Es indudable que nos enfrentamos a uno de los retos mayores de todos los tiempos, la humanidad a estas alturas del siglo XXI no sabe hacia dónde se dirige. La multitud de opiniones en todos los órdenes es tan dispar que es difícil saber quién acierta en sus pronósticos. Los tiempos son convulsos, todo está cambiando a pasos agigantados, los gobiernos hacen predicciones que luego no se pueden cumplir o resultan todo lo contrario. La población crece y crece sin cesar, y con ella la sombra de la preocupación y el desasosiego por los tiempos en que nos ha tocado vivir aumenta día a día.
Los padres se preocupan por el futuro de sus hijos, al que no terminan de ver con claridad, la juventud no está conforme con lo que observa a su alrededor, los ancianos nos dicen que ya nada es igual. Creíamos que habíamos alcanzado un estado de bienestar y ahora parece que volvemos a retroceder, que todo se nos viene abajo.
Es complejo y penoso, pero sin duda es algo en lo que nos debemos parar a pensar y reflexionar con suma gravedad: ¿hacia dónde vamos? ¿En qué carrera estamos metidos? ¿Hay un camino a seguir? ¿Se atisba algún puerto de esperanza y porvenir a lo lejos? ¿Hay unas reglas que nos pueden servir a todos o cada cual ha de seguir el rumbo que le parezca?
La realidad parece ser esa, que no sabemos hacia donde nos dirigimos, hemos perdido la fe en los sistemas, en las personas, en los líderes, hasta en las religiones. Gran parte de los valores y los principios que eran “sagrados” se están perdiendo, hemos pasado de la fe a ciegas a la descreencia casi total y absoluta.
El ser humano necesita tener un norte al que aferrarse, una mirada puesta en un horizonte que pueda y deba alcanzar, si no es así estará perdido y sus acciones y sus metas estarán muy alejadas de la realidad espiritual que lleva dentro y por supuesto de los objetivos que como espíritu a traído a la tierra. Esto es lo peor de todo, hemos perdido el sentido espiritual de nuestra vida y con él se han ido también muchos buenos principios y propósitos que son los que pueden hacer que nuestra vida transcurra por un cauce positivo, dentro de una ética y de una moral adecuada.
Casi todo en nuestra sociedad gira en torno a fines y propósitos meramente materialistas, basta unos sencillos ejemplos. Todos queremos que nuestros hijos estudien, la mayoría lo hace porque es el medio de conseguir un mejor puesto de trabajo para el día de mañana, si lo consiguen ello lleva consigo una serie de facilidades y comodidades a nivel material, pero en muchos la vocación no está presente. La vocación debería ser la primera asignatura que deberíamos aprobar, sin embargo ésta no cuenta para nada. Sólo se tiene en cuenta la inteligencia que se pueda demostrar sobre un papel. Vemos como una vez más los valores humanos quedan relegados a nada.
En cuanto al trabajo, por citar otro de los aspectos más importantes de nuestra vida, la mayoría acudimos a nuestro puesto de trabajo por rutina, porque no nos queda otra, pues es el medio de ganarnos el sustento, pero muchos de los trabajos son monótonos, rutinarios; ni siquiera nos permiten tener vocación y estima. Están pensados para producir mucho y a los que hemos de dedicar muchas horas, esta filosofía del trabajo, que es muy materialista, de producir más y más, destruye gran parte de la humanidad que anida en nuestro interior, no dejándonos espacio ni tiempo suficiente para cuidar de nuestros hijos, de educarlos, de quererlos de transmitirles los valores de paz y de amor.
Nuestros hijos que son lo mejor que tenemos se quedan sin el amparo y el cariño de sus padres porque tienen que dedicarle la mayor parte de su tiempo a trabajar. Lo más valioso que tenemos lo dejamos apartado. La labor de padres, la vida familiar, no es compatible con la vida profesional, el sistema no ha tenido esto en cuenta.
Este es uno de los mayores despropósitos que se pueden formular, millones de personas no pueden trabajar y a otros millones su trabajo no les permite cuidar de sus hijos. Esta no es sin duda la mejor manera de construir las bases de una sociedad justa, equilibrada y un futuro venturoso y prometedor para las nuevas generaciones, sencillamente porque no se están poniendo los cimientos necesarios para el buen funcionamiento de la misma.
Podríamos citar muchos y muchos ejemplos más, todos ustedes sin duda podrán enumerar muchísimos ejemplos en los que falla este sistema, este modo de vida que llevamos, se puede decir sin orden ni control, al que le falta lamentablemente el ingrediente principal: LA ESPIRITUALIDAD.
Todo porque no sabemos todavía hacia dónde vamos. Aún no sabemos de dónde venimos ni qué hacemos aquí. Y lo peor de todo es que cuando sale una voz arrojando un poco de luz, procuramos ahogarla y no prestarle ningún crédito, con lo cual seguimos perdidos y al pairo de los acontecimientos.
En dónde queda el espíritu, el desarrollo de sus valores y potencialidades que son infinitas. No somos libres, somos esclavos de nuestros defectos e imperfecciones, pero principalmente somos esclavos por la ignorancia espiritual que poseemos. “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, reza el Evangelio, fuente de Sabiduría intemporal.
Volvamos a la senda del Evangelio, no hay mejor líder, persona, mejor ejemplo y veracidad que la del Maestro Jesús. El sí sabe hacia dónde vamos, El sí sabe dirigir la nave Tierra, El marcó un rumbo seguro, del que al habernos alejado tanto del mismo está dejando la nave tan maltrecha y perdida.
Hemos de afrontar esta época de transición con valentía y sin tibiezas, esta es la hora de la verdad, que colocará a cada uno en su lugar según sus obras, no según sus conocimientos. Es la época del cambio, estamos cruzando una transición, ahora estamos en medio del bosque, no vemos más allá, pero el que resista, el que se sacrifique y oriente su timón hacia el Evangelio ese llegará a buen puerto. Vivimos en la época de demostrar cómo hemos aprovechado las existencias que hemos tenido en estos últimos 2.000 años, eso es lo que marca nuestro grado de evolución, es la última oportunidad que se nos está dando para continuar en esta nave.
¿SABEMOS YA EN QUÉ ÉPOCA ESTAMOS VIVIENDO?
L.R.K
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