“He visto que la base de un cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico, algo que no se había hecho nunca” Dr. Richard Davidson
La deshumanización y el materialismo instalado en la sociedad actual han llevado a la comprensión de las emociones, en lo que se refiere a su origen, a un enfoque sistemáticamente equivocado. Con frecuencia se suele argumentar que se trata de fenómenos sociales derivados de la educación, la cultura y el medio ambiente donde se desarrollan las personas, que se ven influenciadas por sus sistemas de creencias, para desarrollar unas u otras.
El problema viene respecto al origen de las mismas, pues a pesar de proceder de la mente humana, son procesadas junto al pensamiento, de tal forma que hay quien afirma que las emociones son el mismo pensamiento tipificado en una u otra categoría que lo distingue. Y también es preciso diferenciar claramente la emoción del sentimiento. Para ello recurramos a la cita de Juana de Ángelis en el libro psicografiado por Divaldo P. Franco «Encuentro con La Paz y la Salud».
«Los sentimientos son vivencias percibidas a través de una emoción de manera consciente. La emoción es un efecto espontáneo del organismo ante cualquier acontecimiento, produciendo descargas de adrenalina al torrente sanguíneo. La emoción produce el sentimiento (júbilo, descontento, etc.). La emoción funciona automáticamente sin conciencia, mientras que los sentimientos son percepciones conscientes de lo que ocurre».
En esta cita encontramos la relación directa entre emoción, salud y bienestar celular derivada de los procesos bioquímicos que se producen en el cerebro a raíz de los procesos emocionales que experimentamos, y que la ciencia viene a confirmar a través de investigaciones como las que hoy exponemos aquí.
Las emociones perturbadoras han sido fuente y origen de numerosas patologías mentales estudiadas por el psicoanálisis y la psicología; sin embargo, es curioso observar que hasta hace bien poco no existía ningún estudio profundo acerca de las influencias de las emociones positivas en la mente humana, en lo que atañe al funcionamiento del cerebro y las neuronas (células cerebrales).
Esto sorprendió profundamente al Dr. Richard Davidson (*) cuando, decidido a estudiar este campo de investigación, consultó la Biblioteca del Congreso Norteamericano y le informaron que emociones como la ternura, la gentileza o la bondad no son objeto de estudio de la medicina ni de la biología, sino de la sociología o la psicología social, al estar catalogadas como “fenómenos sociales” y no “fenómenos biológicos”.
Estimulado por el extraordinario éxito de sus investigaciones anteriores acerca del cerebro y la influencia de la meditación en el cambio celular, el ADN y la plasticidad cerebral, Davidson inició un nuevo experimento sobre la influencia que las emociones positivas tienen en la mente y el cerebro humano, para confirmar que no son un fenómeno social y sí un fenómeno biológico capaz de modificar la estructura celular de nuestro cerebro, la bioquímica cerebral y la propia expresión del ADN de nuestras neuronas.
“Descubrí que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, y me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan solo dos horas” R.D.
El experimento fue realizado con dos grupos de voluntarios, por un lado niños y por otro adultos, a los que sometió a diversos tipos de experiencias emocionales basadas en las reacciones a las tres emociones antes mencionadas, ternura, gentileza y bondad. La definición de cada una de ellas fue así: La ternura fue conceptuada como la disposición de aliviar el sufrimiento de aquellos a los que apreciamos o tenemos un vínculo afectivo. La gentileza fue definida como el impulso de ayudar a personas a las que no conocemos y precisan de ayuda en un momento determinado (por ejemplo, ceder un asiento a una persona mayor en un autobús). Y la bondad (equivalente a compasión) se conceptuó como el impulso de ayudar y paliar el dolor de todas las personas, aunque no sean de nuestro agrado o incluso puedan ser contrarias a nosotros. No confundir con la empatía.
“Hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento. Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes” R.D.
Todas las experiencias fueron sometidas a controles cerebrales mediante RSF (Resonancias Magnéticas), a seguimientos sobre la modificación bioquímica de las sustancias que exudaba el cerebro debido a las emociones, y a la propia modificación genética del ADN comparado de la neurona, antes y después.
Los resultados fueron tan extraordinarios que extrajo de ellos varias conclusiones. Una de ellas es el hecho de que las personas bondadosas, lejos de ser débiles o ingenuas como la corriente social parece divulgar, son mucho más fuertes y resistentes en su capacidad neuronal, eliminando con más facilidad las toxinas que acumulan las neuronas procedentes del gasto energético y que provocan el envejecimiento celular. De tal forma que son más fuertes y resistentes a las enfermedades, al poseer un cerebro mucho más sano.
Confirmó que un cerebro sano debe tener como base la bondad de la persona, intentando esforzarse en adquirir este hábito, liberándose así de las neurosis y psicosis que afectan a tantos millones de personas en el mundo que padecen enfermedades mentales. Esto está al alcance de todo el mundo, y no hay que poseer características específicas para conseguirlo.
Pudo demostrarse que las emociones no son producto de la educación o las creencias, aunque sin duda estas últimas influyen en el desarrollo emocional de las personas, pero se constató que se trata de un fenómeno biológico que se procesa mediante su origen mental, siendo este de carácter especial cuando los pensamientos y las emociones se orientan hacia aspectos positivos del comportamiento humano.
Sin duda, el hombre no es un predador egoísta y desarrollado para la competencia salvaje que impone la sociedad materialista de consumo actual, sino que posee en su interior las capacidades emocionales y mentales propias de su “condición humana”, que son otorgadas por el alma inmortal, ya que tanto la mente como el cerebro no son más que meros instrumentos al servicio del alma humana.
“Una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento” R.D.
Podemos afirmar entonces que aquellas grandes enseñanzas sobre la vida buena, la ética de la virtud y el comportamiento bondadoso respecto a nuestros semejantes ya no son únicamente actitudes de comportamiento que afectan al alma humana, sino que también mejoran la salud mental, el bienestar psicológico y el equilibrio emocional. Además, la aplicación de la regla de oro “haz a los demás lo que quieras que se te haga”, supone una pauta de actuación que eleva al hombre a su aspecto más humano y le ayuda en su progreso espiritual que, a fin de cuentas, es el objetivo principal de la vida humana.
Realizo a continuación un paralelismo de la actitud que la bondad puede suponer para el ser humano, al citar una máxima de Jesús que nos invita a reflexionar.
«Bienaventurados los mansos y pacificadores, ellos heredarán la tierra y serán llamados hijos de Dios» S. Mateo Cap. 5
A través de esta bienaventuranza, el Maestro convierte en Ley la dulzura, la bondad, la mansedumbre, la afabilidad y la paciencia. Además, la herencia a la que hace referencia es, por un lado, la que se deriva de esa actitud: Paz interior, al otorgar más importancia a los bienes del cielo que a los de la Tierra. Y por otro, el ser llamados hijos de Dios no es más que la garantía de que se les hará justicia, heredando el derecho de formar parte de la nueva humanidad cuando el estado de la Tierra haya sido transformado convirtiéndose en un mundo feliz mediante la expulsión de los perversos.(Evangelio según El Espiritismo – Cap.IX)
Que la neurociencia y la biología confirmen los beneficios de estas emociones positivas sobre el organismo biológico no hace más que evidenciar y justificar una realidad mayor: la mente como instrumento del espíritu inmortal es la que dirige su proceso biológico-psicológico, y, si somos capaces de consolidar hábitos mentales saludables como la adquisición de la compasión y la bondad, estos nos acompañarán continuamente, proporcionando felicidad y paz interior, además de salud y armonía.
El principio inteligente es eterno e inmutable, acumula de forma milenaria en su inconsciente profundo sus cualidades mentales y emocionales y las arrastra vida tras vida, creciendo y progresando, ampliando su inteligencia y su conquista de las cualidades superiores del alma, entre las cuales la bondad destaca por ser la expresión genuina del progreso espiritual, por alcanzar el desarrollo del amor en acción.
Así pues, la ciencia viene en apoyo de la espiritualidad, demostrándonos que el ser humano no es una máquina biológica, psicológica y social, sino que mediante su voluntad y su trabajo puede modificar su conducta, de forma que cuando orienta sus esfuerzos hacia el bien y las emociones superiores del alma, encuentra el bienestar físico, psicológico y el equilibrio espiritual que tanto le identifica con su auténtica naturaleza, la de un ser en progreso constante rumbo a la plenitud y la realización integral.
Emociones: ¿La bondad mejora nuestra salud? por: Antonio Lledó Flor
©2018, Amor, Paz y Caridad
(*) El Dr. Richard Davidson, fundador del Instituto de Investigación de Mentes Saludables es psiquiatra, psicólogo y genetista, autor del libro: “El perfil emocional de tu cerebro”