SOBRE LA CONVIVENCIA

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  El Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «….. Haced esto en memoria mía». (Lucas 22,19); 1Co 11,23-26.
 
  Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: –¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. Jn 13,12-15
 
  Los textos evangélicos anteriormente citados nos incitan a una reflexión de la que los espiritas no podemos estar exentos, al margen de las interpretaciones simbólicas y ritualistas que le han dado a lo largo de los siglos las religiones dominantes, hay un aspecto importante que no podemos pasar por alto, y es la invitación que hace el Maestro, consciente que con materia ya no volvería a estar con los apóstoles en otra cena; a la fraternidad, a la convivencia. Les dice: “Haced esto en memoria mía“.
 
  El segundo ejemplo es extraordinario, con su acto de lavar los pies, el Maestro invita a todos sus seguidores a la solidaridad, a la humildad entre compañeros y hermanos de una misma comunidad.
 
  Estos pasajes de la vida de Jesús anteriormente expuestos, nos deberían de ayudar a comprender que, el paso previo para el desenvolvimiento de las actividades doctrinarias, mediúmnicas, etc. es la convivencia solidaria entre sus miembros. No existe otro camino. Era lo que hacían los primeros cristianos y también los numerosos centros espiritas a principios del siglo pasado en España, cuando el movimiento gozaba de un auge y popularidad inigualable.
 
  Desde el punto de vista histórico, posiblemente y a consecuencia de la depresión que supuso el cambio de régimen en este país, las posibilidades de reunión y desarrollo del movimiento espirita quedaron drásticamente reducidas a la clandestinidad. Esto condicionó sobremanera la evolución de los pequeños grupos, que prácticamente se dedicaban en casas particulares al desenvolvimiento mediumnico.
 
  Quizás la inercia de los nobles supervivientes de esa etapa de penumbra, una vez restablecida la libertad religiosa, fuera la de continuar por derroteros limitados a su pequeño entorno. Pero eso hoy día no es suficiente. Los tiempos han cambiado mucho, la sociedad está sufriendo profundos cambios de los que, nuestro movimiento no puede estar exento.
 
  Como hemos comentado en otras ocasiones, la herencia religiosa nos ha podido marcar en el subconsciente, tendencias y hábitos que no corresponden con lo que nos demandan los planos espirituales superiores. Debemos valorar las cosas en su justa medida. Claro que es importante el conocimiento, el estudio, el desenvolvimiento mediúmnico. Pero si no conocemos a las personas que tenemos alrededor, si somos sólo compañeros y no amigos; si no nos dedicamos tiempo para conocernos mejor, es muy complicado crear unas bases de fraternidad sólidas que nos permitan afrontar las dificultades y los retos del futuro. 
 
  En definitiva, no podemos ser profundos en el conocimiento y superficiales con nuestros compañeros y amigos; es un contrasentido.
 
  Además, es a través de la convivencia donde nos manifestamos como realmente somos, no me refiero a las reuniones doctrinarias donde sólo se habla de aspectos científicos, filosóficos, morales, etc., ahí es muy fácil ser bueno. Sino, sobre todo, a las convivencias lúdicas como por ejemplo una comida, una excursión al campo, a un museo, incluso ir al cine, a tomar un café, etc. Actos sencillos, naturales y espontáneos que demuestran el interés que tenemos en compartir, en dedicar tiempo a los demás, a escucharles, a sincerarse, a contarles nuestras vivencias e inquietudes, para poder conocernos mejor. Con ese trabajo sencillo pero necesario trabajamos la empatía, la comprensión, la tolerancia. Es una forma de demostrar con hechos que el otro nos importa, “que me tienes para lo que necesites“.
 
  Ese es el trabajo. Es una forma de implicarse en un proyecto común, y también es una forma de que la gente se auto seleccione, aquellos que acuden a un centro espirita con predisposición a trabajar e implicarse, de aquellos que acuden,  (quizás por que no ha llegado su momento), a ver que les cuentan en las charlas, o sólo por el tema fenoménico.
 
  Posiblemente los puristas no estén de acuerdo y digan que esas prácticas ya se hacen en el entorno social y que pueden trivializar el legado espirita. Nada más lejos de la realidad; como hemos comentado en un principio, el ejemplo máximo es Jesús. El comía y cenaba con sus apóstoles, le daba un sentido espiritual a todo lo que hacía, por muy sencillo que fuera. El problema no está en la forma sino en el fondo. Como también decía el Maestro: “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo con ellos.” Mateo 18:20
 
  Como ya sabemos por distintas fuentes, el planeta ha sido promovido para un cambio de nivel espiritual, va a pasar a ser un mundo de Regeneración, lo cual implica que en este proceso de cambio, aquellos que pretendan adaptarse a esas nuevas bases deben empezar desde ya a vivir la solidaridad y la fraternidad en su entorno más inmediato. Los espiritas no son una excepción, y aquellos que comprenden el sentido del mensaje, saben perfectamente que sólo con el ejemplo se podrá contagiar y abrir las puertas a todos aquellos que, sumergidos en la confusión y en la angustia del momento, busquen un consuelo, una mano amiga que les transmita los valores que la sociedad no es capaz de transmitir. Pero para llegar a ese punto, primero lo debemos practicar y vivir entre los propios espiritas.La responsabilidad es muy grave y sólo apta para aquellos que entienden el verdadero sentido de la doctrina y el papel que deben de jugar los grupos claramente comprometidos en estos tiempos tan difíciles.
J.M.M.C.
 
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