¿Qué es más importante, el estudio o la convivencia? Ambos lo son, y necesarios. El estudio para adquirir los conocimientos que la nueva revelación nos ofrece, y la convivencia para establecer vínculos de fraternidad afectiva.
Desde el punto de vista del espiritismo, ¿qué es más importante? Si hemos estudiado, habremos aprendido lo que los espíritus nos recuerdan constantemente: -hermanos, amaos e instruíos. ¿Fue ese el orden? Sea como fuere, en la mayoría de los casos hemos olvidado lo primero, centrando nuestra atención en lo segundo, no tanto el leer como el estudiar: leer mucho y adquirir muchos conocimientos, siendo esta la prioridad. No se trata de saber mucho, sino de razonar mejor. Conocer la doctrina no nos hace ser espíritas. Los hermanos espirituales nos informaron al respecto: “se conoce a los buenos espíritas por su transformación moral y por lo mucho que se aman”.
Entendiendo que el estudio es importante y necesario, lo que no debemos olvidar es que el espiritismo se basa fundamentalmente en el Amor. Amar a Dios y al prójimo. Pero para que esto sea posible, debemos empezar por amarnos a nosotros mismos, y la mejor forma de hacerlo es erradicar de nosotros cuantos más defectos sea posible. Limpiarnos de rencores, de intolerancia, de orgullo y vanidad… solo así seremos capaces de sentir a Dios en nuestro interior y ver a nuestros semejantes como a hermanos, siendo así capaces de amar.
¿Cómo empezar? Con la convivencia. Estando juntos empezaremos por conocernos: mirarnos sin prejuicios; ofrecer confianza a los demás para que sepan que estamos dispuestos a ayudar cuando lo necesiten; saber que podemos contar con su apoyo, si fuera necesario.
Generalmente se dice que la convivencia es difícil; pero la verdad es que, también en general, no se ha intentado, y a las primeras dificultades abandonamos. Y realmente no debe de ser tan difícil cuando Dios, que todo lo sabe, nos ha dicho por medio de Jesús “Sed perfectos, como el Padre es perfecto”. Así pues es posible, y para ello nos ha dotado de inteligencia, fuerza y voluntad, y que esa tarea no va más allá de lo que nosotros seamos capaces de hacer.
Por lo tanto, empecemos; ha llegado el momento: somos una familia con un Padre común y un Hermano Mayor. Amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, ampliando nuestro horizonte de amor hasta llegar a Dios, para que Él pueda decir: “En verdad me amáis”.
Tomás de Kempis escribe:
–Porque muchos estudian más para saber que para bien vivir; y mucho yerran y poco o ningún fruto cogen.
Mucho Amor.
El estudio y la convivencia por: Maria Luisa Escrich
(Guardamar, julio de 2016)