AMOR A LA PATRIA

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Amor a la patria

 

Amor a la patria, vemos aquí otro aspecto del Amor, digno de tener su propio apartado.

Denominación de Patria según la R.A.E.:

  • Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
  • Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.

Mencionaremos que estas definiciones tienen únicamente el valor de su trasfondo material y, este está limitado al tiempo que permanecemos en una existencia física. Por ello, debemos aprender a diferenciar en estas definiciones entre; su significado material y su trasfondo espiritual. Ello gracias a los conocimientos que hemos venido incorporando a nuestro acerbo espiritual.

Siendo como realmente somos, seres espirituales, debemos insistir en ello una y otra vez. Nuestra percepción de las cosas cambia con el transcurso del tiempo y las experiencias. Con los años vamos sumando madurez y experiencia, aprendiendo a enfocar los asuntos con mayor precisión y conocimientos, usando el raciocinio y la lógica, la sensatez y el sentido común y no dejándonos influenciar por las pasiones y la impaciencia. En idéntico modo, vamos asumiendo nuestro rol espiritual, vamos ordenando ideas y dándoles su verdadero sentido y transcendencia.

Evidentemente, no podemos contemplar los problemas desde el mismo punto de vista estrictamente material qué, cuando conocemos y profundizamos los asuntos espirituales. Los planteamientos cambian y los resultados también.

En este asunto que estamos tratando, debemos ampliar la visión materialista de la palabra “Patria”. Una visión espiritual nos hace comprender que somos ciudadanos universales, participes de toda la Creación, o cuanto menos, como ciudadanos de este planeta al que pertenecemos. Unas veces encarnamos en un determinado país, en otras, en cualquiera de los demás que integran el planeta. Todo ello, siempre en virtud de los méritos y necesidades evolutivas de nuestro espíritu.

Nada más lejos de nuestra imaginación querer dar a entender que no debamos valorar y amar la tierra que nos ha dado cuna y cobijo. Pero este sentimiento no debe empujarnos a rechazar países o tierras vecinas con los que posiblemente mantengamos antiguas raíces que desconocemos. ¿Quién no guarda en la memoria algún déjà-vu visitando otros lugares? Hoy nacemos españoles, en el pasado, posiblemente romanos, franceses, ingleses, americanos…; dondequiera que nuestro camino espiritual nos llevase y, en el futuro seremos “ciudadanos” de otros planetas y mundos. La evolución nos lleva en multitud de vidas a lugares distintos, siempre en función de nuestras necesidades evolutivas. Bebemos de las fuentes que el destino nos aporta en cada momento.

El amor y el reconocimiento a la tierra que nos da cobijo llegan como un sentimiento natural originado por nuestras raíces humanas. Se incorpora a nuestro acervo espiritual, independientemente del lugar, región, país o continente dónde nos haya llevado nuestro devenir como entidades en evolución, necesitadas de experiencia y progreso.

Ahora bien, en determinados momentos transcendentales para un país o nación, es necesario, revestirse de un sentimiento patriótico de coraje y valentía, a fin de defender los valores y las propia patria, en defensa de los ataques e injusticias externas que puedan sobrevenir y que de hecho han acontecido en diversos momentos de la historia de la humanidad, como nos relata León Denis, en su obra “Después de la muerte”, y que dice así: ”Ningún testimonio de la intervención de los Espíritus en la vida de los pueblos es comparable a la historia conmovedora de la virgen de Domrémy. Al comienzo del siglo XV, Francia agonizaba bajo el pie de hierro de los ingleses. Con la ayuda de una joven, de una niña de dieciocho años, (Juana de Arco); las potencias invisibles reaniman a un pueblo desmoralizado, despiertan el patriotismo extinto, inflaman la resistencia y salvan a Francia de la muerte”.

No obstante, los conocimientos espirituales nos ayudan a descartar los fanatismos que pudiésemos sentir hacia cualquier país pues, nos insisten en la temporalidad de las existencias físicas. El sentimiento de gratitud debe permanecer siempre y nada debe arredrarnos cuando sentimos una deuda de gratitud con nuestro país, si con ello beneficiamos su desarrollo.

Cuando el espíritu se ve libre de materia, tiene una visión y un sentimiento de justicia mucho más amplios, deja de considerarse ciudadano de un lugar concreto para convertirse en ciudadano del Universo. Atrás quedan los fanatismos, pasiones y vínculos materiales que confunden nuestro caminar, generando deudas para futuras existencias.

Todo aquello que separa a los seres humanos suele ser fruto del egoísmo, del fanatismo y de pretensiones equivocadas; son los síntomas de la inferioridad moral de aquellos que enarbolan banderas para crear diferencias entre personas.

Hay que guardar serias reservas hacia estas tendencias pues, a consecuencia del apasionamiento y del fanatismo, caemos en la falta de respeto y en el desamor hacia otros pueblos, hace que nos creamos superiores, que les ataquemos y menospreciemos, que volquemos nuestros resentimientos hacia ellos, creyendo que al hacerlo estamos defendiendo lo nuestro. Olvidamos que el destino puede, perfectamente, hacernos encarnar en un futuro, en diferentes lugares para, de ese modo hacernos comprender que somos espíritus, hermanos universales, sin distinción de razas y credos.

Los ricos de hoy son los pobres del mañana, la bandera que hoy nos representa puede ser mañana la de nuestro adversario. Si sentimos aversión hacia una comunidad, mañana puede ser la nuestra. Seamos pues consecuentes y dejemos de lado los nacionalismos y todo aquello que por su temporalidad, es únicamente una herramienta de progreso que nos ha de servir para forjar interiormente la verdadera grandeza: “Servir con amor a nuestro prójimo” sea cual sea su origen.

De índole similar son los sentimientos entre razas. Existen personas que albergan sentimientos de odio hacia otras razas por el mero hecho de ser y pensar de diferente modo. Todos conocemos ejemplos de estos odios. El espíritu carece de raza, color y nacionalidad y, este es un conocimiento que esta Humanidad debe tener muy presente, especialmente cuando está en camino de una imparable transformación moral.

Afirmaban los religiosos de América del Norte, que los negros servían únicamente para ser esclavos porque no tenían alma. Que Dios no era negro, sino blanco y, con este obtuso argumento apoyaban la esclavitud. ¿Quizás ellos habían visto a Dios para afirmar que era blanco? (Extraído de la obra de Martin Luther King, La fuerza de Amar.)

Hoy viene sucediendo algo similar, la falta de conocimiento espiritual, junto con los defectos que llevamos impresos en nuestra personalidad nos llevan a apasionarnos, a fanatizarnos con la bandera de nuestra región o país, con nuestra religión, con la política, con el deporte… absolutamente con todo. Contaminamos el mundo con nuestros defectos morales y la ignorancia espiritual.

La vanidad y el orgullo mal entendidos nos impiden ver el lado bueno de las personas. Existen quiénes, teniendo algún tipo de conocimiento espiritual, por no ponerlo en práctica y no trabajar en su mejora interna, incurren en este tipo de errores. Su responsabilidad será aun mayor.

“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Esta sencilla frase del Maestro traza una clara línea para darnos a entender y distinguir entre; lo que es material y por ello temporal y, lo que es espiritual, eterno. Hay que defender y amar a nuestra tierra, pero esto no debe llevarnos a prácticas xenófobas, a la falta de respeto y consideración hacia todo aquel diferente a nosotros. Recapitulemos pues sobre las consecuencias que esto puede acarrear a nuestras próximas existencias. Aprendamos la lección.

La justicia es inmanente, tenemos libertad para actuar pero, esa misma Ley kármica pondrá en marcha  los ajustes  necesarios para conseguir que aprendamos a evitar a los demás aquello que no deseamos para nosotros.

 

Amor a la patria por:    Fermín Hernández Hernández

© 2017, Amor, Paz y Caridad

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