El ser humano es un ser social, se mueve en sociedad naturalmente por reciprocidad, interactúa con otros, obrando y esperando de los demás aquello que considera justo y que merece.
Muchas veces hacemos el bien para estar a gusto con nosotros mismos y con los demás, hacemos favores en cuanto se presenta la oportunidad esperando que nos los agradezcan o nos los devuelvan, saludamos cordialmente esperando el saludo correspondiente, y de ese modo, multitud de otras situaciones en la vida.
El Maestro nos habla de un camino de perfección, de una moral superior, que trasciende el simple hecho de devolver bien por bien, o también despreciar o ignorar a quienes nos quieren mal. Para el sublime Jesús, la excelencia, el camino espiritual y moral que conduce en dirección inequívoca hacia Dios y por ende hacia la perfección es el perdonar a quienes nos ofenden, amar a nuestros enemigos, devolver bien por mal. Ahí está la clave que marca la diferencia y que demuestra un conocimiento espiritual profundo y superior.
Sin embargo, amar a nuestros enemigos resulta bastante difícil, devolver bien cuando hemos recibido golpes o incomprensiones requieren de unos recursos íntimos, de renuncia y abnegación al alcance de muy pocos, y es precisamente cuando llegamos a ese punto cuando Él concluye: “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre Celestial es perfecto” (San Mateo, cap. V; v. 48).
Allan Kardec interpreta con estas palabras del Maestro que: “La esencia de la perfección es la caridad en su más alta acepción, porque abraza la práctica de todas las demás virtudes.” El amor llevado hasta esos extremos indica el grado de perfeccionamiento del ser. Toda alteración por pequeña que sea denota inferioridad de algún tipo, egoísmo u orgullo en mayor o menor grado.
A quien nos odia o desprecia no podemos amarlo en el sentido literal y más tierno de la palabra, sería como negar la realidad. A lo que se refiere cuando nos hablan de amar a nuestros enemigos es a no desearles mal, aparcar los recuerdos negativos para que no nos sigan provocando sentimientos de animadversión. Orar por ellos para que se den cuenta del perjuicio que se hacen a sí mismos, comprendiendo el error de su actitud y en consecuencia revertir la situación.
Hablar de todas estas cosas en los tiempos tan convulsos como los actuales puede parecer una quimera, pero la crisis que nos envuelve, producto del proceso de Cambio de Ciclo Planetario, es una gran prueba de fuego. Es tiempo para los valientes y audaces, aquellos que prescinden de posturas cómodas para someterse a la voluntad de Dios, aceptando las pruebas en un momento tan delicado para el planeta como es este. Es como nadar contracorriente, con muy pocas cosas a favor, en sentido contrario al materialismo y la confusión.
Empero, una vez se haya completado el proceso de regeneración para este mundo, una nueva aurora se instalará, y la vida espiritual tomará fuerza en la sociedad de una manera clara y patente. En el aspecto ético, la idea de perfeccionamiento será un precepto asumido por una gran mayoría. Todos trabajarán para que los grandes defectos morales que tanto entorpecen la evolución humana, vayan mermando hasta su completa extinción. La superación será una aspiración social perfectamente asumida por todos. Los ejemplos de renuncia y sacrificio serán puestos de relieve como pautas a seguir y un estímulo para luchar y superarse.
Hablar, por tanto, de perfeccionamiento significa también hacer un examen de conciencia con la intención de corregirse y mejorar. Tener la firme voluntad del autoanálisis para localizar las faltas, poniéndose en el lugar del otro para entenderlo mejor, siendo esta la forma más rápida y efectiva para pulir y modificar actitudes.
La investigación científica nos pone de relieve dicha realidad, nos traen infinidad de casos, muy significativos que demuestran las consecuencias de nuestros actos, la importancia del análisis interior a tenor de los resultados que nos tocará vivir en el futuro, una vez hayamos dejado la materia y retornemos a la patria espiritual. En las investigaciones sobre Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), se recogen testimonios de personas que, mientras su cuerpo se debate entre la vida y la muerte, el alma vive una experiencia vital, un “viaje al más allá”, en donde, en un momento determinado ven pasar, como si de una película se tratara, toda su vida, pero lo más curioso es que, no sólo son los protagonistas sino que además son capaces de percibir las consecuencias de sus actos sobre los otros, es decir, los sentimientos o emociones que han provocado a lo largo de su vida sobre sus semejantes. Este hecho se presta a interesantes reflexiones, una de ellas y bastante significativa supone que más pronto o más tarde, de forma inevitable vamos a ser conscientes de nuestros actos por sus consecuencias sobre los demás, enfrentándonos a una realidad que se manifestará nítidamente en el momento de la muerte física y la recuperación de la libertad del espíritu, dependiendo claro está, del grado de evolución y por ende, de sensibilidad alcanzado.
Otro aspecto muy importante es la aportación de la doctrina espirita al hombre de hoy. No viene a traernos una moral nueva, sin embargo, interpreta como nadie, a tenor de los conocimientos que nos aporta, un enfoque mucho más racional y coherente de la moral evangélica, de la que nos ejemplificó y nos legó el inigualable Maestro Jesús.
Es en esa moral donde podemos encontrar las claves de perfeccionamiento, propuesta que gira entorno a la gran ley del amor, en la incesante búsqueda de adecuar nuestras vidas a dichos parámetros superiores. No existe otro camino para ser una persona de bien y cumplidora de su deber.
El espiritismo por tanto, marca las barreras naturales entre los verdaderos de los falsos o superficiales espiritas. Aquellos que sólo les complacen los fenómenos mediúmnicos, los grandes mensajes pero sin implicación personal, ya que la moral les parece monótona y utópica por su dificultad. Es la puesta en escena de los distintos niveles de conciencia del ser humano. Unos atraídos por su filosofía, comprendiendo la realidad de la vida, y sus consecuencias inevitables de compromiso moral, de cambio en la conducta. Otros sucumbiendo a la menor contrariedad; para ellos los compromisos sociales y materiales son suficientes para desviar la atención, posponiendo a futuro nobles filosofías y aspiraciones superiores. Así es como lo define la parábola del sembrador.
Sed perfectos por : José M. Meseguer
2015 © Amor, paz y caridad
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“Cuando se trata de hacer el bien, el hombre debe ser semejante a Dios o por lo menos tratar de serlo.”
(Adolfo Kolping)
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