Indudablemente estamos viviendo momentos de confusión, nuestra humanidad está siendo “tocada” por diferentes puntos, tal y como están sucediéndose los acontecimientos se nos está escapando la ilusión de muchas maneras, se nos está difuminando la esperanza, la fe en un mañana con porvenir, con paz, con claridad.
De un lado el azote de la crisis económica, de otro la falta de escrúpulos y de moral por parte de los que llevan las riendas de los gobiernos, por otro lado la asignatura siempre pendiente de paliar el hambre, las enfermedades y las miserias injustificables a estas alturas del siglo XXI de los llamados países en desarrollo del tercer mundo, de otro las grandes empresas que se venden al mejor postor y llevan su producción a dichos países convirtiendo a miles de personas en esclavos tan sólo para ganarse la subsistencia.
Estamos cansados de escuchar tantas y tantas promesas, y todo sigue igual, mejor dicho igual no, peor, es por ello que de seguir así la tristeza y la falta de esperanza van a minar los ánimos de millones y millones de personas porque no se ve un horizonte claro una idea justa a la que asirnos y en la cual depositar nuestros esfuerzos y esperanzas.
Afortunadamente nos queda sí una esperanza, esta no es otra sino que las cosas llegado un momento van a ser distintas, muy distintas. Todos aquellos que de alguna manera estamos en un camino de progreso espiritual tenemos la convicción de que el ser humano no está dejado de la mano de Dios, absolutamente no, hay un plan superior que nos guía y que ha trazado una línea que no se puede sobrepasar. Este plan es el Plan Divino de la Evolución que muchos ya conocemos y que otros tantos van a comenzar a entender y asimilar debido a las circunstancias y acontecimientos que estamos viviendo ya, desde un tiempo a esta parte y que aún nos va a tocar vivir, y que no es otro que el cambio de ciclo planetario, al cual estamos haciendo referencia continuamente en esta serie de artículos.
Las cosas en efecto van a ser muy distintas, el ser humano de nuestra era terminará comprendiendo que todos los sistemas han fallado, porque en todos ellos ha faltado la parte espiritual, esa parte intrínseca de nosotros y que no dejamos salir y expresarse. Acostumbrados a pensar que sólo existe una vida, que todo lo hemos de alcanzar rápidamente y que no hay otra justicia que la del ser humano, de la cual es muy fácil escapar, hemos orientado todos nuestros esfuerzos en adquirir bienes y riquezas materiales y en adaptar los sistemas de vida bajo un prisma absolutamente materialista, olvidándonos por completo del desarrollo y formación de nuestra auténtica naturaleza que es espiritual.
Por tanto hemos de trazar una nueva vía, basada en la evolución de nuestro ser espiritual a través del desarrollo de sus facultades morales y volitivas, que son las que hacen que nuestra andadura en la tierra sea la más correcta, y que no permite desviar el rumbo de la sociedad hacia su propia degeneración y destrucción tal y como hasta ahora está pasando.
Han sido muchas las veces que hemos cometido los mismos errores, pero como digo hay una línea que no se puede traspasar, hay un tiempo que se agota y que llegado está a su final, que marca el inicio de un nuevo tiempo, por eso ahora más que nunca hemos de reflexionar y sacar nuestra fuerzas internas puesto que estamos al final de un largo camino y es en estos momentos en los que hemos de dar el resto y demostrar todo lo que hemos adquirido hasta ahora.
Llegará un momento en que los acontecimientos irán más rápido, hasta ahora apenas se han puesto al descubierto algunas circunstancias, ¡llamadas crisis¡ que no son ni más ni menos que la consecuencia natural del atraso evolutivo que arrastramos de décadas o cientos de años. Lógicamente si hubiéramos adaptado nuestra forma de ser y de actuar a las pautas que nos marca el Evangelio de Jesús, o a las normas y reglas espirituales de otros tantos seres de elevada condición espiritual que sacrificaron su vida para darnos un ejemplo vivo de actuación en la tierra, apartado por completo del egoísmo embrutecedor y del resto de los defectos morales que minan y corrompen nuestra sociedad, otro gallo nos cantaría, como dice el refrán.
No hemos de armar ninguna revolución, ni atentar contra nada ni contra nadie, ni buscar culpables, la revolución ha de ser interior, el enemigo está dentro de nosotros mismos, son nuestros defectos y el no haber sido capaces durante milenios de ver la viga en nuestro ojo y no la paja en el ojo ajeno. Las comodidades, la envidia, el orgullo, la ambición material desenfrenada nos han traído hasta aquí; ahora estamos recogiendo los frutos de nuestras siembras del pasado, pero tenemos ante nosotros un panorama verdaderamente alentador; es que ya vislumbramos un nuevo tiempo en donde inequívocamente las únicas pautas y sistemas en vigor serán las que están basadas en el código de amor y de fraternidad tan predicado desde tiempos inmemoriales por los verdaderos líderes de la humanidad, en especial por el Maestro de Maestros Jesús de Nazaret.
El camino se tiene que allanar, las “guerras” tienen que terminar, en lo económico, en lo político, de poder, de posición, etc., son muchas batallas ya las que se han ganado pero la batalla final tiene que producirse todavía, y es cambiar nuestra mentalidad de que somos seres perecederos que sólo vivimos una vez y que podemos burlar a la Justicia Divina. Somos entidades espirituales en proceso de evolución y estamos aquí para progresar y corregir las tendencias y errores que adquirimos en el devenir de nuestras existencias pasadas.
Cuando seamos conscientes de esta realidad los cambios irán produciéndose paulatinamente, de forma natural y espontánea, lo que ahora son apenas reminiscencias y ecos de un futuro pasará a ser la realidad, los valores y la ética serán lo más importante, el objeto de nuestra vida será la mejora interna y con ello aflorará por doquier la justicia, la paz, la fraternidad y el mundo gozará de armonía y entendimiento universal. “Buscar el Reino de Dios, y lo demás se os dará por añadidura”, decía el Maestro, así de fácil es, pero cuanto nos está costando reconocerlo y adherirnos a ese código de amor y de lucha contra nuestro enemigo interior, que son las imperfecciones morales.
Se necesitan voces que se levanten por todas partes anunciando la nueva ruta a seguir, acompañadas del ejemplo sincero y honesto, voces que aparten a un lado la confusión y el desánimo que inunda ahora a esta humanidad, son momentos de tomar decisiones y de reflexionar para no volver a cometer los mismos errores. Tenemos un gran compromiso, en nosotros no puede reinar la confusión ni la apatía, hemos de transmitir los conceptos de verdad que desde el plano espiritual nos están vertiendo, estemos receptivos, el velo se está descorriendo, la nueva humanidad ya empieza a asomarse, colaboremos en este proceso demostrando que somos capaces de generar confianza e ilusión y que somos espíritus comprometidos con el cambio.
F.H.H.
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