La Tierra es un mar sombrío
cuajado de tempestades,
de arrecifes traicioneros
y pasiones abismales.
En ella nos debatimos
como fieras los humanos
en una lucha sangrienta,
sin comprendernos ni amarnos.Dejándonos conducir
por la brújula del mal,
vamos de abismo en abismo
tras de la, felicidad.
Pero la felicidad
no se encuentra en los abismos
de las pasiones humanas
y el goce de los sentidos.
Ni tampoco en la riqueza
se la puede concretar,
pues también los ricos lloran
y sufren como el que más.
No es una cosa inmediata,
al alcance de la mano,
pues no se puede alcanzar
sin haberla conquistado.
La felicidad consiste
en sabernos comprender,
en saber vivir en paz
y en la práctica del Bien.
En el amor a la Vida
y en la entrega a los demás,
y en saber seguir a Cristo
con miras al Más Allá.
No es posible ser felices
en un mundo de tinieblas,
donde reina el egoísmo
y con Dios se vive en guerra.
Donde las bajas pasiones
se adueñan del corazón
y nos hacen insensibles
de los demás al dolor.
Nuestro destino es incierto
por no sabernos amar,
no sabernos comprender
ni saber vivir en paz.
Porque todo lo queremos
sin esfuerzo y sin sudor,
desde el pan de cada día
hasta la Gloria de Dios.
Mas sin esfuerzo no hay nada
que nos pueda complacer
y dar la felicidad
en justicia y buena ley.
Por eso el Espiritismo
nos recomienda luchar
contra las bajas pasiones
y el espíritu del mal.
Nos abre del Infinito
las puertas al corazón,
para que lo conquistemos
sembrando el Bien y el Amor.Luchando a brazo partido
con nuestras imperfecciones,
para poder elevarnos
a otros mundos superiores.
Porque la felicidad
no es del mundo en que vivimos
sin comprendernos ni amarnos,
yendo de abismo en abismo.
No es patrimonio del hombre
encadenado al dolor,
sino de las almas libres
que alcanzan la Perfección.
JOSÉ MARTÍNEZ |