Vicios sociales
Al igual que en todos los tiempos, cuando el ser humano alcanza cierto grado de desarrollo económico, tiende a buscar la felicidad en los placeres, con lo cual cae en la trampa de los hábitos viciosos o vicios sociales. Y el vicio es un error de cálculo en la búsqueda de la felicidad. Es un espejismo que atrae, pero que sólo atrapa a los débiles, y a los que se dejan llevar por el deseo, ejerciendo luego dominio sobre ellos. Bien sabido es ya que los vicios se pagan con pérdida de salud y de fortuna y se recuerdan con arrepentimiento.
Da pena ver a tanta gente camino del suicidio involuntario, conducida lentamente por los vicios. Porque, los vicios, tal como los conocemos hoy, son contrarios a las leyes naturales. Nuestro organismo sólo exige la satisfacción de sus necesidades naturales, que son muy pocas y fáciles de satisfacer. Pero, cuando dejamos arraigar en nosotros hábitos viciosos, tales como las bebidas alcohólicas, el fumar, el sensualismo, el juego, los estupefacientes, etc., llamados deleites y goces; esos hábitos arraigan en la psiquis y llegan a exigir violentamente la satisfacción de los mismos.
Quien no tiene el vicio de las drogas, por ejemplo, no tan sólo no las desea, sino que tampoco piensa en ellas. Quien no tiene el hábito vicioso de tomar vinos y licores, no los apetece ni el cuerpo se los pide; aunque sí, por medio de esa sensación de sed le pide agua para atender al normal funcionamiento del organismo. Quien no tiene el hábito de fumar, el cuerpo no le pide la satisfacción de esa artificiosa necesidad; pero, en cambio le pide aire puro para oxigenar la sangre y limpiarla de los desgastes y desechos de la asimilación orgánica. Quien no sea esclavo del hábito de las golosinas de confitería, no siente la menor necesidad de ellas, en cambio, el cuerpo le pide imperiosamente alimento que lo mantenga, y al satisfacer esa necesidad señalada por la sensación de hambre, queda satisfecho.
Comencemos con un breve análisis del vicio que aparenta ser el más inofensivo: el hábito de fumar. El tabaco, base de ese hábito, es uno de los tantos enemigos del hombre y más aun de la mujer; enemigo que estos protegen y cuidan con esmero. Mejor dicho, la planta que produce la hoja del tabaco, no es enemiga de nadie; pues, como todo en la creación, ha de tener un objeto útil, como las aplicaciones que comienza a descubrir la medicina homeopática (detalle aparte al final de esta lección).
El tabaco, tal como se usa actualmente en el fumar, es un veneno. Si bien es verdad que el organismo moviliza los recursos necesarios para contrarrestar la acción tóxica de la nicotina y otros alcaloides dañinos contenidos en el tabaco, mediante la producción de antitoxinas defensivas, no es menos verdad que siempre queda en el organismo un residuo considerable. Para que tengáis una idea de su toxicidad, no tenéis más que probar haciendo que un adolescente fume un cigarrillo entero, y veréis que al terminar sentirá mareos y malestar. Análisis de laboratorio se han hecho de los sudores fríos que han seguido a esa condición, a ese ensayo, revelando tener varias substancias tóxicas peligrosas, que el organismo en su defensa expulsó por el sudor.
Además del alquitrán residual del cigarrillo que va acumulándose en las paredes de los bronquios y los bronquiolos y alvéolos pulmonares, la cantidad de nicotina y ácido prúsico que recibe cualquier fumador moderado, es suficiente para causar la muerte a una persona abstemia si es ingerida en una sola vez. Y 50 mg. de nicotina pueden matar a cualquier fumador moderado, si le son inyectados en una sola vez; sin embargo, un fumador muy viciado soporta hasta 100 mg. en el transcurso del día, sin consecuencias mortales. Y esto es debido al intenso trabajo que efectúa el organismo en permanente proceso de desintoxicación, carga ésta onerosa que requiere energías que el organismo ha de tomar de su economía. De aquí que, el fumador inveterado tenga debilitadas las defensas y menores reseñas para resistir cualquier invasión microbiana y atender a otras necesidades orgánicas.
La mayoría de los cardíacos no resisten el tabaco. Los hepáticos, cuyo hígado funciona con dificultad hasta para filtrar substancias inofensivas, son otras tantas víctimas de la acción insidiosa del tabaco. Pues, el tabaco con su contenido de nicotina, ácido prúsico, amonia, extractos azoados, ácido málico, ácido tánico, etc., sobrecarga ese órgano ya enfermo, agravando la salud. Amén de otros trastornos como son irritaciones bronquiales, pulmonares y estomacales. Además, la inhalación de cierta cantidad de gas venenoso en forma de monóxido de carbono. Son muchos los casos de dispepsia por la ingestión de la saliva contaminada, la cual afecta la secreción de los jugos gástricos y enzimas, tan necesarios para una buena asimilación. Y algo bien curioso, es el hecho comprobado del poco paladar de los fumadores, debido a que la nicotina atrofia la sensibilidad de las papilas del paladar.
Las mujeres son las más sensibles a las toxinas del tabaco y afecta a sus órganos de reproducción. Entre otros males, les congestiona la garganta enronqueciendo la voz (voz masculina), lo cual le resta feminidad. A fuerza de sufrir los efectos constrictivos del tabaco sobre los vasos sanguíneos, la mujer que fuma pierde prematuramente el frescor del rostro y el brillo de los ojos (la conjuntiva se empaña). El cutis se marchita y arruga prematuramente, porque afecta a las células de los tejidos, lo que hace que las arrugas comiencen antes de tiempo.
Otro de los enemigos del hombre, causante de muchas desdichas humanas, es el alcohol, especialmente en los hogares de la gente de menor cultura. No el alcohol propiamente, que tiene muchas aplicaciones útiles; sino el uso y abuso de las bebidas alcohólicas, que está tomando incremento en la clase trabajadora y siendo ya causa de muchos males, como la delincuencia, accidentes personales y de automóvil, y otros muchos que mantienen las cárceles llenas de infelices que directa o indirectamente hasta allí el alcohol los ha llevado.
Vicios sociales por: Sebastian de Arauco
Este artículo Vicios sociales, esta extraído del curso psicológico espiritual de Sebastian de Arauco.