“El que no vive para servir, no sirve para vivir.”
Madre Teresa de Calcuta
Es cierto que ante las injusticias, las desigualdades, la miseria, la desgracia y la aflicción, el hombre sensible se siente solidario y, con frecuencia, colabora y ayuda para intentar mitigar el sufrimiento o el dolor que se presenta ante su vista. En un mundo injusto como el que vivimos, son frecuentes los acontecimientos y desgracias que ponen a prueba nuestra capacidad de ser solidarios.
La solidaridad implica la mayoría de las veces humanidad, empatía, caridad, fraternidad, etc. Es entonces cuando aflora lo mejor del ser humano y con ello se demuestra una vez más que, a pesar de los errores e imperfecciones de nuestra naturaleza humana, el sentimiento de aflicción ante la desgracia y el sufrimiento ajeno moviliza conciencias y remueve sentimientos y emociones que promueven la solidaridad humana.
No obstante, la intención no es explicar tanto la solidaridad humana, sino profundizar en la solidaridad espiritual. La que tiene lugar de alma a alma, de ser a ser, de hombre a hombre, del plano espiritual al físico y viceversa. Esta solidaridad espiritual no es más que la sublimación de la solidaridad humana en fraternidad. La solidaridad humana, material, tiene su continuidad más allá de la tumba; en el espacio. Y aquí adquiere una dimensión mayor, debido a los enormes recursos de los que dispone el espíritu cuando se ve libre de la cárcel que supone la materia.
Cuando el alma se libera de la carne, sus atributos nobles, caritativos y solidarios se expanden de forma exponencial; todas aquellas emociones y sensibilidades que posee nuestra alma, se ven acrecentadas con la fuerza del pensamiento libre; y la capacidad del amor al prójimo (solidaridad fraternal) aumenta extraordinariamente si ya lo tenemos conquistado en nuestro acervo espiritual.
La solidaridad tiene la base en la relación entre los seres humanos; y en el aspecto espiritual es algo que tiene lugar de forma permanente entre la población espiritual que conforma el aura del planeta tierra a partir de determinado grado de progreso y evolución moral.
«Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos»
Apuleyo – Escritor romano S. II
Pero esta relación fraterna que la solidaridad proporciona, no se produce únicamente entre los espíritus que vibran en el bien en el plano del espacio, sino que se vuelca y se traslada permanentemente hacia la tierra; hacia los encarnados. Baste comprender la jerarquía espiritual, la cantidad de ocupaciones, responsabilidades y misiones que los espíritus nobles y generosos realizan en la tierra para darse cuenta de que en el auxilio, el consuelo, la inspiración y todo tipo de ayuda que practican para con los encarnados están desarrollando un alto grado de solidaridad espiritual; siendo un reflejo del amor que sienten por aquellos a quienes ayudan.
Es más; al igual que las experiencias en la carne, vida tras vida, son solidarias entre sí, también las relaciones de los espíritus con los seres encarnados son igualmente solidarias.
Espíritus hay; comprometidos unos con otros, que se proponen la ayuda mutua y el compromiso de asistencia entre los dos planos de la vida; el físico y el espiritual. De manera que, mientras uno reencarna para cumplir con una misión, el otro queda ayudándole desde el espacio para ayudarle a cumplir sus objetivos.
Esta situación puede desarrollarse igualmente a la inversa; pues cuando el encarnado traspasa el umbral de la muerte física, agradece la ayuda prestada por el espíritu desencarnado y este último puede proponer reencarnarse a fin de recibir la ayuda de aquel al que ayudó. Normalmente este caso obedece a espíritus o almas afines; que desde siglos vienen desarrollando y viviendo experiencias conjuntas; unas veces ambos espíritus en la materia como familiares, amigos, etc, y en otras ocasiones han desarrollado misiones o actividades de trabajo comunes en el espacio.
Cuando son varias las vidas y las relaciones entre los espíritus, se crean formas de pensar similares, maneras de actuar parecidas, y esa afinidad mental y de trabajo permite sobremanera la ayuda entre ambos. Pues no sólo las vidas son solidarias entre sí, sino también los afectos, los lazos de amor, el pensamiento del bien, la intención del progreso, etc. Y en estos casos no importa tanto si se está reencarnado o en el plano espiritual. La conexión es fácil, el campo mental está abonado, la actitud dispuesta y el nivel emotivo mediante el amor garantiza la correspondiente ayuda y solidaridad de uno para con el otro.
Esto no es más que un ejemplo de los muchos que podríamos explicar sobre la solidaridad espiritual. Mencionemos por ejemplo también, a los espíritus misioneros encargados de auxiliar a los espíritus que desencarnan en las catástrofes naturales o accidentes globales que se producen.
O a los espíritus especialistas en el rescate de los planos inferiores del astral de aquellos espíritus que solicitan ayuda para regenerarse espiritualmente después de una reencarnación delictuosa y que se ven sometidos al acoso de otros como ellos que pretenden cobrarse venganza mediante la esclavitud espiritual y mental a la que los someten en esos planos de vida inferior.
Y por qué no, especifiquemos aquí también a aquellos espíritus encargados de recoger y auxiliar a aquellos que desencarnan en la más absoluta de las soledades materiales. O a aquellos otros que colaboran con espíritus que fueron facultativos en la tierra para mitigar el dolor y sufrimiento moral y mental del que no pueden evadirse aquellos que desencarnan en penosas condiciones fruto de su malsana vida mental y emocional.
Son tantos los ejemplos de solidaridad espiritual que la solidaridad humana es apenas un pálido reflejo de aquello que se vuelca desde el plano espiritual al plano físico. Esto es otra prueba más de que la evolución y la iluminación del ser humano nunca puede acontecer en solitario; siéndole imprescindible no sólo la relación con sus semejantes, sino el compromiso con todos ellos para ayudarse, auxilliarse y confortarse en el árduo camino del progreso hacia la plenitud.
Antonio Lledó Flor
©2016, Amor, Paz y Caridad
«El propósito de la vida humana es servir y mostrar compasión y voluntad de ayudar a los demás.»
Albert Schweitzer – Médico y Filósofo Alemán