Las inquietudes que se experimentan a lo largo de la vida no son exclusivas de las personas que tienen una existencia difícil, con continuos problemas y sinsabores; también las experimentan quienes tienen una vida satisfactoria a nivel personal, familiar, social y económico.
Por tanto, ni están ni nacen en las diferencias de nuestro entorno, sino que se hallan ubicadas en nuestra personalidad, que es la que verdaderamente experimenta esa agitación interior que le impulsa a buscar el modo de calmarlas.
Al tratarse de un tema muy amplio, en nuestro caso vamos a centrarlo en el aspecto más transcendente para nuestra vida, que es el que buscamos, de la siguiente forma:
¿Qué entendemos por inquietudes?
Vamos a tomar la definición de inquietud como sinónimo de agitación interna, de descontento ante determinados acontecimientos o circunstancias de la vida que nos afectan, no comprendemos, nos desagradan o queremos cambiar; a esos estados de nerviosismo que generan preocupación, quitando la paz interior; al hecho de no estar contentos ni satisfechos con el desarrollo de nuestra vida.
Estos estados afloran en un momento concreto de nuestra vida y se van configurando con el tiempo por la experimentación de determinados acontecimientos, aumentando con ello nuestro estado interior de agitación.
En su desarrollo suelen surgir inclinaciones hacia algunos temas o facetas de la vida, la sociedad, la Naturaleza, etc. De ellos vamos a entresacar las inquietudes que nos conducen hacia la necesidad de mejorar algunos aspectos de nuestra personalidad y de nuestra existencia, con la finalidad de alcanzar una mayor comprensión de sus causas y consecuencias.
¿Cómo enfocamos la vida?
Para la inmensa mayoría de las personas, el significado de la vida se reduce a mantener una existencia lo más placentera posible. Impera la idea de que solo se vive una vez y que todo finaliza en la oscuridad que hay más allá de la muerte; por ello, se desarrolla el deseo de disfrutar al máximo el presente, viviendo exclusivamente lo más llamativo y placentero.
Es bueno vivir con alegría e ilusión, disfrutando de los mejores momentos; relacionarnos con los demás con satisfacción, confianza y seguridad. Pero vivir sin problemas es imposible, porque las situaciones de dificultad aparecen de continuo en nuestro quehacer diario. La vida no solo consiste en vivir por vivir, pues sería marchar a la deriva sin ningún fundamento en las acciones, encontrándonos a merced de todos aquellos acontecimientos que nos afectan. Cuando nos apartamos de todo aquello que supone esfuerzo, también estamos alejando grandes oportunidades de desarrollo personal.
Vivir sin conciencia de lo que nos ocurre e influye no es una buena opción; desde luego, no es la mejor. Es como el barco que va a la deriva en un inmenso océano. Para llegar al punto deseado tiene que marcar bien el rumbo, sabiendo que no todos los vientos ni todas las mareas llevan al mismo puerto. Por tanto, el hecho de ser conscientes de nuestra vida va a marcar la diferencia entre el triunfo y el fracaso.
Pensamos que lo que hacemos no nos afecta, y no es así porque son todas esas circunstancias las que van conformando nuestro devenir. Lo que nos sucede no es por casualidad. Hoy día somos el resultado de nuestros actos y nuestras decisiones del pasado, de igual modo que estamos siendo los arquitectos de nuestro futuro.
No somos entes individuales a la deriva, sino seres con una individualidad dentro de un Todo perfectamente relacionado. No estamos fuera del Universo sino inmersos en él, afectados por todas esas fuerzas que convergen en la vida, lo que implica el desarrollo de las cualidades y aspectos que abarcan un sinfín de circunstancias que actúan y la hacen completa. Y es ahí donde puede intervenir nuestra voluntad de querer y de hacer.
Buscar el bienestar material, el poder, el éxito o los placeres, sin buscar también la utilidad para el bien social, la alegría y la ilusión de vivir conscientemente, nos deja incompletos, al no poder satisfacer lo más importante para uno mismo, cual es la autorrealización como ser universal. Para estar completos necesitamos desarrollarnos individual y colectivamente. Y para conseguirlo es preciso conocernos bien y efectuar los cambios interiores necesarios para reajustarnos a la convivencia social y a la vida.
¿Por qué surgen las inquietudes?
Hay una fuerza invisible que empuja a todo lo que existe en el Universo hacia una evolución constante e imparable, tendente a generar armonía, equilibrio y perfección, de la cual nada ni nadie escapa, incluido el ser humano, al formar parte del mismo. Ante una fuerza tan persistente como esta, y que podemos observar en los continuos cambios y desarrollos en todos los aspectos de la vida, sólo nos queda aplicar esa capacidad de adaptación que tiene cualquier ser vivo.
Si queremos trabajar, es necesario adaptar nuestra oferta a la demanda de trabajo, o quedaremos fuera del mercado laboral. Si hablamos de economía, hay que adaptarse al sistema económico vigente para no padecer dificultades insalvables. A nivel familiar, nos vamos adaptando a las distintas etapas de nuestras relaciones afectivas, incluidas la dolorosa falta de nuestros padres y seres queridos, llegado tal momento.
En definitiva, nuestra vida es una continua transformación que tiene en la adaptación la clave para nuestra supervivencia, lo que implica a su vez nuestro crecimiento personal. Pero en su proceso tenemos periodos de inadaptación o estancamiento en los que nos acomodamos, rezagándonos en exceso, momentos en los que comienzan a surgir esas inquietudes a modo de insatisfacciones. Son impulsos internos de nuestro ser que ejercen a modo de guía, orientándonos hacia aquello que puede llenar nuestro interior y satisfacer realmente nuestras necesidades.
Cuando tenemos una falta de sintonía entre lo que hacemos, lo que nos gustaría hacer y lo que debemos hacer o necesitamos, es normal que tengamos inquietudes, sinsabores, falta de ilusiones, desencantos, desasosiego interno o amargura, porque nuestra conciencia, nuestros deseos y nuestras necesidades no van al unísono. Esta situación terminará generando esa insatisfacción que invade e impregna todo lo que hacemos con una sensación de vacío interior.
¿Qué finalidad persiguen?
Es la forma que tiene la vida de indicarnos, desde la fuerza de nuestro interior, que no estamos viviendo nuestra realidad plena e intrínseca, que nos estamos alejando de la sintonía real y auténtica con ella. Cuando comenzamos a experimentar la necesidad de un cambio personal, si no lo buscamos realmente, entraremos en una situación de agitación que, en realidad, es una llamada interior a nuestras necesidades más inmediatas y urgentes, buscando un mayor y más amplio desarrollo de nuestras capacidades.
La insatisfacción es un aviso de que no estoy conduciendo bien mi vida.
Cuando llega ese instante en que no me encuentro satisfecho con la vida que llevo, ha llegado el momento de realizar cambios en lo que estoy haciendo para plantearme nuevas ilusiones, conseguir nuevos retos y terminar con esas situaciones que no me dan satisfacción. Estamos necesitando una renovación en nuestro modo de vivir.
Si no escuchamos esa llamada interior, esas sensaciones que estamos experimentando no cesarán sino que se acentuarán de variadas formas, como por ejemplo con el surgimiento de multitud de preguntas, pensamientos e incógnitas sobre nuestra existencia y nuestro papel en ella o en la sociedad. Su función es hacernos pensar para reorientarnos hacia aquello que realmente está reclamando nuestro interior, hacia esa demanda de satisfacción, plenitud y felicidad que aquel anhela.
¿Cómo se calman?
Olvidarlas sin prestarles atención o intentar anestesiar nuestra conciencia no es la solución, porque volverán a surgir con más fuerza e incluso con manifestaciones internas de cierto desequilibrio mental y emocional, añadiendo más dificultad a nuestras necesidades de cambio interior.
Observemos con atención hacia dónde quieren dirigirnos, ya que son la mejor guía para reeducar nuestra personalidad, mejorar nuestras relaciones sociales y alcanzar un estado de paz y plenitud capaces de ampliar y mejorar nuestro modo de vivir.
En cambio, si nuestra respuesta es positiva y las apoyamos con el deseo de vivirlas y desarrollarlas, experimentaremos un estado de satisfacción. Nos sentiremos bien, viviendo ese equilibrio interno que solo podemos conseguir conociéndonos a nosotros mismos, nuestro entorno, las circunstancias que nos afectan, de qué forma lo están haciendo y cómo podemos mejorarlas. Es el momento de emprender nuevas realizaciones que sirvan para vivir más amplia y profundamente, con la finalidad de mantener un desarrollo gradual y progresivo del auténtico ser que hay en nosotros. En ese avance encontraremos la paz interior que calmará nuestras inquietudes.
En su aspecto más profundo nuestra vida tiene un propósito, y hacia ese propósito van dirigidos todos los hechos que nos acontecen. A medida que lo vayamos identificando, irán desapareciendo esas agitaciones que estamos teniendo.
¿Por qué tenemos inquietudes? por: Antonio Gómez Sánchez
© Amor, Paz y Caridad, 2019
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