La rutina diaria y las luchas que el ser humano lleva a cabo por sobrevivir en esta sociedad del siglo XXI constituyen sin duda el punto central de nuestra existencia, y a lo que dedicamos principalmente la mayor parte de nuestro tiempo y donde empleamos más energía personal.
Estas dos cuestiones, tiempo y recursos personales, son sin duda las grandes preocupaciones del hombre moderno. Calibrar las mismas y poder disponer de tiempo, por un lado, para dedicarnos a otras cuestiones que nos importan, y emplear los recursos adecuados para cada cosa es una cuestión difícil de conseguir y en ello estriba una buena parte de la felicidad y satisfacción personal que deseamos, aspiramos o añoramos.
La vorágine de la sociedad moderna, que todo lo envuelve con sus prisas y sus objetivos inmediatos, nos dificulta la reflexión oportuna y a veces nos impide sentarnos en el camino para dilucidar si nuestra vida discurre por los derroteros que íntimamente queremos de verdad.
Por otro lado, la sociedad de consumo brutal en la que nos relacionamos, impone unas servidumbres y ataduras que pocos son capaces de detectar y evitar. El hombre se convierte así en un objeto de consumo, dejando de ser un ciudadano socialmente responsable y consecuente con sus principios.
Este sistema de egoísmo embrutecedor donde para obtener reconocimiento social es preciso “tener” en vez de “ser”, esclaviza al hombre a centrar su existencia en acaparar bienes y prebendas materiales que, lejos de otorgarle felicidad y paz interior, le convierte en un candidato a la infelicidad, proclive al desequilibrio emocional y racional cuando sus perspectivas no se alcanzan y degeneran en frustración personal.
A veces, y en muchos casos, esta frustración deriva en enfermedades mentales que comienzan por estados depresivos, convirtiéndose en esquizofrenias y neurosis varias (ansiedad, estress, etc.) de las que apenas nos percatamos hasta que ya están patológicamente instaladas en nuestro interior.
La búsqueda de la felicidad en las cosas externas y no en la paz y el equilibrio interior está conformando una sociedad más egoísta y más enferma, con lo que ello comporta en cuanto a las actitudes de las propias personas, que no reparan en el daño que puedan infringir a otros con tal de alcanzar sus objetivos materiales inmediatos.
«La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos».Henry Van Dyke
Conseguir armonizar y equilibrar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones es difícil de alcanzar; se precisa de una reflexión inicial sobre lo que somos, a qué hemos venido a este mundo y cuáles son nuestros principios personales.
Sin principios elevados el hombre es un alma en pena, vagando por la vida sin objetivos transcendentes, sin ilusiones de bien y de progreso. Si nuestros únicos principios son el egoísmo y la avaricia, nunca conseguiremos la felicidad ni la armonía. La insatisfacción, la frustración y la falta de paz interior se hará fuerte en nosotros, incluso más allá de nuestra muerte física, condicionando nuestro futuro y nuestra próxima etapa evolutiva.
Seamos capaces de retomar los principios que otorgan la paz interior y la satisfacción personal; hoy día ya la moderna psicología nos habla que en la capacidad de desapego sobre los bienes materiales, en la satisfacción que nos proporciona interiormente servir a los demás, y en la priorización de elevados objetivos se solidaridad y fraternidad, el ser humano encuentra el crecimiento interno que le genera mayor bienestar.
Estas actitudes de bien y de servicio al prójimo no tienen únicamente consecuencias psicológicas y armónicas para nuestro psiquismo y nuestra vida de relación social; tienen sobre todo la gran importancia de “humanizar nuestra existencia” cada vez más, acercándonos a los principios espirituales más profundos que todas las grandes religiones y filosofías del pensamiento han explicado: el amor al prójimo, el trabajo desinteresado en la consecución de la fraternidad humana que al mismo tiempo nos acerca a Dios.
Por ello dejamos, al superior criterio de nuestros lectores, la invitación que les hacemos a la reflexión personal sobre sus circunstancias personales, sobre sus principios y objetivos inmediatos y futuros; recordándoles que no es únicamente nuestra experiencia y opinión, sino la de muchos grandes hombres, las que confirman la necesidad de progresar en el bien y en nuestro equilibrio personal para alcanzar un estado de bienestar y felicidad que nos permita realizarnos como personas, viviendo la vida con dignidad y siendo útiles a la sociedad.
Gandhi: “La felicidad se alcanza cuando, lo que uno dice, lo que uno piensa y lo que uno hace están en armonía.”
Redacción