¿Qué es vivir?
Ir muriendo poco a poco
con el miedo a morir.
Ciertamente, este pequeño verso no es más que una reflexión acerca del miedo a la muerte, un miedo que nos han inculcado a lo largo de la vida, de generación en generación, y nadie se ha parado a pensar que, desde el primer momento en que llegamos al mundo carnal, emprendemos un viaje que nos conduce inevitablemente hacia un final de trayecto, más o menos largo en el tiempo.
A la vez, nos han pintado el final de la existencia terrestre como una muerte fea: una figura siniestra, revestida de negro, portando en su mano una guadaña segadora de vidas.
Yo nunca tuve miedo a esa figura; me enseñaron que no existe como tal, y la muerte tampoco; que el fin del tiempo de cada uno no es otra cosa que un sueño como el que gozamos en la materia, con la diferencia de que, al despertar, lo hacemos en otra dimensión, en otro plano; y que si somos merecedores, nos acompañará una figura, pero esta será luminosa, rodeándonos con su luz. Esta figura siempre estuvo a nuestro lado; Espíritu Protector o Ángel de la Guarda, da lo mismo cómo lo denominemos.
Pero, ¿es posible sentir miedo de lo que llamamos muerte, aun ante la perspectiva de una vida eterna? En realidad, sí: se puede sentir miedo porque esa realidad solo será posible si somos capaces de transformar nuestros hábitos, pensamientos y actitudes negativas, abrazando la compasión, la tolerancia, la caridad y el Amor; un profundo amor a Dios y a todos nuestros hermanos que configuran la humanidad.
Nuestro Padre no ha creado nada oscuro y tenebroso como castigo para sus hijos, y la muerte seguida del infierno, otro miedo instalado en nosotros, sería una punición incompatible con la inconmensurable misericordia de Dios.
Fuera miedos, porque…
Tenemos miedo a morir,
y es, sin embargo, cierto
que después que hayamos “muerto”,
comenzamos a vivir.
Mª Luisa Escrich García
(Guardamar, julio de 2016)