RESPONSABILIDAD SOCIAL, PODER Y RIQUEZA

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Responsabilidad social, poder y riqueza

“¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia»

Epicuro de Samos 

Responsabilidad social. Una de las acepciones más comunes de este término se usa comúnmente para sugerir que aquellos «más afortunados» están en la obligación moral de ayudar a aquellos que son «menos afortunados”.

Es sin duda un aspecto que también se refiere a que aquellos que ostentan posiciones de privilegio en la sociedad, deben ser responsables y tener un comportamiento honorable en su vida y en las relaciones con los demás. Para que esto se produzca, la persona que se encuentra en esa situación debería entender que aquello de lo que goza o disfruta no es exclusivo para él, sino que todo privilegio comporta una responsabilidad.

Si esto se encuentra en la raíz del comportamiento honorable del hombre, que es capaz de realizar un uso adecuado y moralmente correcto de su poder económico, social o político, deberíamos exigir  -o, por lo menos, demandar- un poco de ejemplaridad a aquellos que dirigen las sociedades, países, instituciones o empresas.

Evidentemente el hombre es un ser moral, y sus comportamientos se ven influenciados precisamente por esta condición. De aquí que veamos justamente lo contrario, aquellos que usan su poder económico o político para seguir aumentando su codicia, sin ningún tipo de escrúpulos, aunque esto les lleve a explotar en régimen de esclavitud a millones de personas en diferentes lugares del planeta.

Incluso muchas veces adoptan un disfraz bajo el eufemismo de la “responsabilidad social”, que se desarrolla en muchas empresas, para camuflar sus verdaderas intenciones explotadoras, cediendo las migajas que le ayuden a mantener la posición y la imagen social como auténticos filántropos desinteresados. No todos son así, ni tampoco las empresas que ejercen estas funciones, sin embargo, en una sociedad donde la imagen es más importante que los hechos, esta posición hipócrita de falso altruismo es cada vez más evidente.

“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero.”

Voltaire 

Desde el punto de vista que a nosotros nos corresponde tratar, el aspecto espiritual, sabemos con certeza que los privilegios de la vida, o las posiciones de poder económico o de otra índole, tienen sus raíces en pruebas necesarias para el alma humana. La prueba de la riqueza es una de las más difíciles de superar, y sin duda, muchos espíritus comprometidos que la asumieron sin estar debidamente preparados, sucumbieron a ella una vez en la Tierra.

El poder, la riqueza y las ventajas y privilegios que comportan son una invitación al desarrollo de las pasiones y del egoísmo si no se saben controlar y gestionar adecuadamente. Las personas en posición de privilegio, ricas por herencia -por ejemplo-, pueden ejercitar grandes beneficios en la comunidad donde viven, procurando las inversiones necesarias que generen empleos y riqueza allá donde puedan desarrollar su influencia y labor. Pero también pueden dejarse llevar por la especulación fácil, la adquisición de mayor volumen de codicia personal, que sin duda traerá consecuencias nefastas para muchos -a los que nunca conocerá- y que se verán explotados incluso a miles de kilómetros de donde se encuentra.

“La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.”

Platón 

Actualmente, por ejemplo, el sistema económico globalizado permite que una decisión en el mercado de futuros de Chicago (donde se fija el precio del trigo a nivel mundial) pueda ocasionar una hambruna sin precedentes en Somalia o África Oriental, con independencia de si las cosechas han sido buenas o malas. Si los inversores de esta materia prima especulan con el precio sin valorar las consecuencias de sus manipulaciones mercantiles, sin duda, el sufrimiento y el hambre asolarán a miles de personas.

Un préstamo; es esta la forma más lógica y coherente de entender lo que es la riqueza para el hombre desde el punto de vista espiritual. Es una concesión que se nos hace antes de venir a la Tierra para poder ayudar, auxiliar y crear riqueza que se reparta equitativamente entre todos.

“Si puedes enriquecerte conservando el honor, la buena fe, la magnanimidad, no lo excuses.” 

Epicteto de Frigia 

Esta frase de Epicteto es la buena senda que la riqueza puede aportarnos si sabemos usarla con criterio, responsabilidad y ayudando a los demás. Bajo la comprensión de la ley de la reencarnación todo se aclara en este sentido. A fin de crecer sin cesar y progresar en conocimiento, conciencia y valores morales, el alma humana ha de vivir todo tipo de situaciones. La pobreza y la riqueza son dos caras de la misma moneda que se brindan al espíritu en su recorrido evolutivo para que avance, progrese e intente aprovechar la oportunidad de elevarse y potenciar los valores y recursos que cada experiencia le proporciona.

Mediante la pobreza, el alma se ve impelida a la humildad, la abnegación, el sacrificio, el esfuerzo constante por salir de aquella. Y con la riqueza la prueba es justamente la contraria, procurar aprovechar los recursos que se nos prestan para hacer el bien, ayudar al que lo necesita, generar bienestar y riqueza a nuestro alrededor sin codicia, sin avaricia, en la justa comprensión de que estas situaciones son préstamos que se nos conceden en una determinada existencia para aprovecharlos en beneficio de nuestro progreso espiritual.

La riqueza es todavía más difícil, pues la posibilidad de tener todo aquello que se quiera induce al alma a la comodidad y a no esforzarse lo necesario para aprovechar los recursos de que se disponen. Y esto mismo permite que las pasiones y los vicios se instalen con facilidad en nuestro diario vivir, si no somos vigilantes ni tenemos claro cuáles son los objetivos superiores de la vida en la Tierra en cada encarnación.

Así pues, cuando se comprende con claridad la planificación que el alma inmortal organiza antes de venir a la Tierra, entendemos que las circunstancias que nos rodean son las más favorables para cumplir el objetivo que nos toca desenvolver en cada existencia.

Visto de otro modo, la riqueza es una concesión temporal que se nos hace para que podamos probarnos a nosotros mismos cuál es nuestro grado de adelanto y de control y fortaleza personales. Es sin duda una de las pruebas espirituales más difíciles, pues como la experiencia nos demuestra, espíritus de mediana condición que realizaron  grandes trabajos y dieron un salto de progreso importante en vidas anteriores, vienen de nuevo bajo esta condición de ricos y fracasan con facilidad al no saber controlar los residuos de aquellas pasiones que todavía su espíritu inmortal guarda en su memoria espiritual.

Por ello, tanto la riqueza como la pobreza, independientemente de los condicionamientos de pago de deudas o karmas derivados del pasado, son pruebas espirituales de gran repercusión en el trayecto del espíritu inmortal.

Es necesario vivir el presente y, aceptando las situaciones tal como son o como se presentan, procurar trabajar y esforzarse por superarlas, sin pensar demasiado en las circunstancias que puedan haberlas originado y dedicando toda nuestra energía en aceptarlas y superarlas convenientemente.

Debemos aprender al respecto cuáles son las consecuencias de nuestros errores, pues “al que más se le da, más se le exigirá”, y “el que quiera ser el primero, que se ponga el último”. Estas dos frases del incomprendido Maestro de Galilea nos permiten entender no sólo cómo actúa la ley de causalidad, sino cómo debemos actuar nosotros frente a las pruebas y circunstancias que la vida nos presenta cuando éstas nos llevan a la riqueza o la pobreza como situaciones condicionantes de una vida en la Tierra.

Responsabilidad social, poder y riqueza por:    Redacción

©2018, Amor, Paz y Caridad

“La abundancia me hizo pobre”

Ovidio – Poeta Latino

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