En sucesivas conversaciones y estudios realizados sobre la actualidad del Movimiento Espírita, se trata con efusividad la mejor forma de divulgación de esta extraordinaria “Filosofía de Vida” que representa la codificación Espírita de Allan Kardec.
Partiendo del respeto absoluto que nos merecen todas las opiniones, no es menos cierto que un antiguo debate vuelve a aflorar y es siempre recurrente: aquel que hace referencia a la actualidad de esta extraordinaria doctrina. En este tema hay quienes piensan que es preciso renovar contenidos por considerarlos obsoletos en el tiempo en que nos encontramos.
Desde nuestra humilde y sencilla opinión creemos justo lo contrario, es decir, un estudio atento y riguroso de la doctrina kardeciana nos pone de manifiesto la total actualidad de la misma. Y en este tema hay una evidencia que la confirma: las investigaciones de la ciencia del siglo en el que nos encontramos están más cerca que nunca de los postulados enunciados por los espíritus a Kardec.
Dicho esto, hemos de diferenciar entre cuestiones capitales o nucleares de la doctrina espírita de algunas otras que son aleatorias, circunstanciales o coyunturales de la época en la que fue codificada. Así pues, no podemos elevar a categorías absolutas cuestiones de la doctrina que son complementarias y en absoluto principales.
Sin embargo, los cinco postulados básicos como la creencia en Dios, la Inmortalidad del Alma, la Comunicabilidad con los Espíritus, la Reencarnación y la Pluralidad de Mundos Habitados, nunca deberían ser cuestionados, pues forman la esencia principal que da sentido a la ciencia y la filosofía espírita, amparada en las consecuencias morales que conllevan la comprensión de los mismos y que no son otras que la práctica de una vida recta guiada por la moral cristiana.
Creemos conveniente expresar nuestra opinión -a riesgo de ser equivocada- sobre algunos aspectos sometidos a debate. Sinceramente no participamos de aquellos que expresan la obsolescencia de la doctrina kardeciana; pensamos justo lo contrario: no existe ninguna filosofía espiritual que acerque más Dios a la ciencia y al hombre que la ciencia espírita.
Esto supone una doctrina dinámica, abierta, que intercambia informaciones y admite ampliaciones y se enriquece con las nuevas conquistas filosóficas, ideológicas, científicas o culturales que los espíritus aportan al hombre en esta nueva etapa del progreso, en pleno siglo XXI. ¿No es cierto que la literatura mediúmnica ha venido ampliando los conceptos espirituales, filosóficos y científicos desde tiempos de Kardec hasta ahora?
La tendencia a subvertir ideas o conceptos es propia de los hombres, como también la de arrogarse autoridad para pontificar o declarar como verdaderos conceptos que no son compartidos por otros. Muchas personas, incluso espíritas, llevadas por su vanidad y soberbia aceptan este pernicioso rol que termina por dejarlas en evidencia.
“A los ojos de Dios, sólo es legítima aquella autoridad que se apoye en el ejemplo que ella misma da del bien”
Nadie puede arrogarse autoridad mayor en la doctrina de los espíritus que los propios espíritus. El carácter del Espiritismo, declarado por Kardec, es el de una ciencia filosófica de contenido moral, de alcance universal, cuyo principal autor son los espíritus de elevada condición, comandados por el Espíritu de Verdad bajo las instrucciones del Maestro Jesús, el paradigma del espíritu perfecto.
Ante esto, nadie, absolutamente nadie, puede apropiarse de esta maravillosa y extraordinaria obra liberadora del alma humana que es el Espiritismo, ni siquiera Kardec que, como el mismo dijo, no era obra suya, sino que simplemente fue el codificador y transmisor de una enseñanza que no era de su autoría.
Este carácter ecléctico y abierto de la doctrina espírita le augura un futuro esplendoroso. Al carecer de dogmas, de jerarquías, de ritos, de cultos exteriores, etc. se presenta como una doctrina de presente y de futuro. Esta doctrina heredó de su codificador un rasgo principal, su carácter científico y analítico:
“Prefiero rechazar noventa y nueve verdades antes que admitir una sola mentira”
Allan Kardec
La mente siempre ha de estar abierta, dejando de lado prejuicios y dogmas preconcebidos que cercenan y reducen la capacidad de análisis, impidiendo el progreso. Una mente preparada y decidida a estudiar aquello que mejore y amplíe lo que ya existe. De esta forma, acompasando el progreso de la humanidad, el Espiritismo, guiado por los mentores espirituales que lo colocaron en la Tierra, seguirá progresando, ampliando sus postulados hasta el infinito, y todo ello en paralelo al avance de la ciencia, tal como dijo Kardec:
“El Espiritismo, marchando con el progreso, nunca se desbordará, pues si la ciencia le demuestra que está equivocado en un punto, se modificará sobre ese punto, y si una nueva verdad se revelara, la aceptaría”
Y, si bien es cierto que las instituciones espiritas cumplen funciones de organización y divulgación del movimiento, ninguna de ellas debería atribuirse funciones que no le corresponden. Con frecuencia observamos cómo algunos de los dirigentes no cumplen con su deber de ejemplificar tal y como les correspondería, pero deberíamos explicar que son las personas, las que con sus imperfecciones, pueden contaminar la imagen de cualquier institución, e incluso llevarla por caminos poco recomendables.
Sin embargo, nada de esto debe preocuparnos en exceso. Es nuestra obligación colaborar para mejorar las instituciones, pero no debemos olvidar que, a pesar de las mismas, ninguna institución puede atribuirse motu proprio una autoridad que no le corresponde, ya que esto va en contra de la propia esencia del espiritismo kardeciano. El futuro de esta maravillosa doctrina está asegurado, pues fue derramada por los planos superiores para la redención espiritual del ser humano y su comprensión de la vida y de las leyes que rigen el destino espiritual del hombre.
La esencia de esta doctrina llama al interior del ser humano, a aquella parte inmortal que es nuestra esencia, de la que no podemos huir. Tarde o temprano debemos reencontrarnos con nuestro auténtico yo, aquel que, creado a imagen y semejanza de Dios en su aspecto espiritual, permanece progresando y creciendo espiritualmente a través de las vidas sucesivas, en ese camino esplendoroso hacia la plenitud y la felicidad que a todos nos espera bajo nuestro propio esfuerzo y el libre albedrío del que gozamos para dirigir así nuestro propio destino.
Una doctrina actual, dinámica y no estática, abierta a nuevos contenidos y avances en todos los campos del saber humano, conectada íntimamente a nuestra conciencia, a lo que somos realmente -espíritus inmortales en evolución-, y al propio tiempo guiada y dirigida bajo la premisa del bien y del amor al prójimo como Ley Suprema que dirige el ascenso del alma inmortal hacia su Creador.
UNA DOCTRINA ACTUAL, CIENTÍFICA Y DINÁMICA POR: Redacción
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