«Un cuerpo fluidico, cuya sustancia es tomada del fluido universal, que lo constituye y lo alimenta… El periespíritu es más o menos etéreo, según los mundos y el grado de adelanto de los espíritus; es un órgano transmisor de sensaciones»
Allan Kardec – Obras Póstumas
En la trilogía de la personalidad que podemos explicar respecto a lo que constituye la naturaleza del hombre, es preciso destacar el cuerpo biológico, el alma o espíritu encarnado y un cuerpo intermedio, semi-material, flexible, expansible, penetrable, que absorbe y emite energía al que denominamos periespíritu.
Sabido es por diferentes investigaciones que este cuerpo semi-material, intermediario entre el espíritu y la materia, es un doble del cuerpo físico. Estructurado por los fluidos mentales que lo envuelven presenta una configuración humana y está perfectamente visualizado e identificado en su forma través de aparatos electrónicos como la cámara kirlian; donde refleja fielmente las características mentales y emocionales de la persona a través de la luminiscencia que proyecta. En distintas escuelas filosóficas se le denomina como cuerpo psíquico o cuerpo astral, mientras que en parapsicología le otorgan denominaciones como bioplasma, psinergia, psicosoma, etc..
Tanto es así que el aura, el doble etérico, etc.. no son más que las manifestaciones lumínicas del periespíritu. El famoso nimbo, que orla a los santos de las iglesias alrededor de la cabeza, no es más que el reflejo del aura del personaje en función de sus méritos elevados; la luminosidad que irradia es reflejo del periespíritu, y de ahí las representaciones que se han hecho a través de los siglos.
Se dice que personajes de alta jerarquía espiritual que reencarnaron en la tierra (Krisna, Buda, Orfeo, Francisco de Asís, o el propio Jesús de Nazaret) poseían un aura que abarcaba varios kilómetros a su alrededor, consiguiendo de esa forma dulcificar el ambiente que les rodeaba allá dónde iban, y ejerciendo un magnetismo extraordinario que afectaba mentes y conciencias al estar bajo el amparo de la misma.
«Insensible a las causas de distribución y destrucción que afectan al cuerpo físico, el periespíritu garantiza la estabilidad de la vida durante la continua renovación celular»
León Denís – «En lo invisible» Cap. III
Sirva esta frase de León Denís, el insigne investigador y filósofo francés, para destacar otra característica del periespíritu: resaltando la importancia del mismo en la renovación diaria que nuestras células experimentan día a día, garantizando la homeostasis que regula el equilibrio y metabolismo corporal. Sólo las células cerebrales (neuronas) se renuevan diariamente muriendo miles de ellas y naciendo otras continuamente.
Pero el periespíritu no sólo sólo interviene en la sustentación de la vida a través de las células y los órganos que forman nuestro cuerpo. Además de todo ello, este cuerpo es vital desde el momento en que se produce la concepción de un nuevo ser en el vientre de la madre; siendo el encargado de efectuar la simbiosis molecular de intercambio con la célula huevo fecundada. Ello permite el desarrollo biológico del feto conforme a las características energéticas, magnéticas y kármicas que trae consigo el periespíritu, y que son el reflejo inmediato del programa que trae a la tierra el espíritu que reencarna (unido al periespíritu pero fuera del mismo durante el embarazo).
Es por ello que muchos investigadores le han denominado como el Modelo Organizador Biológico, ya que es el molde que permite que el espíritu (que no tiene forma como energía purísima que es) pueda reencarnar nueve meses después, cuando se produce el nacimiento y todos los vínculos bio-genéticos, psicológicos y espirituales se hayan entrelazados.
Como vemos, no sólo es el elemento que permite la continuidad de la vida del hombre en el plano físico y el espiritual. Es también el productor de todo tipo de fenómenos anímicos, físicos, psicológicos, mediúmnicos y espirituales. Comprendiendo las características del periespíritu y su naturaleza semi-material, sabemos comprender con exactitud fenómenos inexplicables, considerados como milagros, que no son tales.
También el conocimiento de su funcionamiento, nos aclara con exactitud y brillantez que nuestra alma inmortal regresa al mundo del espíritu después de la muerte llevando consigo aquello que ha sido, es decir, «cómo ha vivido». Y esto es posible porque a través del periespíritu grabamos en nuestra mente y conciencia las acciones, sentimientos, pensamientos e intenciones buenas o malas que realizamos desde la más tierna infancia.
Y puesto que la parte más sensible del periespíritu se marcha con el espíritu al otro lado de la vida, este último mantiene muy vivo en su conciencia todas las experiencias vividas. Así pues, el periespíritu es el emisor por excelencia de los pensamientos, emociones e intenciones del espíritu, siendo volcados hacia el cerebro (receptor de estos impulsos originados en nuestro espíritu inmortal) y procedentes de nuestro inconsciente profundo.
Si el cerebro es un reductor de vibraciones que permite que una energía purísima y extraordinaria -el espíritu o alma encarnada- pueda vivir en un cuerpo físico sin existir por ello contraindicaciones, hemos de saber que ello es gracias al periespíritu; sin él no sería posible la reencarnación, como tampoco la evolución del alma inmortal.
Las características de plasticidad, envoltura fluídica, absorción y penetrabilidad, son las que permiten a este extraordinario cuerpo intermedio la simbiosis molecular con la materia y la producción de fenómenos materiales, inteligentes y espirituales que han asombrado a generaciones, confundiéndolos con milagros, hechos sobrenaturales, estados alterados de conciencia, o cuestiones sin explicación para las ciencias materiales.
«En razón de su naturaleza etérea el espíritu no puede obrar sobre la materia sin intermediario, este cuerpo intermedio es el periespíritu y es el lazo que une a ambos; siendo la clave de todos los fenómenos espiritistas materiales»
A. Kardec – L.M. Cap IV
El origen del periespíritu es el propio fluido universal, y en cada planeta existe bajo sus propias características y peculiaridades, en función del proceso evolutivo espiritual de los habitantes que lo constituyen. Así pues, si un espíritu de elevada condición que pertenece a otra humanidad llega a este mundo y desea manifestarse, lo primero que hará será adaptar sus características periespirituales a las que rigen en el planeta al que llega, sin las cuales le será imposible no solo interactuar, sino ni siquiera manifestarse.
Es muy importante comprender que el periespíritu siempre está sometido a una única causa: LA VOLUNTAD DEL ESPÍRITU QUE LO ANIMA. Es la mente y la conciencia que reside en el espíritu la que, en el uso de su libre albedrío y voluntad, condiciona la acción del periespíritu sobre la materia y viceversa.
El periespíritu sufre a veces mutilaciones y deformaciones importantes, sobre todo porque al ser un doble del cuerpo físico, si nosotros atentamos contra éste último, mediante la imprudencia, los vicios que enferman nuestros órganos, las pasiones que embrutecen nuestra alma, la violencia contra nosotros mismos, etc. estas actitudes reflejan en el periespíritu un deterioro que conlleva una responsabilidad ulterior y consecuencias que dejan secuelas perniciosas en el futuro.
Pongamos un ejemplo drástico: el suicida que se quita la vida de forma violenta, rompe los lazos del periespíritu de raíz, con una virulencia que le impide realizar la transición al otro lado de la vida como sería conveniente, mediante el desligamiento paulatino y sosegado de una persona que muere de forma natural.
Esta violencia inusitada, no sólo perturba al alma que la ejerce sumiéndola en una gran turbación, sino que el propio periespíritu queda deteriorado, y en vidas futuras presentará el desequilibrio correspondiente, al formar el nuevo cuerpo biológico que tendrá que modelar. Será entonces cuando ese deterioro grave del periespíritu, se convertirá en deficiencias genéticas o biológicas que condicionarán la vida del suicida más allá de la tumba.
El tema es tan amplio e interesante que por espacio es imposible desarrollar más, sin embargo es posible que con estos comentarios hayamos despertado su curiosidad por aprender sobre esta importantísima faceta de nuestra personalidad que el dualismo /alma-cuerpo/ de algunas religiones o filosofías nunca contemplaron. Por ello les invitamos a informarse y comprender que el hombre integral ha de contemplar todos los aspectos que conforman su naturaleza, a fin de entender lo que somos, porqué estamos aquí y cómo nos afectan las decisiones correspondientes a nuestro libre albedrío y voluntad.
Un cuerpo desconocido por: Antonio Lledó Flor
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