Aceptación y resignación
“Aceptándonos como espíritus en evolución, adquirimos los valores para comprender y vencer el sufrimiento”
La palabra aceptación tiene connotaciones que no definen ni expresan con precisión su auténtico significado. Si abordamos el enfoque desde la psicología, la definición de aceptación es más o menos la siguiente: significa reconocer las situaciones no deseadas de nuestra realidad sobre las que no podemos hacer nada para modificarlas, aprendiendo a asumirlas (sin quejas ni excusas) y así fortalecer nuestra tolerancia a los fracasos, pérdidas o desengaños vitales.
Hay quien la confunde con resignación, con debilidad, sometimiento ante el infortunio, cobardía, a la hora de enfrentar los problemas y darles la respuesta debida, etc.
El auténtico significado de esta palabra y su concepto espiritual profundo sugiere definiciones contrarias a las expresadas en el párrafo anterior. Desde el enfoque que pretendemos analizar, la aceptación es sinónimo de valentía, resiliencia, tolerancia, humildad, resignación dinámica, fortalecimiento ante el fracaso o la pérdida, inteligencia, fe y confianza en Dios.
Desde la certeza que nos brinda el conocimiento espiritual acerca de que las casualidades no existen, y que todo tiene un orden e intención, se presentan ante nosotros las reflexiones necesarias para comprender que aquello que nos acontece, y que no es consecuencia directa de nuestra acción u omisión en el uso de nuestro libre albedrío, se debe sin duda a una causa cuyo origen es desconocido la mayoría de las veces, mas no por ello inexistente.
Todo efecto tiene una causa, lo que ocurre es que, con frecuencia, los grandes acontecimientos aflictivos que se presentan en la vida presentan un origen desconocido para nosotros, pues su causa tiene una raíz espiritual que en este momento desconocemos. Esa raíz puede encontrarse la mayoría de las veces en nuestro pasado, y también en nuestro inconsciente, que a consecuencia de determinados sucesos activan en nuestro interior emociones o recuerdos inesperados que nos conducen a situaciones desagradables o impensables porque nunca antes se habían presentado en nuestras vidas.
Precisamente, el desconocimiento o ignorancia de las causas que producen o activan estas situaciones sufrientes y aflictivas nos lleva a intentar buscar soluciones que alivien el problema o lo minimicen al máximo si no hemos sido capaces de superarlo. Y aquí es donde “la aceptación” ante estas situaciones difíciles se presenta como el primer paso para la solución del problema. El modo, y la manera en que enfrentamos los problemas que la vida nos presenta es el comienzo de la solución o el agravante del problema.
“Aceptar el problema para acabar con su causa es importante para su solución. Examinarlo y enfrentarlo de forma valiente lleva a la paz y lucidez.”
Victor Frankl -Psiquiatra
Desde el punto de vista psicológico, el gran Psiquiatra Victor Frankl afirmaba que aceptar el sufrimiento inevitable (aquel del que no podemos escapar) puede tener una gran utilidad en el crecimiento y fortalecimiento de la psique, minimizando sus efectos al máximo si somos capaces de encontrar el sentido profundo que ese sufrimiento tiene.
Desde el punto de vista espiritual, todavía es más importante no caer en la rebeldía que el sufrimiento produce cuando se presenta, y tampoco dejarse llevar por la ira, la violencia o el sentimiento de injusticia. Esta actitud no solamente no conduce a nada, sino que amplía en nuestro interior ese sufrimiento al generar las desarmonías que estas actitudes (rebeldía, ira, violencia, etc.) producen en nuestro interior y en la relación con los demás.
La comprensión de las leyes que rigen el progreso del alma humana confirma que nada grave ocurre al azar, pues este último no existe. Si una aflicción grave se presenta en nuestro camino sin avisar, sin duda se trata de una prueba o expiación que hemos aceptado antes de encarnar; y aunque no lo recordemos, nuestro espíritu está preparado para solventarla y enfrentarla con valentía si somos capaces de movilizar nuestros recursos internos (nadie afronta cargas que no pueda superar).
Por eso es tan importante, en primer lugar, aceptar y no negar la situación. Pues si negamos la realidad de lo que nos ocurre, con mucha frecuencia optamos por fugas psicológicas (adicciones varias, transferencia de la culpa a los demás, a la mala suerte o a Dios, suicidio, etc.) para evadirnos del problema, pero con ello nada se soluciona, solo posponemos la solución y ampliamos el tiempo de tormento y aflicción.
Por otro lado, comprender el problema no supone aceptarlo, y esto es un grave obstáculo para su resolución. Muchas veces entendemos mediante la razón la causa, el origen y la situación del problema, sin embargo, nuestra parte emocional se niega aceptarlo porque nuestros deseos caminan en dirección opuesta a la solución del mismo, y esta cuestión nos estanca en un bucle de contradicción interna del que nos cuesta salir con facilidad, postergando en el tiempo la solución y conspirando contra nuestra propia salud psíquica, mental y emocional.
Entender y evaluar el problema para aceptarlo y posteriormente enfrentarlo con valentía es básico para minimizarlo y sobrellevarlo con “resignación” si no podemos hacer nada por eliminarlo.
Cuando hablamos de resignación, no nos referimos a la actitud pasiva de aceptar todo lo que nos llega sin oponer resistencia. Antes al contrario, la resignación a la que nos referimos es una “resignación dinámica”, que consiste en comprender la profundidad del problema, valorar su significado y aprovechar su circunstancia para fortalecer nuestro carácter ante las dificultades, adoptando las medidas necesarias para minimizarlo y superarlo.
Es tan importante esta actitud que, unida a la aceptación previa de la aflicción que nos agobia, nos permite enfocar la solución con alegría y perspectiva de progreso. Pues, al comprender el porqué y el para qué se ha presentado esa situación en nuestra vida, podemos liberar los recursos interiores de la paciencia, la calma, la asunción tranquila de la realidad y sobre todo la esperanza en el porvenir.
Si a esto unimos la confianza irrestricta en Dios y en su justicia, nos encontraremos en una posición dominante, donde la aflicción y el sufrimiento serán controlados por nosotros mismos, no dejándonos llevar por la desesperación y la angustia al entender que “Todo Pasa”; es decir, ningún sufrimiento es permanente, y con ello la esperanza de la vida espiritual, que es la auténtica vida, nos invita a comprender que estas situaciones son transitorias, específicas y concretas, derivadas de nuestras necesidades de progreso, reparación moral y fortalecimiento espiritual.
Aceptación y resignación por: Redacción
©2022, Amor, Paz y Caridad
“La aceptación es el resultado de un análisis tranquilo de lo que sucede, en calma, para dejarse conducir por Dios, que todo lo gobierna con inefable amor”
Divaldo P. Franco – Libro: Liberación por el Amor