y PERSONAL

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[infobox]“El progreso consiste en el cambio. La felicidad nunca vendrá si es un objetivo en sí mismo, la felicidad es un subproducto de un compromiso con causas nobles.”

Dr. Norman Peale (1898-1993) Creador del “Pensamiento Positivo”

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La palabra compromiso genera en la persona acomodaticia rechazo o repulsa; porque suele interpretar que detrás ella se encuentra la exigencia de un esfuerzo o la asunción de responsabilidades que no siempre se está dispuesto a aceptar por lo que implica de renuncia personal. Es preciso reflexionar sobre la misma analizándola desde diversos ángulos, a fin de entresacar algunas cuestiones que suelen pasar desapercibidas.

En primer lugar su dimensión propia; el compromiso puede ser personal únicamente, grupal, social, etc. En segundo lugar, su trascendencia; cuando hablamos de obligaciones específicamente espirituales; ¿De dónde vienen? ¿Cómo nos afectan? ¿Son inmutables? Y en tercer lugar, para las características de la persona, una promesa de cualquier índole, ¿es perjudicial o beneficiosa? Todo esfuerzo o intento por cumplir con un deber ¿Es necesariamente molesto o contribuye al crecimiento personal del individuo?

Analicemos todo esto a la luz de los conocimientos espirituales que tenemos y a continuación reflexionemos sobre el traslado de las conclusiones a los grupos e instituciones de las que formamos parte para intentar mejorarlas y actualizarlas en lo que sea posible.

Sólo desde el esfuerzo y la obligación se adquieren las competencias necesarias para crecer en la vida, para realizarse, para alcanzar nuevos retos y proyectos personales o grupales. Así pues, todo compromiso, cuando es personal renueva al individuo y le hace progresar, al exigirle una permanente actitud de renovación, de aprendizaje, de adaptación a los cambios que la vida nos presenta en diversos órdenes: familiares, laborales, sociales, particulares y propios.

Si esta capacidad de aprendizaje y esfuerzo se produce a nivel de un grupo o una institución, nos encontramos ante una agrupación que sabe cómo renovarse, cómo reciclarse, cómo adaptarse a las vicisitudes de la sociedad, y como consecuencia de esto sabe proyectarse y puede llevar adelante cualquier reto o aspiración que se proponga.

Siempre oímos hablar de cambio, de adaptación social, de reciclaje (renovación), en una sociedad que avanza a ritmos vertiginosos y que suele dejar atrás concepciones inmovilistas y dogmáticas. Por ello es tan importante comprender en primer lugar la dimensión de nuestra obligación; y si esta se enmarca dentro de actividades o proyectos de regeneración moral o espiritual, propias o ajenas, debemos aceptar la trascendencia del mismo, en primer lugar para nosotros, y a continuación para todos aquellos que son receptores en la sociedad de nuestro mensaje, de nuestros proyectos, de aquello que deseamos transmitir, enseñar, divulgar o ejemplificar.

A esto podemos unir que, todo compromiso espiritual lleva implícito una característica adicional; y esta no es otra que el hecho de que en su propia naturaleza, esta promesa ha sido aceptada, con toda seguridad, por nosotros libremente antes de venir a la tierra; es decir, como un reto a alcanzar en esta vida, y que nos servirá enormemente de progreso y crecimiento personal. De aquí su procedencia.

Así pues, a la conciencia material del trabajo que nos proponemos efectuar, se une un pacto, una resolución personal, un deber estipulado por nuestro yo interior con la vida, con lo más profundo de nuestro ser. Y esta circunstancia debe estimularnos para superar cualquier obstáculo que nos impida ejecutarlo, ya que el conocimiento espiritual nos ilumina acerca de que, cualquier proyecto en la materia no se adopta previamente sin contar con los recursos espirituales y personales que nos permita alcanzarlo.

Y para ello se cuenta con la planificación que antes de encarnar se efectúa por nuestra parte, ayudados por otros espíritus de naturaleza superior que nos orientan y nos acompañan en tan importante proceso, a fin de que seamos capaces de rubricar con éxito la travesía en la materia. A ello añadimos; en los compromisos grupales, que existen espíritus afines, similares, que se unen por simpatía y afinidad y que proyectan tareas conjuntas en el espacio y en la materia: Y a tal llega esta circunstancia que, a veces, un grupo de los mismos se deciden a trasladar a la vida humana el trabajo conjunto que realizan en el espacio.

Para ello reencarnan, y a pesar de no ser familia, materialmente hablando, sí constituyen una familia espiritual unida por lazos afectivos y de fraternidad mucho mayores, en algunos casos, que otros que nos vinculan a seres familiares encarnados. Cuando estas circunstancias se producen, el encuentro en la materia y el reconocimiento mutuo es inmediato; pues se unen por las características propias de su alma; sus similitudes, sus afectos, sus formas de entender el mundo y la vida.

A este grupo de espíritus encarnados, si forman una institución colectiva, muy pocos retos se les oponen, ya que están acostumbrados a la obligación espiritual; al trabajo, al esfuerzo, a dar lo mejor de sí mismos en beneficio del conjunto. En esa unión de fraternidad y almas afines se encuentra la clave del éxito. Y es una fortaleza extraordinaria la que se proyecta a través de sus mentes y sus corazones cuando la tarea se realiza con el auténtico sentido del deber a realizar, de forma generosa, altruista, por amor al prójimo.

En esos momentos no sólo interviene la afinidad y la fuerza de esos espíritus; sino que la sintonía de los mismos y la naturaleza de su compromiso espiritual atrae como un torrente poderoso las fuerzas de la espiritualidad superior, que con su apoyo y su ayuda potencian la trascendencia y el éxito del proyecto y promesas a realizar.

Cuando las obligaciones son conjuntas, el libre albedrío de los espíritus marca la pauta de su desarrollo, pero también el límite. Pues a veces acontecen situaciones que ponen en riesgo el reto general por atender otras cuestiones que se consideran prioritarias en un momento concreto. Si esta circunstancia se prolonga en el tiempo, poniendo en riesgo el compromiso de todos, es preciso abandonar de inmediato la situación y, aunque sea doloroso moralmente, retomar con fuerza y renovar el proyecto inicial adquirido, a fin de no perder el objetivo principal de la existencia, que no es otro que ejecutar la promesa realizada de antemano.

Así pues los compromisos varían en función del progreso y evolución de los espíritus que los asumen; no son eternos, en cuanto a que la única obligación eterna la tenemos adquirida con nuestro creador; y no es otra que llegar a la plenitud, felicidad y perfección para la que hemos sido creados.

No obstante para eso queda un largo camino que recorrer y la única forma de hacerlo es enfrentar retos que nos permitan crecer existencia tras existencia; retos, objetivos y promesas, grupales y personales que vida tras vida, ciclo tras ciclo, nos ayudan en ese camino de ascensión hacia nuestra auto-iluminación.

En este camino de crecimiento espiritual la línea recta es el amor; y a veces éste, reconvertido en causas nobles para ayudar al prójimo, nos exige testimonios duros, sacrificios innegables de renuncia a nuestro egoísmo para abrazar el servicio desinteresado, el cumplimiento del deber. Hay que pagar un precio importante por alcanzar la meta y por ello nunca debemos renunciar al compromiso adquirido.

Por difíciles y complicadas que sean las circunstancias que nos rodean debemos saber que siempre habrá una salida para enfrentar cualquier reto; pues la providencia divina nos atiende en la misma medida en que empeñamos nuestro esfuerzo y nuestros méritos en conseguir esta meta del progreso y la plenitud espiritual.

Antonio Lledo Flor

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[infobox]El amor es un acto de valentía, nunca de temor; el amor es compromiso con los hombres.

Paulo Freire  (Pedagogo, Filósofo y Educador) 1921-1997[/infobox]

 

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