DESPERTAR FELIZ

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El despertar feliz

Una vez hemos asumido que el desprendimiento del cuerpo físico es diferente en cada persona, en función de sus propios actos, realizaciones, creencias e ideas, (Obras y méritos alcanzados en la vida en la Tierra) pasamos a profundizar sobre cómo será el despertar en ese Más Allá que nos aguarda. Entonces puede ser un despertar  feliz y afortunado o desdichado y doloroso.

En este primer artículo veremos la opción despertar feliz.

¿A dónde vamos en un primer momento? ¿Con quién nos encontraremos? ¿Habrá alguien esperándonos al otro lado? ¿Recibimos ayuda inmediatamente? ¿Qué es la turbación del espíritu? ¿Tenemos la posibilidad de entrar en contacto con nuestros seres queridos ya fallecidos? ¿De ser así, podremos hacerlo directamente o a través del alguien?

Existen muchos y variados interrogantes a los que intentaremos responder.

Al producirse la separación entre el cuerpo y el espíritu dejamos de pertenecer a la esfera social humana. A partir de ese momento, el espíritu se sumerge en un estado de turbación en el que pierde el conocimiento y las facultades. Ese estado de turbación guarda muchas similitudes con las sensaciones que el espíritu sintió al encarnar. Su duración puede variar, siendo muy corta para los espíritus más adelantados y, muy larga y dolorosa, para los espíritus más materializados, que no llegan a comprender lo que están experimentando. No asimilan el hecho de haber abandonado la vida física y rehuyen los cambios a realizar. Desean «La vida que habían llevado anteriormente» y por descontado, no quieren reconocer los errores que cometieron en esa vida recién concluida. Esta actitud es un grave error que será comprendido y asimilado más pronto o más tarde.

Para unas personas es como un sueño ligero del que despiertan con un sentimiento de plena felicidad y con predisposición a continuar progresando, comprobando que se adaptan fácilmente a esa nueva situación. Y es simplemente… que ya no tienen nada que temer.

Para las personas materializadas y recalcitrantes, aceptar la nueva situación se convierte en una auténtica pesadilla de la que difícilmente pueden librarse pues, con sus pensamientos y actitudes retrasan su propio adelanto espiritual. Entienden la muerte como la destrucción total de la vida que mantenían pero, como perciben que continúan completamente vivos, este sentimiento les mantiene sumergidos en una total confusión y se rebelan contra la nueva situación.

Indicaba Jesús de Nazareth: «La casa de mi padre tiene muchas moradas». Moradas que existen tanto en el plano material como en el espiritual y cada persona accede a aquella que le corresponde en función de sus virtudes y defectos, es decir, en función de su quantum vibratorio. En el plano espiritual existen numerosos niveles de conciencia distribuidos en diferentes «Planos astrales» a los que denominaremos: Astral superior, astral inferior y umbral. Este último es la faja vibratoria más cercana a la Tierra. Básicamente, ésta es una descripción muy genérica pues realmente existen tantos planos de vida como niveles de conciencia. Los espíritus se reúnen en función de su sintonía o quantum vibratorio en: Ciudades, regiones, etc., que les albergan en función de su grado de evolución o lo que es lo mismo, de su similar faja vibratoria.

Por Ley Cósmica de Afinidad, cada espíritu accede exclusivamente allí donde le corresponda en función de la mencionada frecuencia vibratoria. En el Mundo Espiritual existen incontables niveles espirituales (Es lo que conocemos como Ley de Jerarquía Espiritual). Desde el ser más primitivo hasta los seres de mayor elevación existe una escala casi infinita. Hay igualmente un grupo de espíritus cuya misión específica es la ayuda a los recién desencarnados.

Aquellas personas fallecidas con espíritus elevados y nobles sentimientos son acogidos por estas entidades espirituales, que los reciben amorosamente y les trasladan al hogar que les corresponde según su nivel de adelanto. Del mismo, aquellos que necesitan reposo por sus circunstancias particulares, atenciones médicas, o cuidados consecuencia de largas enfermedades, incapacidades, etc., son conducidos a hospitales y clínicas para su rehabilitación. Una vez recuperados, podrán emprender trabajos que les permitan continuar con su progreso.

En los planos de luz y armonía no existe la obligación del trabajo, se trabaja única y exclusivamente por propio deseo, dedicándose cada cual a aquellas tareas que vocacionalmente puede ejercer y que le aporten los valores y cualidades necesarios para su desarrollo espiritual.

Es el despertar feliz y venturoso del espíritu que comienza a recoger los frutos, los resultados de sus buenas obras en la Tierra. El recién desencarnado recibe, sin haber esperado nada a cambio, la conveniente y necesaria ayuda espiritual para su rescate y auxilio. Esas entidades se vuelcan en su ayuda para esclarecer sus pensamientos lo antes posible y que llegue a comprender su nueva situación y lo mucho que le espera en esa nueva vida del espacio. Una vez liberadas las ataduras de la vida corporal, el ser puede así reincorporase de la forma más natural a una existencia plena en el plano espiritual (Existencia que es la única y auténtica y a la que todos pertenecemos).

Es un despertar feliz cuando recobramos todas nuestras facultades, cuando volvemos a ser conscientes del paso realizado, cuando recordamos nuestra vida en la materia como una lección que necesitábamos aprender y estamos dispuestos a seguir trabajando en las obras que el futuro nos tiene reservadas. Resulta imposible describir con nuestras limitadas palabras la dicha inenarrable que siente el espíritu cuando ve ante sí el premio que Dios le reserva por haber superado las pruebas y experiencias vividas en el planeta. Es inmensa la dicha que reina en esas ciudades de armonía, luz y amor, en las que todos los seres colaboran en pos del bien común. Por decirlo de algún modo, recibimos el ciento por uno.

Llega entonces el reencuentro con los seres queridos que nos antecedieron en la vuelta a la vida espiritual. Allí tenemos reservados un hogar, una estancia y una vida plena rodeada de espíritus afines que vibran en una sintonía semejante a la nuestra y, dónde sobre todo, reina el respeto a Dios, a su Obra y el íntimo deseo de continuar progresando.

Hasta llegar hasta aquí, habremos pasado por una pequeña turbación, sí… pero, gracias a la preparación espiritual adquirida con nuestro comportamiento en la Tierra, gracias a nuestra buena predisposición, y a la fe en la continuidad de la vida, nos hemos ganado la ayuda de los colaboradores en el proceso desencarnatorio descrito en los párrafos anteriores. Así, despertaremos rápidamente a la vida espiritual y viviremos la felicidad del reencuentro con nuestros seres queridos y recuperaremos nuestra verdadera identidad, preparados para continuar con nuestra evolución.

Comprender las Leyes Universales, tener la claridad de ideas necesaria y estar en las condiciones íntimas adecuadas no significa que tengamos carta blanca para poder visitar a los seres queridos que hemos dejado atrás en la Tierra. Esta decisión es atributo exclusivo de seres de mayor elevación, quienes dirigen esas visitas y son conocedores de las características y necesidades particulares de cada persona.

Y es que cada espíritu ocupa el lugar que le corresponde, tanto en la tierra como en el espacio. Cada persona debe ocuparse de su propio trabajo y progreso y ajustarse a la planificación y cumplimiento de los objetivos que se ha marcado para su proceso evolutivo.

Al contrario de lo que muchos pudieran creer, no pensemos que nuestros seres queridos, ya desencarnados, tienen la posibilidad de estar a nuestro lado cuando lo desean para ayudarnos en nuestra existencia. Pueden visitarnos en momentos muy puntuales, por breve espacio de tiempo y, siempre con la debida autorización. Esto es debido, por un lado, al hecho de que no estarían cumpliendo su misión en el plano espiritual como deben, y por otro, al hecho de que resulta difícil mantenerse dentro de la esfera terrestre, al no ser este su hábitat natural. Los encarnados a su vez, tenemos también una misión que cumplir (Nuestro propio camino)  y debemos dejar que ellos sigan el suyo propio.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia labor a realizar y únicamente nos reencontraremos con nuestros seres queridos cuando la Providencia lo estime oportuno. Siempre podemos evocarles o pedirles ayuda. Desde el espacio, ellos siempre nos escucharán pero, deben seguir necesariamente con su trabajo y línea evolutiva. Por Ley de Jerarquía Espiritual, vendrán a ayudarnos únicamente aquellos espíritus destinados al auxilio, socorro, protección y amparo a los recién desencarnados. Nuestros familiares y amigos solo podrán hacerlo muy puntualmente, siempre que su fortaleza, medios y grado de adelanto se lo permita y, contando siempre con el beneplácito de los espíritus responsables.

Sucede exactamente lo mismo cuando pretendemos que acudan inmediatamente a comunicarse con nosotros a través de un médium. Una cosa son nuestros deseos y otra muy diferente, que ese acto se pueda realizar. Podría darse esta posibilidad para un espíritu que se encontrase muy esclarecido y con bastante elevación pero… francamente, resulta muy difícil que esta circunstancia pueda llegar a producirse. Sin mencionar otro problema, tendría que contar con el médium adecuado.

El desconocimiento de las Leyes Espirituales en relación al proceso que sigue todo espíritu una vez desencarnado y, nuestro deseo de querer saber de él, del lugar en que se encuentra, situación, etc., nos lleva en muchas ocasiones a pedir imposibles. Debemos tener paciencia, dejar que los espíritus sigan su propia trayectoria en el plano espiritual y dedicarnos a nuestro propio camino. De este modo no les perturbaremos y podremos centrarnos mejor en nuestra propia evolución.

Igual que nosotros deseamos conocer su estado y condiciones, ellos a su vez, también desean tener noticias nuestras: Si estamos bien, si superamos las dificultades, si logramos nuestros propósitos, etc., por ello, debemos dejar que resuelvan sus propias tareas y que se dediquen al desarrollo de sus labores en el espacio, para qué, llegado el momento, cuenten con los suficientes méritos, fortaleza y preparación para venir a vernos o comunicar con nosotros. No dudemos de que ese momento llegará, eso sí, una vez cuenten con la necesaria autorización. Es entonces cuando nos levantaremos una mañana con el sentimiento de haber soñado con nuestros seres queridos. Posiblemente han «bajado» a vernos y están a nuestro lado por unos días.

Mientras tanto, pidamos siempre por ellos, para que tengan la luz y fuerza espiritual necesarias para dedicarse íntegramente a sus funciones en el plano espiritual. Ellos, a su vez, también pedirán por nosotros, por nuestro bienestar y para que tengamos la claridad espiritual adecuada en todas las decisiones que debamos tomar. Cumpliendo estos requisitos y con buena voluntad y predisposición, también podemos aprovechar las horas del sueño para re-encontrarnos con nuestros familiares y amigos.

Debemos tener presente que lo que más influye al espíritu, tanto encarnado como desencarnado, es su grado de adelanto espiritual. Esto le puede permitir que pueda realizar, o no, una determinada serie de trabajos. Los espíritus, una vez inmersos en la vida espiritual y en los esfuerzos necesarios para seguir evolucionando, dejan de interesarles las motivaciones de la vida terrestre. Tienen todo el Universo por delante, y saben que todo llega a su debido momento.

Despertar Feliz por:    Fermín Hernández Hernández

© 2016 Amor, paz y caridad

 

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