REMUNERACIÓN DE LA FACULTAD

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  He aquí uno de los aspectos más controvertidos que encontramos en la práctica de la mediumnidad, sobre todo en la faceta de las curaciones. Sin embargo, desde el principio, la doctrina espirita ha dejado bien claro que bajo ninguna circunstancia se debe recibir
ninguna compensación económica ni de ningún otro orden en el ejercicio de la mediumnidad. 
 
  Recordemos la enseñanza del maestro Jesús: «Lo que de gratis se os da, gratis lo tenéis que dar». En estos términos se dirigió el más grande de los espíritus que ha pasado por la tierra cuando ordenó a sus apóstoles a que predicaran su evangelio, hiciesen curaciones, echaran a los demonios, etc., en una palabra cuando invitó a sus apóstoles a que pusieran en práctica las facultades mediúmnicas que poseían. 
 
  Si el mismo Jesús en ningún momento pidió nada a cambio por los prodigios y manifestaciones que realizaba como fruto de su altísimo nivel espiritual, y además recomienda a sus apóstoles que tampoco ellos pidieran nada a cambio, sino que les enseña diciendo «dadlo gratis», ¡vamos a ser nosotros más que el propio maestro Jesús y sus apóstoles! Está claro que no. Nadie es más que nadie, cada uno está en el lugar que le corresponde y ha traído la misión que más le beneficia en el momento actual de su evolución, pero lo que si hemos de entender, con claridad es que las leyes universales son iguales para todos sin excep­ción. Las leyes espirituales no cambian, están esta­blecidas para mantener un equilibrio y armonía perfec­tos tanto en el universo físico, como en el destino de cada una de las almas que Dios ha creado con la finalidad de que lleguen a adquirir la perfección. 
 
  Las leyes no cambian ni con el tiempo ni con las personas, son iguales para todos, y si Jesús nos enseña que lo que viene por medio de una mediumnidad, que no se ha pagado, hay que darlo también gratis, esta enseñanza es aplicable para todos. ¿Pero por qué? LLegados a este punto hemos de recordar el objetivo de la mediumnidad: ayudar al espíritu en su ascenso hacia estadios más altos de progreso y espiritualidad. La mediumnidad es un aspecto netamente espiritual, que no hemos de confundir ni mezclar con nada material, como es comerciar con ella, emplearla por interés personal, afán de protagonismo, etc. 
 
  Mientras que unos espíritus pueden venir con mediumnidad voluntariamente para agilizar su progreso y probarse ciertas cualidades, otros pueden venir obligados para saldar viejas deudas y corregirse de un pasado de errores; pero en cualquier caso es una misión a la que nos hemos comprometido para llevarla a cabo altruistamente, aunque ahora no lo recordemos. 
 
  Cuando un espíritu pide una mediumnidad es para realizar una misión en favor de los demás y lograr engrandecerse más como espíritu dándose a sus semejantes con total desinterés. Pero si una vez aquí se inclina por el lado material y cobra sus trabajos no está cumpliendo con lo que pidió y está dándole paso a su egoísmo, con lo cual no se engrandece como espíritu, sino que se estanca y no vale para nada haber ejercido una facultad, teniendo que volver a repetir la existencia. 
 
  Y si se trae porque es mucho lo que este espíritu debe y a consecuencia de ello lleva mucho atraso en su evolución, si cobra aquí en la tierra no paga aquello que venía a pagar y queda doblemente endeudado. 
 
  Venir con una facultad mediumnica no nos sitúa en una posición por encima de nuestros semejantes, sino todo lo contrario, más vale pensar que somos espíritus endeudados con la ley y que gracias a la facultad podemos rescatar en muy poco tiempo lo que de otro modo nos llevaría quizás varias existencias, a que nos creamos seres especiales y más tarde en el espacio comprobar y reconocer que estábamos totalmente equivocados. 
 
  Cuando Jesús dice que tenemos que darlo gratis nos quiere decir además que lo hagamos con el corazón, porque sólo así nos sale ese gesto de caridad y de fraternidad que sin duda hemos venido a desarrollar. Este planteamiento nos lleva también a comprender que no valen las justificaciones que observamos en muchos lugares, en los que a costa de «aceptar la voluntad» se llegan hasta a ganar verdaderas fortunas: ¿es este el modo de ofrecer un ejemplo de la existencia del mundo espiritual? No nos engañemos a nosotros mismos, porque a Dios tengamos la seguridad de que no lo podemos engañar. 
 
  ¡Cuántos hay que comienzan sinceramente acep­tando la voluntad -quizás porque carecen de conoci­mientos- y terminan por exigir un mínimo de pago ya que se dan cuenta de que de esta forma pueden ganar mucho más que con la profesión que ejercen, la cual llegan en muchos casos a abandonar!. La tentación es muy sutil y puede atacarnos desde diversos ángulos intentando siempre darnos una buena excusa que justi­fique nuestro proceder. Somos espíritus todavía bajos de moralidad y no tenemos bien cimentadas unas cua­lidades espirituales en nuestra alma, por lo que siempre será más prudente cerrar la puerta a esta tentación y evitar caer en la trampa que nos tienden nuestras imperfecciones. 
 
  Todo médium ha de cumplir primero con los deberes que como persona tiene a nivel familiar, profesional, etc., y después según lo que le dicte su conciencia dedicarle el tiempo que crea oportuno a la facultad. Por muchas personas que atendamos si no lo hacemos altruistamente y de corazón de nada nos sirve, más vale que atendamos a una persona pero en las debidas condiciones, que a cien y no lo hagamos bien. 
 
  No debemos confundir la mediumnidad con una profesión, no tiene ningún parecido. La mediumnidad no nos obliga a desatender nuestras obligaciones comunes, las cuales no son menos importantes, ni tampoco nos obliga a un rendimiento. Somos nosotros quienes debemos dominar a la mediumnidad y no ésta a nosotros y darle el uso adecuado así como el ejemplo e imagen de cara al exterior que requiere. 
 
  Al venir a la tierra Dios confía en nosotros para que cumplamos una misión y nos da libre albedrío para que aprendamos a caminar por nosotros mismos, hagamos un esfuerzo por comprender todo este tipo de cuestiones las cuales, sin estudio y análisis por nuestra parte, nos pueden pasar desapercibidas y perder una gran oportunidad para vivir una existencia decorosa, agradable a Dios y que nos sirva para elevarnos por encima de los errores que en el pasado cometimos, librándonos de un peso que arrastra nuestro espíritu y que no le permite tener acceso a vidas más felices y ventajosas. 
 
F.H.H. 
 
 
No es gran virtud la que se tiene por esperanza o por temor; la virtud de más valor es hacer el bien sólo porque es el bien’. 
 
MARIANO AGULLÓ
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