Concluimos este mes la sección de Evolución o Creación que iniciamos hace ahora prácticamente un año. Esperamos haber sido útiles en la reflexión propuesta de inicio como objetivo principal de esta serie.
Nuestra intención, ya manifiesta durante varios artículos anteriores, era la de retomar en nuestra memoria y consciencia la realidad del origen espiritual del ser humano y su transcendencia en el proceso evolutivo de la humanidad. Hemos abordado aspectos directos, otros indirectos y colaterales que bajo el prisma de la evolución personal y de la toma de conciencia, pudieran ayudarnos a centrar nuestras expectativas en los momentos por los que pasa la humanidad.
Antes de ponerse a trabajar en cualquier proyecto es preciso saber de dónde viene, cómo se origina y hacia dónde se dirige; por ello, como nuestra materia prima es el ser humano, nuestras reflexiones iban encaminadas a trabajar en ese sentido transcendente de mejoría personal partiendo del recuerdo de lo que somos, qué hemos venido hacer aquí y hacia dónde nos dirigimos.
Las discusiones religiosas, teológicas o científicas interesan bien poco; lo que de verdad importa es la realidad interna de cada ser humano, su realización personal, su compromiso espiritual, su trabajo para alcanzar la plenitud y la paz interior. En esta búsqueda interior nos encontramos dirigidos no sólo por nuestras capacidades, competencias y acervos de vidas anteriores; somos lo que hemos sembrado y trabajado a través de miles de años de evolución. También nos encontramos mediatizados por el ambiente que nos rodea, las coyunturas particulares de nuestra existencia y sobre todo, por el momento clave que vive el planeta y que a todos afecta.
Sea como fuere, la cúspide de la creación y el universo es el hombre; en su aspecto integral, eterno, destinado a la felicidad y plenitud a través del progreso. Una vez claro este concepto y la forma en que venimos una y otra vez para ascender en ese camino evolutivo, el progreso espiritual se plantea como la ruta inmutable a seguir.
Como comprobamos en el párrafo anterior hablamos de creación y evolución, título de esta sección. Ambos conceptos no son antagónicos sino complementarios; aquí aparece pues la respuesta a las controversias estériles e inútiles sobre cuál es el origen del hombre. Quienes afirman el origen como inspiración divina tienen su parte de razón, y quienes exclusivamente sitúan la etiología del ser humano en su evolución morfológica y fisiológica también en cuanto al desarrollo de la raza humana.
Así pues es preciso aclarar que, ni la concepción teológica es cierta al 100% ni la científica tampoco; la auténtica realidad la podemos denominar como LA TERCERA VIA; esta no es otra que colocar el origen del hombre en su creación divina en cuanto a su fisiología espiritual; situando el aspecto físico y desarrollo morfológico del ser en la sucesión evolutiva y de sobrevivencia de la especie como afirma la antropología.
La Tercera Vía es la combinación de ambos conceptos y se resume en la EVOLUCION ESPIRITUAL del ser humano; la evolución contemplada como el desarrollo y perfeccionamiento no del aspecto físico de las razas humanas sino del principio espiritual, principio eterno, que es nuestro yo superior, la chispa divina, creada por Dios en su infinito Amor y que constituye la sublimación de su obra de perfección que es el Universo físico y espiritual.
Por nuestras limitadas capacidades intelectivas, volitivas y raciocinativas, no podemos abarcar comprensión alguna de la causa primera (Dios) de todas las cosas: La Energía Creadora, La Inteligencia Suprema, La Fuente de la Vida. Pero sí podemos admirar la magnitud de su obra, la sublimación del Amor a través de la infinitud del Cosmos y de la perfección de las leyes que lo rigen. A través de la aparición del hombre creado a semejanza de la divinidad en cuanto a sus atributos eternos, espirituales, aquellos que ,como los del propio creador, permanecen en el tiempo y en el espacio, por siempre; siendo perfectos e inmutables en Dios; y que en el caso del hombre han de potenciarse, elevarse, enriquecerse, hasta intentar sintonizar con la energía creadora que todo lo potencia y desarrolla: El Amor.
La fuente de todas las leyes espirituales, la conjunción omnipresente de las leyes físicas y espirituales se hayan en el Amor Divino, y dónde cada ser, cada átomo espiritual de este universo infinito, que son los espíritus que pueblan el universo, han de contribuir con su propio camino y progreso espiritual al engrandecimiento de su obra en las distintas vidas, planetas y humanidades.
El ejemplo vivo de la Obra de Dios; el Universo encarnado en la tierra a través de la fuerza del Amor, es la venida del maestro Jesús, enviado del Cristo, gobernador de este planeta; este es el reflejo del Amor Divino en su más pura expresión. Seguir su camino es seguir el camino de la ley de leyes; el de nuestra liberación definitiva del sufrimiento físico y el dolor moral, alcanzando la plenitud y felicidad para la que Dios nos ha creado y que constituye nuestro destino único y definitivo.
Vibremos en Amor y alcancemos a través del esfuerzo de nuestra reforma personal la consciencia de nuestra inmortalidad; a pesar de las dificultades, contra todos los impedimentos que salgan al paso, en la seguridad y la fe cierta de que somos seres eternos destinados a la felicidad completa y absoluta, ganada con propios merecimientos y bajo el amparo de la misericordia y perfección de la Justicia Divina.
A.LL.F.
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