Se habla mucho de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), de aquello con lo que se encuentran los seres fallecidos, una vez han cruzado el umbral, aunque algunos vuelvan para contar sus experiencias durante las interrupciones momentáneas de sus vidas; paradas cardio-respiratorias, cese de actividad cerebral… producto de accidentes, enfermedades graves, etc. Sin embargo, se habla poco de la vuelta al plano físico, de sus características y peculiaridades.
En esta ocasión nos vamos a detener en el proceso reencarnatorio. Es decir, el espíritu que tras un tiempo en el espacio, en el mundo espiritual, es impelido a volver a la batalla física para desarrollar un determinado papel que le eleve espiritualmente; en moralidad, experiencia, sabiduría, así como para el rescate de deudas pendientes, necesitadas de reparación.
Partimos de la base de que no hay dos reencarnaciones idénticas, puesto que no hay dos espíritus iguales. Puede haber mayores o menores similitudes, pero cada caso es único.
No es lo mismo, por ejemplo, espíritus primitivos, que comienzan su andadura en las primeras etapas evolutivas, cuyas reencarnaciones suelen ser muy rápidas y en donde el espíritu no es consciente y por tanto no puede participar todavía en la planificación de su futura vida; de aquellos espíritus de evolución media, que ya tienen un recorrido, una cierta conciencia de ser, aunque todavía se encuentren atados a una manifiesta inferioridad moral y espiritual.
Tampoco es el caso de espíritus de gran elevación que en labor sacrificial, acuden al plano tan pesado de una existencia en un mundo como el nuestro, participando previamente en la elaboración de su nueva misión redentora y ejemplificánte, colaborando con otros espíritus especialistas en la delineación del que será su nuevo cuerpo físico y el ambiente familiar en el que se va a desenvolver. En estos casos y debido a que no poseen cargas del pasado, poseen total libertad para programarse un futuro físico, acorde a las necesidades de auxilio que comprenda debe de afrontar.
En todo proceso de vuelta a la vida física hay que contar con un trabajo complejo, debidamente delineado y planificado para facilitar las expectativas de aquello que se desea conseguir por parte del interesado, del espíritu reencarnante. Un equipo de especialistas, entre ellos, (*) los “Constructores espirituales” que se encargarán de realizar los distintos preparativos para que el proceso sea un éxito, adaptando y reduciendo el periespíritu, que actúa como “modelo organizador biológico”, con las nuevas características que marcarán su futuro, en la formación del nuevo feto, hasta su desarrollo total.
Debemos matizar que las variables son tan grandes, las opciones tan numerosas, que nos sería imposible, en un simple artículo, poder abordar de una forma completa las distintas posibilidades, en función de cada caso y del uso del libre albedrío, puesto que hay que tener en cuenta que el espíritu en cuestión, tiene la última palabra, por decirlo de algún modo, sobre los derroteros que quiere seguir, y es el responsable con su actitud y comportamiento de que el trabajo impecable de los “hermanos especialistas”, mensajeros del amor y la misericordia de nuestro Padre, tengan un total éxito.
Cabe recordar y siempre hablando a nivel genérico, de que el espíritu, una vez ha dejado la materia física y vuelve al plano espiritual, con la ayuda de seres de luz, comenzará un proceso de adaptación a su nuevo estado. Realizará un repaso a lo que ha sido su paso por el mundo, sus aciertos y sus errores. En ese momento, una vez esclarecido y restablecido de las impresiones de la materia, continuará su trabajo en los planos espirituales. También recuperarán de una forma plena y sin entorpecimientos las relaciones con la que es su “familia espiritual”, producto de las diversas existencias, afinidades y trabajos pasados y presentes.
En función de las conquistas adquiridas, así será su felicidad y sus responsabilidades en su nueva etapa. Hemos de hacer un pequeño paréntesis y aclarar que estamos hablando de espíritus de mediana evolución, sin cargas criminales, propias de espíritus de gran inferioridad todavía. Estos últimos serían para tratarlos en otros artículos específicos.
Es a partir de ese instante, y en base a lo ganado con su esfuerzo que afrontará nuevas tareas concretas de edificación, de crecimiento espiritual, colaborando, en base a su capacidad y méritos, en la labor que le corresponda, contribuyendo al progreso general.
Por tanto, la ociosidad perturbadora no existe. Como podemos encontrar en la obra psicografiada de Chico Xavier por el espíritu André Luiz; “Misioneros de la Luz”, en el capítulo XIII, titulado Reencarnación: “El Paraíso de la ociosidad es tal vez la mayor ilusión de los principios teológicos que, en la Tierra oscurecen el sentido divino de la verdadera Religión”
Sin embargo y cómo podemos leer en la misma obra de Chico Xavier: “Dichos trabajadores abnegados en el campo espiritual, tras largo tiempo de luchas y servicios sacrificiales necesitan, llegado un momento, de retomar sus experiencias carnales, para la restitución de viejas deudas que imantan en la inferioridad a espíritus nobles y comprometidos. La experiencia carnal, es por lo tanto, la gran prueba de fuego que legitima la autoridad moral trabajada en los planos espirituales, no obstante, la necesidad de corroboración en el ámbito físico para la liberalización de viejas cargas del pasado, a veces, remoto.”
“No existe deuda, por pequeña que sea, que no requiera compensación o rectificación.”
Como es lógico, en la planificación de lo que va a ser su próxima vida física, se tiene muy en cuenta, las necesidades más urgentes, las pruebas en las que debe de incidir, sobre todo, cuando viene de experiencias repetidas fallidas. Por ejemplo, la riqueza y su indebido uso, el poder, la belleza, el empleo de la inteligencia. Estas circunstancias, cuando de una forma repetitiva no se afrontan debidamente y son causa de errores y de débitos con la justicia divina, obligan a un cambio de rumbo, a veces voluntario, a veces impuesto, para experimentar sobre las propias carnes la pobreza, la fealdad, o incluso sufrir algunas taras psíquicas, que proporcionen al espíritu provisionalmente en la materia física, las experiencias necesarias para la toma de conciencia de sus responsabilidades, y del uso que debemos de hacer de las dádivas divinas. Tal es la ley de causa y efecto, y la finalidad última de la encarnación física.
Por otro lado, se encuentran los “completistas”. “Es el título que designa a los raros hermanos que aprovechan todas las posibilidades constructivas que el cuerpo físico les ofrece”. ¿Qué significa esto? Pues que son espíritus encarnados que utilizan fielmente su cuerpo físico como instrumento de progreso, cumplen sus compromisos, no pierden el tiempo, luchan contra sus imperfecciones y debilidades venciéndolas, y desencarnan con la tarea hecha.
La mayoría de nosotros, apenas cumplimos un pequeño porcentaje de nuestros compromisos. La ociosidad, la rebeldía, las debilidades y pasiones humanas nos imantan, retardan y obstaculizan el progreso, reduciendo las posibilidades, amén del mal comportamiento de muchos en el cuidado del instrumento físico, máquina excelsa, maltratándola con excesos como pueden ser el alcohol, el tabaco, el sexo; ni qué decir de las drogas, o los deportes irresponsables de riesgo poniendo en juego la propia vida; o las intoxicaciones propias de los malos pensamientos, producto de nuestras imperfecciones: odio, envidia, ira. Esto último, muchas veces poco valorado, pero de consecuencias devastadoras para la salud integral.
Otro elemento muy importante para el espíritu que va a perder temporalmente su libertad para ingresar en la cárcel de la materia física, es la angustia, la enorme incertidumbre de si será capaz de resarcirse de errores pasados, si tendrá la suficiente fortaleza, paciencia y resignación para superar los obstáculos, a veces muy difíciles. Hay que tener en cuenta que el espíritu desconoce los detalles pero es consciente del tipo de pruebas y los riesgos que corre en su futura existencia. Esto, como decíamos anteriormente le supone una inquietud, un desasosiego, mitigado por los hermanos amorosos que procuran animarlo, comprometiéndose a sostenerlo y auxiliarlo en todo momento, convenciéndole que nunca va a estar sólo en las luchas diarias. Algo que nos debe hacer pensar cuando nos sentimos desamparados o abandonados. La misericordia de Dios es tan grande que nunca nos abandona.
Aprovechemos pues estos conocimientos, recordemos que estamos de paso, traemos un compromiso, afrontémoslo con responsabilidad y alegría para que cuando retornemos a nuestra patria espiritual podamos decir cada uno de nosotros: “he cumplido una buena parte de la tarea encomendada, me voy satisfecho”.
José M. Meseguer
©2015, Amor, paz y caridad
*Aconsejamos la lectura de la obra: “MISIONEROS DE LA LUZ”; especialmente los capítulos 12 y 13. Psicografiado por Francisco Cándido Xavier, por el espíritu André Luiz.