CONCLUSIÓN
Con este breve artículo: La vida es muy corta, damos por finalizada esta sección dedicada a la búsqueda de una concienciación sobre lo que puede deparar la existencia cuando, abandonado el cuerpo físico, se pasa a residir en el mundo espiritual.
La visión de todo lo que nos afecta cambia sustancialmente, y en esa percepción incide de pleno la situación personal previa a ese tránsito. La vida y la muerte son una constante en la naturaleza; una constante que propicia la manifestación del espíritu en el mundo que le rodea, en el ámbito físico y en el espiritual, donde puede evolucionar y transformarse. Es un hecho incuestionable, que más pronto o más tarde, pero siempre dentro del determinismo biológico-kármico, dejaremos atrás, en la tumba, a ese infravalorado compañero de viaje que es el cuerpo físico.
Llegado el momento del tránsito al plano astral o espiritual, como prefiramos denominarlo, sentiremos una fuerza irresistible, una vorágine cósmica que nos arrastrará al lugar que nos corresponde por ley de afinidad, y como resultado del determinismo de nuestras acciones durante la vida física. Se trata de una ley cósmica sobre la que carecemos de control alguno y que opera automáticamente. Una vez agotado el tiempo del cuerpo físico, el ser queda a merced de las leyes universales que rigen el proceso evolutivo. Y ese determinismo nos sitúa en el lugar que por méritos o deméritos nos corresponde.
Mediante encarnaciones sucesivas que el Creador, en su infinita bondad, concede a todo ser evolutivo y que son planificadas desde el plano espiritual por seres especializados, el ente evolutivo podrá conseguir un futuro renacimiento que le permitirá obtener una nueva experiencia carnal con la que rehacer su pasado; un pasado generalmente sembrado de actos dañinos, y realizar así nuevas acciones que le permitan restablecer el equilibrio perdido, acciones de solidaridad hacia sus iguales y compañeros de viaje evolutivo. Con el uso adecuado del libre albedrío, el ser podrá forjarse un nuevo y prometedor futuro.
¡La siembra es libre, la cosecha siempre obligatoria!, y el fruto de esa siembra, destructiva o creativa, le acompaña siempre, es su propio bagaje y forma parte de sí mismo, junto con las responsabilidades inherentes a sus propios actos.
En determinadas ocasiones, la vida física supone un alto en el camino para olvidar un pasado de destrucción, un pasado lleno de dolor y daño hacia los semejantes. Al reencarnar se entra en una nueva familia, una nueva cuna, cobijo y cuidados; también la libertad y el progreso, ayudas que permitirán al ser, ya en su madurez, ser dueño de sus actos. Y ese regalo en forma de nueva vida, puede convertirse en el puente de plata para alcanzar mundos más evolucionados, física y espiritualmente.
El fruto de las acciones se recogerá, inevitablemente, durante futuras existencias. No obstante, cuando se produce la separación del cuerpo físico, justo en ese instante el ser es juzgado por su propia conciencia; juicio sobre los actos a lo largo de la existencia recién terminada, sobre los actos positivos, los negativos y aquellos no realizados… ¡¡Juicio ciego y justicia rápida!!
La mayoría de las personas ignoran qué les sucede durante ese lance, cuál es su situación, dónde se encuentran y cómo y por qué han llegado hasta allí. Todo ha cambiado, su vida anterior ha desaparecido, inclusive las posesiones más valiosas se han perdido. ¿Qué habrá sucedido con su familia y amigos?
El ser, cuando encarnado, cuando está inmerso en un cuerpo físico, ignora que nada le pertenece, que es apenas el mero usufructuario temporal de las cosas. Ignora que en el tránsito solo puede llevarse las buenas obras.
Cuán difícil le resulta al hombre poco preparado y sin previsión disfrutar y asimilar el retorno al verdadero hogar, al hogar espiritual. Los condicionamientos materiales, las posesiones, las riquezas, los bienes y las comodidades, en suma, todo aquello que se valora cuando se está encarnado, ¡¡qué ínfimo valor tiene cuando se llega al plano espiritual!!
Cuánto le cuesta al ser evolutivo asimilar su destino eterno; comprender que la verdadera patria, de la que procede y a la que pertenece, se encuentra en ese otro plano de vida.
¡¡No somos un cuerpo con espíritu, sino espíritus con cuerpo!! Y ese cuerpo es el instrumento de manifestación y progreso del ser en el mundo físico.
Pero ¿sabemos, acaso, utilizar ese cuerpo? O por el contrario, ¿es el cuerpo físico el que controla y dirige nuestros pasos?
La certeza y determinismo de los acontecimientos, cuando ya todo resulta inevitable y definitivo, cuando el ser comienza a palpar la nueva realidad, le sumerge invariablemente en grandes reflexiones. Es entonces cuando toma conciencia del valor estéril de los bienes terrenos, apenas meros instrumentos de ayuda en el progreso espiritual. Es entonces cuando pierden importancia los asuntos banales; esos asuntos que en la Tierra apasionaban y a los que dedicábamos parte de la vida, satisfaciendo egoísmo, codicia, ambición y orgullo… satisfaciendo el culto a la propia vanidad.
Es entonces cuando se recuerdan aquellas recomendaciones, aquellas enseñanzas religiosas y morales de todo tipo, consideradas banales e irrelevantes, apenas asuntos en los que pensar alguna vez; quizás más adelante, en algún momento propicio de la vida. Arduo trabajo que el pensamiento materialista no deseaba realizar.
Estamos plenamente inmersos dentro de un cambio de ciclo planetario; apenas resta tiempo para determinarse, para tomar partido. Concienciémonos, porque aún estamos a tiempo de rectificar, de asumir el trabajo moral y espiritual que tenemos comprometido, para no vernos al otro lado del umbral con las manos vacías. Es el momento de superar dificultades, de realizar el trabajo interno necesario, de cumplir los objetivos y metas espirituales pactados en la senda de progreso hacia el futuro. Las construcciones humanas quedan en la Tierra, pero únicamente el trabajo a favor de los iguales nos acompañará siempre. Como chispas divinas nacidas del Creador, brillemos con esplendor a través del trabajo y del ejemplo.
La vida es muy corta por: Fermín Hernández Hernández
© 2017, Amor, Paz y Caridad
¡Oh, amigos de la Tierra! ¿Cuántos de vosotros podréis evitar el camino de la amargura con la preparación de los campos interiores del corazón? Encended vuestras luces antes de atravesar la gran sombra. Buscad la verdad antes de que la verdad os sorprenda. ¡Sudad ahora para no tener que llorar después!
Psicografía de la Obra «Nuestro Hogar” de Chico Xavier.