¿UN NUEVO PARADIGMA DE LA CIENCIA? (8)
«Una nueva verdad científica no triunfa por haber convencido a sus oponentes y conseguir que vean la luz, sino más bien porque sus detractores terminan siempre por morir»
Max Planck – Nobel de Física
Superando sin mucha dificultad las propuestas de la psicofisiología, la Ciencia del Espíritu demostró que, mientras no se ponga el foco de cualquier estudio sobre el alma humana en la naturaleza integral de la misma, cualquier análisis del comportamiento psicológico del ser humano estará incompleto.
Esta rama de la psicología (psicofisiología) negó la posibilidad del alma como un ente responsable o individualidad originaria de todos los fenómenos psicológicos. Equivocaron el punto de partida, pues creyendo que el alma era no más que una exudación del cerebro, confundieron el efecto con la causa. Tanto es así que centraron sus investigaciones únicamente en los distintos estados psicológicos y en cómo estos afectaban al organismo biológico. Al no profundizar en el origen y naturaleza del alma, su análisis respecto a la conducta humana es parcial, sesgado e imperfecto.
Negando la causa principal de los impulsos originados en el alma humana, desarrollaron por el contrario un amplio argumentario de cómo la condición psicológica influye en la fisiología del ser humano, y con ello nos explicaron el funcionamiento celular, el del sistema nervioso central y el de la bioquímica cerebral cuando se ven condicionados por diversos estados psicológicos que nos afectan.
Con ello contribuyeron a una mejor comprensión de la biología humana cuando ésta se ve supeditada a la psicología, circunscribiendo toda condición psicológica a las neuronas cerebrales y la conexión que estas procesan. Al caer en la trampa del reduccionismo quedaron sin explicar multitud de condicionantes y fenómenos psicológicos que afectan al ser humano, y cuyo origen no se encuentra en las células de nuestro cerebro sino en nuestra “mente”.
Por este motivo, el desarrollo de esta rama de la psicología quedó coartado y circunscrito al prescindir del verdadero agente de los fenómenos psicológicos: el principio inteligente que es el espíritu inmortal. Confundieron el efecto con la causa, y se quedaron únicamente con los efectos y el análisis de los mismos, pues ni la inteligencia, ni la conciencia, ni la emotividad, ni la percepción corresponden al cerebro, siendo este último únicamente el aparato que los capta y los transmite. En palabras del ilustre fisiólogo Claud Bernard:
“Decir que el cerebro segrega el pensamiento equivale a decir que el reloj segrega la hora o la idea del tiempo”
No existe una ciencia más completa sobre el alma humana, su naturaleza y los efectos que de ella se derivan que la filosofía espiritista del siglo XIX. Kardec definía la codificación espírita como una ciencia de observación y experimentación sobre el alma humana, sus fenómenos e implicaciones, además de una filosofía de progreso basada en el código ético-moral más perfecto existente en la Tierra: las enseñanzas de Jesús de Nazaret, auténtica expresión del Amor divino.
Se hace necesario reivindicar las acertadas explicaciones de Allán Kardec cuando, explicando la Ciencia del Espíritu, confirmaba que sólo el alma humana, encarnada o desencarnada, es el origen de los fenómenos cognitivos, psicológicos y espirituales. Valiéndose así mismo del cuerpo intermedio, denominado como periespíritu, para organizar, transmitir y recabar la información bi-direccional entre el espíritu inmortal y las percepciones y sensaciones del cuerpo biológico. Siendo este el receptor último (a través de su estructura celular y nerviosa) de los impulsos del pensamiento y la emoción que tienen su origen en la voluntad del alma humana.
Esta es la auténtica Ciencia del Espíritu, aquella que se constituye en el nuevo paradigma del siglo XXI. Muchos científicos de primer nivel ya intuyen que éste es el auténtico campo de experimentación, observación y prueba que les corresponde abordar a partir de ahora. Esta área de conocimiento ha sido hasta ahora inexplorada por muchas áreas de la psico-biología, o de la física.
Sin embargo, algunos hombres de ciencia, adelantándose a su época, ya han entendido el cambio de paradigma y llevan investigando desde esta concepción holística e integral la auténtica naturaleza del alma. Muchos ya llevan algunas décadas profundizando en este nuevo paradigma, véanse las investigaciones de Groff y otros en la llamada “Psicología Transpersonal”, o las de los físicos Amit Goswami, H. Schubert, o Frijot Capra respecto a la “Física del Alma”.
Los grandes avances de la biología, la genética, la nanotecnología y la inteligencia artificial que vienen produciéndose desde principios de este siglo, tienen como reto el estudio último de la naturaleza humana: el lugar donde se generan los procesos íntimos, inconscientes, subconscientes, psicológicos y espirituales. Todos ellos afectan el área externa del hombre integral: su cuerpo biológico.
Mientras únicamente se atiendan las funciones exteriores del organismo humano, se solucionarán los efectos de las causas, pero nunca se irá al principio de estas últimas. Y si, por ejemplo, se descubre una solución definitiva para una enfermedad crónica o degenerativa al comprender el mecanismo del gen que la desarrolla, otras aparecerán en el horizonte patológico del ser humano hasta que no se llegue a la profundidad que origina el motivo de que el código genético se organice de una u otra forma.
El error sigue siendo el mismo que aconteció con la psico-fisiología. La cognición, la emoción y la percepción tienen su origen en el principio inteligente (espíritu), y en función de cómo se piensa, se siente o se perciben las cosas, el ser humano desarrolla unos u otros hábitos, saludables o enfermizos. La naturaleza de nuestros pensamientos y emociones originan patologías o, por el contrario, preservan la salud y el equilibrio celular y psicológico, retrasando el envejecimiento de las células y procurando una vida orgánica saludable hasta que la edad y el consiguiente desgaste de los órganos del cuerpo físico van provocando la pérdida de vitalidad correspondiente.
El conocimiento y profundidad en el estudio de la Ciencia del Espíritu abre enormes posibilidades para entender lo que somos y cómo funcionamos, investigando así las causas y la naturaleza profunda de los aspectos que originan los procesos enfermizos o saludables que condicionan el bienestar psicológico y biológico, y con ello la salud y el equilibrio integral del ser humano. No sólo aquellos que proceden de nuestros hábitos y acciones actuales, sino también de aquellas otras causas que tienen su origen en el pasado milenario de alma humana y que condicionan también la situación actual que se vive en el presente.
«Los placeres hedonistas son como calorías vacías: no aportan nada. Todo indica que, a nivel celular, respondemos positivamente a un bienestar psicológico basado en la conexión y el propósito de la vida» Dra. Bárbara Fredikson – Usa
Por otro lado, la importancia de la comprensión del profundo efecto que el periespíritu tiene en la salud y la vida humana, en la importancia transcendente que las emociones y los pensamientos tienen en este cuerpo intermedio, son algunas de las fuentes de investigación que deberán explorar los nuevos campos de la medicina, la genética y la psicología. Ya hay algunos avances al respecto; concretamente, la psico-neuroinmunología es una rama de la medicina que estudia cómo los estados emocionales afectan la salud y el bienestar psico-biológico.
Este es el camino. Y mientras la ciencia de esta década y las próximas incorporan el estudio holístico e integral del ser humano, aquellos que estudiamos la Ciencia del Espíritu como principiantes, siendo conscientes de todo aquello que todavía nos queda por aprender, continuaremos profundizando en el estudio y conocimiento del alma humana como ser consciente, libre y en constante rumbo hacia la perfección, a fin de entender mejor nuestra propia esencia inmortal y milenaria: el Ser pensante que viene perdurando, individual, único, vida tras vida, desde hace milenios.
Nuestro mundo todavía se encuentra limitado por nuestro escaso adelanto evolutivo. A medida que vayamos escalando niveles de progreso superior en inteligencia, ciencia y moralidad, nuestra comprensión será mayor acerca de la naturaleza del alma humana, siendo así que, a pesar del orgullo o soberbia de aquellos que creen saberlo todo dentro de la ciencia, la Historia demuestra que nuevas verdades se revelan y dejan obsoletas las concepciones anteriores.
De aquí que afirmemos con rotundidad que, viendo la evolución del pensamiento científico en las últimas décadas, así como el avance de las ciencias en áreas cercanas a la realidad de la Ciencia del Espíritu (o del alma), el cambio de paradigma no es una utopía sino una realidad que los propios científicos admiten. Este cambio de paradigma se instala poco a poco, con el transcurso de los avances e investigaciones que cambian la forma de enfocar los retos, las fuentes y los objetivos de investigación que los nuevos descubrimientos demandan.
No nos cabe duda alguna de que el cambio de paradigma que ya está instalándose es la comprensión y la certeza del alma humana como ser inmortal y pre-existente, en un recorrido milenario que es capaz de explicar el cómo, el porqué, de dónde, hacia dónde y cómo hemos llegado hasta aquí. Por consiguiente, el nuevo paradigma tendrá como objeto principal la comprensión de la conciencia y la mente humana (dos instrumentos al servicio del espíritu), lo que equivale a decir que la Ciencia del Espíritu inmortal será la base de apoyo del nuevo campo de avance y de progreso en este siglo siglo XXI recién comenzado.
La ciencia del espíritu por: Antonio Lledó Flor
©2018, Amor, Paz y Caridad
Pregunta: ¿Las percepciones y conocimientos de los espíritus son indefinidos?¿Saben todas las cosas? Respuesta: Cuanto más se acercan a la perfección, tanto más saben. Los inferiores son ignorantes acerca de todo.Allán Kardec – L.E. Item 238