¿Por qué ciertos Espíritus han seguido la senda del bien y otros la del mal?
– ¿No poseen acaso libre albedrío? Dios no creó Espíritus malos, los creó simples e ignorantes, esto es, poseedores de tanta aptitud para el bien como para el mal. Los que son malos han llegado a serlo por su voluntad.
(El libro de los espíritus. Cap. I de los espíritus. Tema X.- Progresión de los espíritus. Allan Kardec.)
Esta es otra de las grandes cuestiones que se desprenden del libre albedrío, que nos pueden llevar a serias discusiones, y que a algunas personas les cuesta comprender, es por ello que creemos oportuno pararnos a reflexionar sobre la cuestión, con la única intención de arrojar un poquito de luz.
Tenemos eso sí en consideración que son temas de índole netamente espiritual, y que sólo podemos llegar a un entendimiento pleno examinando tales cuestiones con los ojos del espíritu, teniendo en cuenta los principios puramente espirituales, analizados con la óptica de las leyes universales que marcan nuestros destinos, desde el primer momento en que somos creados.
El bien y el mal, definidos sencillamente así, son dos caminos opuestos, que se pueden tomar desde los primeros estadios de la evolución. La responsabilidad y la decisión de escoger uno u otro son individuales y dependen de cada espíritu. No podemos achacar las culpas o la toma de decisiones a cualquier persona o elemento ajeno a nosotros.
Desde que un espíritu inicia su progreso espiritual, es creado puro e inocente, sin inclinaciones hacia uno u otro lado, tiene las mismas propiedades tanto para el bien como para el mal, por tanto, puede escoger un sendero u otro con la misma facilidad. ¿Dónde está pues la clave que determina el hecho de actuar bien o actuar mal?: sencillamente en la fuerza de voluntad, que es la herramienta con la que Dios nos dota desde el principio para que podamos ir sorteando las experiencias y las pruebas que irán surgiendo en el día a día, y, existencia tras existencia.
En los inicios de la evolución no hemos desarrollado todavía los conocimientos, ni la inteligencia, ni los valores propios del intelecto y el razonamiento, pero si que disponemos de la fuerza de voluntad necesaria y del sentido de la intuición, si los ejercemos adecuadamente, el espíritu irá esforzándose en rechazar las malas inclinaciones, irá aprendiendo a diferenciar el bien de mal, ý no se dejará llevar por la comodidad o por los instintos más primarios, e irá dirigiendo sus pasos hacia el bien.
Cuando obra así, recibe la recompensa en su interior de sentirse bien, se llena de júbilo y alegría, empieza a experimentar la satisfacción del buen hacer, esto le llena interiormente, le fortalece y le ayuda a adquirir buenos sentimientos. La práctica del bien comienza a ser su enseña, sabe que puede optar siempre por varias opciones, pero, en lugar de escoger la más fácil, la cómoda, escoge la que sabe que al final va a redundar en su propio bien y la que le va a aportar una fuerza interna que día a día se va multiplicando.
Cuando después de una existencia este espíritu sube al plano espiritual, los hermanos de más categoría que están siempre ayudándole y velando por la evolución en estos estadios primarios, le hacen ver todo lo que ha hecho, le muestran los frutos de su esfuerzo y de su sacrificio por superar las malas inclinaciones, y este espíritu siente otra vez una gran satisfacción interior. Sabe que es mucho el camino que le queda por recorrer, muchas las pruebas que superar, pero ve que ha ascendido un poquito y pide volver a la tierra, para recibir nuevas experiencias, nuevas lecciones y para ese fin se prepara nuevamente, con el propósito de no desvanecer y no sucumbir ante ninguna dificultad o pruebas difíciles que puedan presentársele.
Hemos de tener en cuenta que en los estadios más incipientes de la evolución también existe la ayuda espiritual por parte de seres de gran evolución que ya encarnan junto a estos hermanos para servirles de ejemplo y de apoyo. No se encargan de transmitir mensajes de conocimientos, pero sí son portadores de formas de actuar para ir encauzándolos y para que aprendan a desechar la maldad, dejándola a un lado.
Debemos saber que existen espíritus así, es decir que desde el inicio de su evolución se proponen no caer en el mal, aciertan en sus decisiones, siguen las enseñanzas y los consejos que se reciben por parte del plano espiritual y de los espíritus más adelantados que ya están entre ellos y consiguen sortear la gran mayoría de los obstáculos, y cuando no lo logran, se muestran contrariados y asumen el propósito de corregirse lo antes posible.
Si bien es verdad que hay otros espíritus a los que les cuesta mucho más, y lo que unos hacen en pocas vidas, a otros les cuesta muchísimas vidas más.
Este es el caso contrario, los espíritus que por no querer someterse a ningún tipo de esfuerzo no ponen en práctica la fuerza de voluntad, no quieren reconocer ningún error y por lo mismo poco a poco se van obstinando en el mal, se complacen en su práctica, con lo cual, sin darse cuenta van desarrollando los malos sentimientos, los defectos morales desde el principio y no consideran que sus malas inclinaciones puedan tener más adelante cualquier tipo de consecuencias.
Hacen caso omiso a todo tipo de sugerencias, enseñanzas y consejos, y llega un momento en que su voluntad esta totalmente quebrada, sólo la emplean en su propio beneficio, por puro egoísmo y ambición, la intuición y el sentido de la conciencia se les va nublando, porque ellos mismos han cerrado esa vía de entrada y no les interesa nada que les contraríe y les conduzca al camino del bien. Poco les importa hallarse encarnados o desencarnados, siguen obrando igual.
Hasta que más adelante comienzan a recibir las consecuencias de sus obras, empiezan a vivir sufrimientos y penas, venganzas y todo tipo de situaciones nada agradables para ellos, pero la rebeldía y el orgullo ya se instalaron en ellos y van siguiendo por la senda del mal vida tras vida, no se elevan nada, y permanecen atados y vinculados a planos inferiores complicándose en cada vida más y más.
Todo por no desarrollar esa fuerza de voluntad de la que Dios le dotó y por creerse superiores a todos los que le rodean. Para estos espíritus llegará un momento en el que Dios saldrá a su paso, mediante el reajuste necesario propiciado por las leyes universales, que mediante el sufrimiento y las vidas de durísima expiación tendrán que soportar para desandar lo andado y empiecen a comprender que hay algo muy por encima de ellos, que por amor les hará ir corrigiendo todos estos defectos y sus malas inclinaciones.
Por muy difícil que nos parezca esta cuestión entre el bien y el mal, es así de simple, somos los jueces y árbitros de nuestro destino, desde el principio de los tiempos, tan fácil es escoger un camino como el otro.
¿No nos sigue pasando esto mismo todavía hoy en día, con lo civilizados que se supone que estamos? ¿No nos dice la conciencia, lo que debemos y no debemos hacer? ¿No sabemos ya más que suficientemente cual es la diferencia entre el bien y el mal? Y sin embargo las más de las veces hacemos lo que más satisface a nuestros intereses particulares y egoístas.
Por puro sentido común, diríamos que al tener más conocimiento y más desarrollados todos los sentidos en comparación a un ser humano primario, no nos debería pasar esto, es decir obrar contra natura, a sabiendas de que lo que hacemos está mal y que podemos hacerlo mucho mejor, seguimos haciendo infinidad de cosas mal al cabo del día, son pequeños detalles, no sólo de acción, sino de pensamiento y sentimiento. ¿Qué es lo que falla entonces? Vuelvo a insistir la falta de voluntad, unida además a los defectos morales que hemos ido desarrollando en el curso de nuestra evolución y que son como un lastre que no nos deja manifestarnos libremente, con esa pureza e inocencia con la que Dios nos creó.
Volvemos a lo de siempre, el problema está en el uso que le damos a nuestra libertad para elegir, en nuestras imperfecciones y en el poco esfuerzo que ponemos en superar las malas inclinaciones. Los que busquen la causa de estas imperfecciones y de la existencia del bien y del mal, en otros argumentos, han de pensar que Dios no se equivoca, no hagamos como los espíritus rebeldes que van contra las mismas leyes de Dios, pensando que en su obra está la causa de sus males.
Fermín Hernández Hernández
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