CUALIDADES DE LOS MIEMBROS

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Cualidades de sus miembros

Cualidades de los miembros

Vemos que el hecho de conformar un grupo espirita representa una gran responsabilidad, un compromiso que exige predisposición y renuncias personales; sacrificios en aras de un trabajo compartido con los demás miembros del grupo. Conlleva, además, la exigencia de atender a todas las personas que llegan hasta los centros espíritas buscando ayuda y amparo, también conocimientos; personas que buscan restablecer su equilibrio perdido, personal e íntimo, estabilidad que perdieron y que no han sabido o podido encontrar en otros lugares, centros, asociaciones o personas.

Por ello, entiendo necesario que los componentes de una asociación espírita templen su carácter, su forma de actuar, su forma de ser, es decir, que reajusten su vidas, sus valores, sus peculiaridades, sus condiciones, para convertirse así en el punto de apoyo que exige la filosofía espírita a la hora de prestar ayuda a las personas necesitadas. Dedicación que exige una preparación previa y el compromiso personal.

No obstante, el trabajo debe realizarse en conjunción con los demás integrantes del grupo. Es por ello que quiero dejar constancia de que todos son necesarios y ninguno imprescindible. Esa es la regla de oro que pone a rodar los engranajes de todo grupo espírita. En paralelo, evita también el endiosamiento de algunos, el bastardo orgullo de otros y el fanatismo de los más. Sucede que el trabajo en equipo favorece la humildad, favorece que todos compartan idéntica meta, idénticos compromisos y pruebas. El trabajo en equipo hace las cosas más fáciles, pues cada individuo aporta sus cualidades, su “savoir faire”. Allí donde una persona no llega por sí misma, el conjunto puede hacerlo.

Así y todo, para que esa máquina humana opere en sincronía y todas las partes de ese conjunto vertebrado atiendan su misión es determinante cierto grado de entendimiento, sinceridad y honestidad. Nadie puede arrogarse ser mejor que los demás, imponer su criterio, su modo de ver y entender las cosas, su forma de hablar o pensar. En los trabajos de equipo el mérito es grupal, es de todos y de cada uno de los componentes, para nada individual. Y aunque cada persona es diferente, también lo son sus peculiaridades, sus cualidades, sus virtudes y defectos, su forma de entender la vida; algo que le diferencia del resto. No obstante, la suma de esas peculiaridades, de esas individualidades, conforma un hermoso ramillete.

Ratifico, en un grupo espirita debe predominar el conjunto, la suma de las individualidades, la suma de las intenciones y capacidades. Se trata de un pacto en común para el progreso individual y colectivo. Circunstancia que implica enorme esfuerzos, grandes dificultades para quienes son incapaces de llevar sus cargas en soledad; personas que no tienen que rendir cuentas a nadie, personas a las que nada se les exige, personas a las que no se les impone compromiso alguno, personas a las que nadie corrige o reprende, personas que actúan como quieren. Qué duda cabe que el trabajo en equipo es más provechoso que el realizado en solitario. Sus logros son mayores, más relevantes, conllevan mayores consecuciones individuales y colectivas. Así lo dictamina la ley de sociedad.

Dicho esto, afirmo que los miembros de un grupo espírita deben ser conscientes de que se les exigen algunos requerimientos, imprescindibles para no verse abocados al fracaso. Y en la medida en que se cumplan las premisas iniciales, los componentes del grupo crecerán junto con su satisfacción y compromiso. Es muy posible que su nexo de unión provenga de lazos antiguos, perdidos en las tinieblas del tiempo y del espacio.

También diré que la rebeldía no tiene lugar en un grupo espirita. Muy al contrario, sus componentes deben ser prudentes, reflexivos, disciplinados. Cualidades que favorecen la unidad y el consenso y que redundan en un mejor cumplimiento de compromisos. A título de ejemplo diré que un grupo espirita se parece a una trainera, donde la sincronía, la unidad, el esfuerzo en común marca el ritmo, la cadencia.

También la sinceridad es otro factor determinante. Resulta normal, habitual incluso, que existan desavenencias, opiniones diferentes, criterios dispares. A pesar de ello, el diálogo ayuda siempre a superar los escollos. Un diálogo respetuoso, constructivo, de comprensión mutua que busque limar asperezas y alcanzar un criterio uniforme y común, es decir, el consenso. También es habitual que algún miembro desee imponer su criterio, su punto de vista, acertado o no, sobre el resto de integrantes. No obstante, el buen hacer de los componentes sabrá resolver cualquier desavenencia. Tampoco se puede olvidar que el ansia de imponer criterios y opiniones, por lo general, acaba destruyendo las instituciones más solventes.

Citaré también la generosidad como elemento determinante en cualquier proyecto en común. Generosidad en el trabajo, en la dedicación, en la entrega, en el tiempo; en resumen, en el sacrificio y renuncia que impone la pertenencia a un grupo espírita. Y esa dedicación, esa entrega, debe ser compartida por todos los miembros. Nadie es más que nadie, tampoco menos que nadie. A todos compete esforzarse en idéntica medida.

Y qué decir del buen talante, de la mirada franca, de la sonrisa jovial, de la predisposición, de la confianza y la amabilidad de todos para con todos, componentes del grupo o no. La actitud de cada integrante debe ser reflejo de esas cualidades, brillar con luz propia.

También recomendaré la crítica constructiva hacia los compañeros, la erradicación de los malos comentarios, las malas críticas, los juicios malintencionados. Siempre produce mejor resultado realzar las cualidades y virtudes que todos poseen. En un grupo espírita nadie debe juzgar a sus compañeros bajo ningún aspecto, si acaso entender, callar y disculpar. Es a través del juicio malsano que se cuelan los compañeros descarriados que perjudican a los grupos. Por tanto, cerrarles las puertas no solo es recomendable, sino imprescindible. Quizás el método óptimo para hacerlo sea con una crítica positiva, conciliadora y amable.

Y no quiero dejar atrás el cariño, el amor en todas sus facetas. Es por ello que todos los compañeros de ideal, debemos cultivar el amor entre nosotros, mediante el afecto, la gratitud y la amistad; poniendo en valor las virtudes de cada uno posee.

Para concluir, deseo recordar la frase del Maestro de Maestros, Jesús de Nazaret, el Regente Planetario, que dice así:

“A los míos se les reconocerá porque se aman”

Todo lo demás es burda charlatanería, palabras vanas.

 

Cualidades de sus miembros por:  Fermín Hernández

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