A nadie escapa, por evidente y real, la crítica situación por la que pasa la sociedad en estos tiempos de auténtica catarsis global en el planeta. Hay quien argumenta que se trata de una crisis financiera, otros política, social, de ideologías, etc. La realidad nítida y objetiva es que las desigualdades entre los hombres se agudizan con mayor profusión; la distribución de la riqueza está
muy lejos de invertir su recorrido, es más, avanza en el sentido contrario a lo que sería lógico y coherente, siendo los poderosos y los ricos cada vez más ricos y los desfavorecidos un mayor número.
muy lejos de invertir su recorrido, es más, avanza en el sentido contrario a lo que sería lógico y coherente, siendo los poderosos y los ricos cada vez más ricos y los desfavorecidos un mayor número.
En un planeta carente de recursos, sería coherente pensar una desigualdad, pero en este planeta, donde los recursos son más que suficientes para abastecer a la humanidad que lo puebla y donde existen infinidad de posibilidades tecnológicas, científicas y humanas para prevenir el hambre y la guerra, no se está haciendo prácticamente nada para paliar estas grandes lacras que avergüenzan la propia condición humana de seres civilizados como solemos denominarnos.
Las élites gobernantes, vinculadas a propósitos egoístas de las grandes corporaciones y del poder financiero, intentan mantener un sistema caduco en lo social, obsoleto en lo económico y corrupto en lo político; a pesar de que sólo beneficia a una minoría.
Para ello cuentan con el cuarto poder que controlan a voluntad; el poder de la información y la comunicación; mediante el cual crean los estados de opinión oportunos destinados a evitar revueltas sociales en contra de lo establecido, intentando minimizar las protestas derivadas del descontento de la sociedad.
A pesar de ello, la angustia va poco a poco instalándose en los ciudadanos de las sociedades más pobres; pero también de las más ricas, donde cada vez es mayor el umbral de desigualdad entre los poderosos y desfavorecidos, todo ello debido al recorte de derechos sociales, económicos y de todo tipo que se implantan con la “peregrina excusa” de que es necesario mantener el estado del bienestar. Estado del bienestar que únicamente pretende socializar pérdidas y otorgar beneficios a unos pocos.
Además de muchos otros síntomas del sistema, que evidencian claramente los estertores de su caducidad y la obsolescencia de sus métodos, parece que los expertos en sociología y psicología social advierten a los gobernantes de los riesgos de un estallido social en distintas sociedades, a poco que la desigualdad y eliminación de derechos siga su curso. Nada de ello parece importar a los supuestos responsables de dirigir los países, porque concentran sus esfuerzos principales en imagen y mantenimiento de sus postulados aunque haga falta mentir, difamar o seguir engañando a los ciudadanos a través de lo medios de comunicación que controlan y manejan a voluntad.
Todo este panorama de irresponsabilidad, incapacidad, merma de derechos y bienestar en los ciudadanos, trae consigo la puesta en evidencia de un tiempo nuevo; un tiempo que estamos viviendo donde las dificultades empiezan a ser enormes; insoportables para muchas familias, y ante esta situación de ansiedad, desesperación y falta de respuestas es preciso adoptar actitudes que nos ayuden a sobrellevar tales circunstancias sin perder el norte, con la debida paciencia pero sin dejar de luchar por aquello que con tantas dificultades nuestros antepasados construyeron y consiguieron.
En momentos de crisis la calma y la serenidad son pilares básicos para salir adelante. Calma ante los reveses que se nos presenten en nuestras situaciones particulares; serenidad ante las pruebas que la vida nos propone, cada vez más difíciles de afrontar.
Sólo desde la calma y la serenidad podremos atisbar la solución de los problemas, pues si nos dejamos llevar por la impaciencia o la desesperación cometeremos errores de los que sin duda nos arrepentiremos el día de mañana y, lejos de solucionar los problemas se enquistarán cada vez más.
Una vez analizada la mejor actitud con la que enfrentar los problemas es preciso detallar las herramientas y los recursos de que disponemos para salir hacia delante. En primer lugar no hay que rendirse ante la adversidad; luchar siempre con tesón por conseguir lo que pretendemos. Para ello contamos con una herramienta imprescindible como es la voluntad. Una voluntad férrea y una determinación obstinada en la búsqueda de lo que pretendemos conseguir nos darán el éxito sin lugar a dudas; antes o después llegaremos a solucionar el problema con total seguridad.
Si a esto le añadimos que muchas veces estas circunstancias difíciles nos sirven para probar nuestro carácter y nuestra resistencia ante la adversidad, la conclusión inmediata de nuestra actitud será que saldremos fortalecidos enormemente de estas situaciones. La mayoría de las veces son pruebas transitorias que necesitamos superar para mejorar, avanzar y fortalecer nuestros recursos internos; personales y espirituales.
Como reza el dicho “TODO PASA” y “NO HAY MAL QUE CIEN AÑOS DURE”, y, aunque es muy fácil aconsejar desde una cómoda posición; todos, tarde o temprano, hemos enfrentado y tenemos que enfrentar pruebas duras que templen nuestro carácter y eleven nuestra capacidad de resistencia ante la adversidad.
Cuando se comprenden las leyes de la evolución y de la rencarnación, es rutinario aceptar que vida tras vida venimos a progresar y en esas escuelas de aprendizaje por las que pasamos todos, necesitamos aprender aquello que nos falta, a fin de ir creciendo en capacidades volitivas, morales, intelectuales, sociales, etc..
Así pues, en los momentos de confusión, crisis, desesperación y angustia lo más eficaz, lo mejor, es afrontarlos con calma y serenidad. Además adoptar la actitud de la lucha, del esfuerzo por superar las adversidades; no podemos rendirnos porque si nos abandonamos no solo no superamos el problema sino que este aumenta y se traslada a los que tenemos alrededor.
Comprendiendo la vida espiritual, es necesario destacar que, en esa lucha que emprendemos por superar las dificultades no estamos solos; recibimos constantemente ayuda del plano espiritual a poco que nuestras intenciones sean nobles y seamos capaces de pedir esa ayuda de forma sincera, a nuestra manera, para nosotros o para otros.
Las personas comprendidas en el mecanismo del conocimiento espiritual y de cómo actúan desde el otro plano, son doblemente responsables; por sí mismas y por los demás. Lejos de creerse en condiciones de superioridad, han de aceptar que deben ayudar en la medida que les sea posible a su prójimo. Ya que tienen el conocimiento y la seguridad de que esa ayuda espiritual beneficia a todos, creyentes, no creyentes, etc.
Así pues, en las dificultades de los críticos momentos por los que transcurre el planeta en su tránsito hacia un mundo de regeneración, tenemos la gran oportunidad de progresar enormemente, superando dificultades, fortaleciendo nuestro carácter, pero sobre todo ayudando a los demás a que lo hagan; a que movilicen sus recursos para avanzar y reconocer que no estamos solos, que las desgracias no obedecen a ningún capricho divino. Antes al contrario, que la justicia divina es perfecta y que todo lo que acontece tiene un porqué y un para qué, aunque en este momento no seamos capaces de comprenderlo.
Una vez en este punto, el único obstáculo es la rebeldía del ser humano que puede retrasar enormemente su regeneración, al no aceptar con resignación la prueba por la que pasa y la lucha que ha de llevar para superarla. Pero una vez eliminado el obstáculo de la rebeldía, propio de la incomprensión del funcionamiento de las leyes de evolución y justicia, el camino queda libre y expedito para la solución de los problemas.
Mantengamos pues la calma y la serenidad, peleemos con ahínco por superar las dificultades, enarbolando la fuerza de voluntad como herramienta poderosa y recurramos a la ayuda espiritual para que nos sostenga en el camino ante los reveses que se nos presenten. Desterremos la rebeldía de nuestro carácter cuando los acontecimientos no se resuelvan en el tiempo o forma en que nosotros tengamos previsto. Y agradezcamos a Dios la oportunidad de luchar y crecer espiritualmente al poner en movimiento nuestros recursos e inteligencia para luchar y ayudar a nuestros semejantes en la solución de sus problemas.
A. LL. F.
© Grupo Villena 2013