¿ES POSIBLE UN PLANETA DIFERENTE? (2)

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¿Es posible un planeta diferente? (2)

A no ser que la opinión pública mundial comenzara a reclamar nuevas concepciones de desarrollo económico que respete la naturaleza, el equilibrio medioambiental y una redistribución de la riqueza más justa y equitativa; las expectativas respecto al futuro del planeta son verdaderamente sombrías. En el corto plazo de unas pocas décadas; este ser vivo, esta casa que es de todos, puede alcanzar un punto de no retorno a la vida y la naturaleza conocida desde hace millones de años.

Transmutar los aspectos negativos por solidaridad, ética, conciencia y responsabilidad social; añadiendo libertad de pensamiento y revolución individual en las personas y bajo los aspectos del altruismo, respeto, compromiso y principios morales; son sin duda las necesidades urgentes de la sociedad y el individuo para cambiar la mentalidad de un planeta enfermo de egoísmo y avaricia.

Sin un cambio de conciencia individual, se hace francamente difícil un profundo cambio social; no obstante, la historia nos demuestra cómo el empeño y la obstinación de los pueblos en modificar su destino alcanza a veces éxito. Muchos movimientos han surgido en las últimas décadas que abogan por la exigencia de un cambio de rumbo en lo social, en lo económico, en lo ambiental.

«Cuando nos comprendemos, comprendemos nuestra conciencia, también comprendemos el universo y la separación desaparece»

Amit Goswami – Físico

No obstante, además de los movimientos sociales, la ciencia y la espiritualidad vienen en auxilio del hombre para ofrecernos las salidas adecuadas que nos permitan la opción de poder elegir aquello que queremos para nuestros hijos.

En el capítulo de la ciencia los nuevos descubrimientos de la física cuántica vienen a confirmar que, la realidad de la relación entre todo lo que existe nos abre un abanico de posibilidades respecto a la influencia de las acciones individuales sobre las colectivas.

Según los últimos descubrimientos, existe un campo de energía que conecta toda la creación. Y este campo tiene un papel de contenedor, un puente y un espejo de las creencias que tenemos en nuestro interior. Según esta realidad, cada parte está conectada con las demás, y a su vez refleja la totalidad en escala menor. La manera en que actuamos y nos comunicamos con este campo de energía universal que todo lo impregna y a todo alcanza es a través de nuestra mente y nuestras emociones.

Vendría a ser como una gran mente universal o fluido cósmico que se encuentra presente en todo y del que todos formamos parte. Retomando la sabiduría de la antiguedad, comprobamos que esta concepción de la física cuántica se parece mucho al primer principio de las leyes del Kybalión de Hermes Trimegisto (5000 a.C.): «TODO ES MENTE, EL UNIVERSO ES MENTAL». (*)

Y más cercano en el tiempo, y quizás más exacto en su paralelismo, es similar a la concepción kardeciana del FLUIDO CÓSMICO UNIVERSAL que animado por la Mente Divina (Inteligencia suprema y Causa Primera), la filosofía espirita explicó de manera detallada como la base de la creación en todo el universo, a través de la cual se manifiesta la materia y los diversos tipos de energía.

«Nada hay vacío en el espacio universal, todo se halla ocupado por una materia (energía) que se sustrae a tus sentidos y a tus instrumentos»

 Allan Kardec – Item 36 Libro de los Espíritus

Incluso el «Principio Vital» que anima los seres orgánicos posibilitando la vida, es una energía que proviene del F.C.U. mencionado arriba, tal y como le respondieron los espíritus a Kardec en la pregunta 65 del Libro de los Espíritus.

Según las últimas investigaciones realizadas en Física Cuántica en la última década, este campo de energía no sólo existe, sino que conecta toda la creación. De forma que cualquier parte de él está conectada con las demás. La concepción errónea de la separación entre las cosas y los seres vivos queda definitivamente enterrada por los biólogos cuánticos que comprobaron en 1997 que el ADN es capaz de modificar, y alterar la constitución de la materia, hasta sus más pequeñas partículas como el fotón.

Algo que parece ciencia ficción y que desde hace una década está siendo comprobado por la ciencia. La gran pregunta es si todo lo que hacemos, sentimos y pensamos tiene sus efectos sobre el universo del cual formamos parte, ¿qué impide entonces que las intenciones, emociones y pensamientos puedan modificar el universo que nos rodea, incluso la propia sociedad? NADA, absolutamente, nada.

¿Sería entonces posible alcanzar ese mundo ideal, ese cambio de conciencia social, esa sociedad más solidaria, responsable y libre que instaure un nuevo orden social en el planeta que lo proteja, lo respete y cuide a su vez en armonía y equilibrio a los seres que lo habiten?

¿Sería posible que el cambio individual, personal y consciente de los individuos de una sociedad llegaran a cambiar la forma y manera en cómo esta se gobierna?

El nuevo paradigma científico de la última década se basa en «la ciencia de la conciencia» y demuestra que la conciencia, mente, espíritu o como queramos llamarla, es realmente la base de construcción de la realidad que nos circunda, y no la materia como se creía desde Newton. Es la conciencia la que crea la realidad y a partir de ella incluso se organiza la materia desde sus partes más ínfimas hasta las galaxias, estrellas y planetas.

Extrapolando al conocimiento espiritual estos descubrimientos, comprendemos con mucha facilidad que ciencia y espiritualidad son caminos paralelos en la búsqueda de la verdad. Ambos perfectamente compatibles, a pesar de que desde Descartes (S. XVI) se separó la fe de la ciencia por considerar esta última como antagónicos, sus métodos y principios basados en la experiencia y la observación con los dogmas religiosos de la época.

La tendencia ha cambiado; el foco se vuelve a encontrar en aquellas concepciones de la sabiduría espiritual que han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos y a las que, ahora sí, un nutrido grupo de avanzados hombres de ciencia está dedicándole el respeto que merecen y la observancia necesaria. Esto permite compaginar esos dos caminos paralelos en la búsqueda de la verdad; y, olvidando las posturas excluyentes de ambos lados, vienen a auxiliar al hombre en sus necesidades de progreso y evolución.

La Mente que organiza e impregna todo lo que existe es el Dios de la antiguedad; el que como causa primera origina el universo conocido y desconocido; su principio consciente e inteligente es el que permite la vida y la interacción de esta con la materia. Nosotros, como seres creados a su imagen y semejanza en su naturaleza esencial que es consciencia, mente o espíritu, somos no sólo eternos, sino también cooperadores necesarios en el desarrollo y creación de la realidad.

Nuestro espíritu no tiene límites, pues su propia esencia es conciencia, que impregna no sólo nuestro espacio físico sino toda una serie de campos de energía en el que todo está conectado. Cuando comprendemos todo esto nos damos cuenta de que cualquier cambio es posible. Solamente se trata de entenderlo y ser capaces de llevarlo a la vida diaria.

Nuestros principios, creencias y emociones tienen una influencia principal en el cambio que pretendemos operar; en función de cual sea su naturaleza, así conseguiremos inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Y en el caso que nos ocupa, una actitud positiva y responsable de mejora del planeta y de la sociedad, se verá reflejada de inmediato a medida que la vayamos incorporando en nuestros hábitos de vida.

La fuerza de esta energía poderosa en la mente de muchos individuos y en su interacción con el medio que les rodea, logrará transformar no sólo la atmósfera psíquica del planeta tierra, sino igualmente las ideas y prioridades de los hombres respecto a su cuidado y conservación. Nuestra conciencia y nuestra mente son fuerzas inigualables capaces de transformar aquello que parece imposible.

Añadiendo a esto la selección espiritual que, como cambio de ciclo se avecina al planeta; comprenderemos las posibilidades reales de construir un mundo sin maldad, un mundo sin egoísmos ni bajezas morales, pues los individuos que lo formen únicamente albergarán en sus conciencias el deseo del bien, de perfeccionamiento y de progreso científico y sobre todo moral.

Si comprendemos que el planeta no es de nuestra propiedad, sino de los más de 100.000 MM de personas que han pasado por él desde que existe el hombre sobre la tierra, sabremos entender las necesidades del cambio personal; del nuevo paradigma basado en las más sencillas bases del respeto, la fraternidad y la solidaridad, a fin de legarlo a la posteridad en mejores condiciones de lo que lo recibimos. Muchos de los que lo habiten en el futuro serán los mismos que lo disfrutan o lo disfrutaron en el pasado, la reencarnación se encargará de ello.

Así pues, sí es posible un planeta diferente si comenzamos a construirlo en nuestro interior, mediante los hábitos necesarios que nos ayuden a respetar no sólo la naturaleza que nos rodea sino principalmente nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Esta actitud nos permitirá conectar íntimamente con esa matriz interior, ese Dios interno que todos llevamos dentro y que nos permite edificar no sólo nuestra conciencia de la realidad, sino la realidad misma que nos afecta externamente, condicionando nuestra salud, mental y fisiológica, nuestra vida y la relación con nuestros semejantes.

¿ES POSIBLE UN PLANETA DIFERENTE? 2  por:   Antonio Lledó Flor

©2015, Amor, paz y caridad

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(*) «Toda la materia se origina y existe en virtud de una fuerza…Debemos asumir, tras esa fuerza, la existencia de una Mente consciente e inteligente. Esta Mente es la Matriz de toda la materia«

Max Planck 1944 – Nobel de Física

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