“Os cansáis antes vosotros de pedir, que nosotros de ayudar.” -Un espíritu amigo- (Parte de una comunicación mediúmnica con motivo de la invocacion).
Como puede apreciarse en el párrafo anterior, hay esferas en el mundo espiritual en donde reina un deseo de ayudar y una predisposición sin límites, por parte de los espíritus de esos planos superiores, en donde domina la luz y el amor incondicional, cuando se les presenta una oportunidad para hacer el bien. Seres espirituales de gran adelanto y evolución hay en dichas esferas que velan constantemente por nosotros, que somos espíritus más atrasados, endeudados por la ley de causa y efecto.
Como consecuencia, traemos a la tierra multitud de pruebas, expiaciones, experiencias que hemos de repetir, una y otra vez, por falta de los valores morales necesarios para encaminar nuestra vida por el sendero más adecuado. Sufrimos la pérdida de seres queridos, padecemos enfermedades, nos enfrentamos a situaciones y circunstancias que no terminamos de comprender, todo ello nos lleva en ocasiones a vivir momentos de gran flaqueza y dificultad, de tristeza, pena, e incluso podemos llegar a la depresión.
No sabemos a quién clamar, no sabemos adónde acudir, qué hacer; mientras que, como estamos empezando a comprender, existen planos de elevación en los que hay muchos hermanos con verdaderos deseos de bien y de amor hacia nosotros, somos sus hermanos pequeños.
Todas aquellas situaciones penosas, de sufrimiento o enfermedad que nos correspondan por ley, hemos de pasarlas. Nadie nos puede privar de las experiencias que tenemos que vivir, si bien, desde arriba sí nos pueden ayudar a soportarlas mejor, a aliviarlas incluso, y a transmitirnos fuerza y energía, iluminación, sentido de determinación para afrontar todas estas vivencias con más entereza, convencimiento y fuerza de voluntad.
Al igual que un padre no puede vivir la vida de su hijo, ni librarle de aquellas pruebas que se tienen que presentar en su existencia para adquirir el progreso y la evolución necesarios; no obstante, si es un padre amoroso, alentará a su hijo, lo apoyará, incentivará sus ánimos, su voluntad, sabrá darle el consejo a tiempo y la fortaleza para que vaya adquiriendo la madurez y la experiencia necesarias para enfrentarse a la vida por sí mismo. La ayuda de un buen padre, de un buen amigo, puede ser determinante en un momento preciso. Sólo el hecho de ver que no estamos solos actúa como un mecanismo que mueve un resorte que nos lanza hacia adelante y nos propicia a ver todo con mucha más claridad, y sobre todo nos da la fe en que podemos hacerlo y alcanzarlo.
Así son los hermanos de luz, seres elevados que vibran con amor y deseos de ayudarnos; no nos privarán de nuestras vivencias y peripecias, pero sabrán estimularnos y darnos la iluminación en esos momentos precisos en que solo vemos nubarrones a nuestro alrededor y el pesimismo se ha apoderado de nuestro ánimo.
La oración es una mirada hacia lo Alto, un reconocimiento de que somos criaturas en proceso de ascensión, la cual no se produce sin esfuerzo, sin sacrificio, sin saber lo que significa el dolor y la felicidad, la tristeza y la alegría, el amor y el odio, la salud y la enfermedad, la pobreza y la riqueza, y tantas otras sensaciones y emociones que hemos de vivir y sentir. La oración es una herramienta que siempre lleva el espíritu en su fuero interno; cuanto más elevado está el espíritu, más reconoce la necesidad de estar cerca de Dios, de la luz, del conocimiento, para obrar siempre dentro de la Ley, para obrar de acuerdo al sentimiento de amor y de fraternidad que debe inspirar nuestra existencia.
Nunca está de más dar gracias a Dios por darnos un nuevo día de vida, por todo los que pone a nuestro alcance y por toda la sabiduría que han derramado los grandes avatares de la humanidad, que son nuestros guías y ejemplos a seguir.
Cuando todo va viento en popa nos creemos dioses, no necesitamos de nada, nos bastamos a nosotros, pero cuando vienen las pruebas, las expiaciones, cuando hemos de enfrentarnos al rescate de grandes deudas, cuando se nos dota de grandes responsabilidades, vastas misiones y nuevos retos, las fuerzas nos pueden faltar, la fe se puede diluir, la confusión nos acecha, las sombra de la duda aparece, la comodidad, la pereza, la imperfección… en fin, entonces no nos queda otra que inclinarnos y con humildad rogar a Dios que nos asista, nos inspire y fortalezca, dándonos la luz que necesitamos para reemprender el camino.
Cuando elevamos con sentimiento, estando relajados y abriendo nuestro corazón, llegan hasta nosotros infinidad de energías reparadoras, vivificantes, que irradian todo nuestro ser y nos «llenan las pilas», como solemos decir coloquialmente, recibimos mucho más que damos. Si somos coherentes y ponemos en práctica los conocimientos adquiridos, junto a la oración y meditación diaria, crearemos a nuestro alrededor un escudo protector que nos librará de muchísimas influencias negativas, facilitando en gran medida nuestro trabajo diario.
La invocación es una llamada de urgencia, por así decirlo, una petición para una causa determinada en la que se quiere favorecer a un hermano que está atravesando una dificultad del tipo que sea; entonces al elevar nuestro pensamiento con vehemencia, con amor y fe, este pensamiento sube a las esferas superiores, se crea una especie de canal, semejante a un rayo láser, que es captado y recogido por las entidades capacitadas para prestar dicha ayuda, hasta donde les sea posible o les tengan permitido en cada caso.
Muchos casos hay de personas que, en un momento dado, han recibido esta ayuda y en breve tiempo han notado una mejoría en su estado de salud, tanto física como espiritual. Hay que decir que no es preciso que la persona afectada sepa que está recibiendo la ayuda espiritual; no es necesario, lo importante es ver una necesidad y estar predispuestos a realizar la petición.
La invocación se puede realizar por varias personas a la vez, ya que la fuerza espiritual al ser elevada por varios miembros, no se suma, se multiplica, haciendo que las peticiones se eleven con más fuerza y se dirijan con más efectividad a los planos espirituales superiores. También es conveniente acordar los días y las horas en los que se puede acudir con normalidad, y de ese modo establecer un objetivo más de acción y colaboración hacia los espíritus y las personas necesitadas. Por ejemplo, se puede pedir por las personas que se han suicidado, por los que han sufrido un accidente, los que atraviesan una dura enfermedad, los que llegan a final de sus vidas.
Necesario es comprender que, para que estas peticiones sean lo más efectivas posible, todo aquel que las lleve a cabo ha de tener una limpieza y un ardiente deseo de ayuda y colaboración hacia el bien, de la manera más anónima y desinteresada. Esto nos conduce a que seamos responsables y comprometidos con el conocimiento espiritual que vamos adquiriendo.
Sin embargo, si no se está vibrando con deseos de amor y de ayuda, sino que se está pensando en las cosas materiales y se hace simplemente de rutina, no tiene la misma efectividad.
Nunca debemos desestimar la ayuda, el amparo, la protección y el auxilio que nos pueden prestar desde los planos espirituales; al contrario, debemos reclamar esa ayuda, tanto para nosotros como para cualquier persona o espíritu necesitado que podamos conocer; ellos se sienten atraídos por nuestras peticiones, y siempre con el permiso del Padre, nos reportarán las energías y la lucidez necesarias para proseguir nuestra andadura espiritual.
Es preciso recalcar esta cuestión, debemos elevar nuestros pensamientos y oraciones de corazón para que los mismos lleguen a esos planos de luz, en donde los escucharán y se pondrán cuanto antes a realizar la ayuda de la que estemos necesitados. No esperemos recibir esa ayuda si nosotros no tenemos la humildad y el propósito firme de cambiar y de mejorar.
Si no somos capaces de realizar esa plegaria sincera, con buenos sentimientos, la oración o invocación quedará en los ambientes materiales, no llegará a su destino, con lo cual no producirá los efectos requeridos.
Hay quien dice: “Para qué orar, o realizar dichas invocaciones; si de arriba saben cómo estamos. Si nos ven atravesando problemas o dificultades, que vengan y nos ayuden”. Gran error que pone de manifiesto la ignorancia espiritual que aún tenemos, y que estamos poco dispuestos a trabajar en aras del progreso, del nuestro propio.
Porque cuando realizamos alguna obra de bien, somos los primeros beneficiados, ya que con ello estamos contribuyendo, sin ninguna duda, a nuestro adelanto y desarrollo de las facultades espirituales que poseemos en potencia.
Sepamos aprovechar esta ayuda que tenemos a nuestra disposición, sólo basta con pedirla con fe y humildad. Recordemos el «Pedid y se os dará«, «Tocad y se os abrirá«. Jesús nos enseñó, a través del Padre Nuestro, que él mismo se dirigía al Padre pidiéndole fuerzas y esclarecimiento, por ello siempre tenía a su alrededor una gran protección para velar que con toda seguridad llegara a cumplir tan excelsa y sacrificada misión.
LA INVOCACIÓN, ATRACCIÓN DE ENERGÍAS POSITIVAS por: Fermín Hernández Hernández
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