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Inicio Aprendiendo a vivir mejor DIÁLOGO HACIA LA FELICIDAD
  • Aprendiendo a vivir mejor

DIÁLOGO HACIA LA FELICIDAD

Por
Antonio Gomez Sanchez
-
3 febrero, 2021
0
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    Dialogo hacia la felicidad

    Diálogo hacia la felicidad

    En la búsqueda e intención de mejorar nuestra vida nos encontramos con una cuestión tan necesaria como inevitable: La convivencia. La relación de los unos con los otros es continua; la cuestión es reconocer si lo estamos haciendo bien o no, porque este aspecto tiene más transcendencia para nosotros de lo que imaginamos.

    Algo que hacemos a diario debería ser más sencillo de lo que en realidad resulta, pero no es tan fácil como creemos, porque anteponemos muchos condicionantes y demasiados intereses personales. Nos relacionamos teniendo en cuenta todos nuestros deseos pero sin terminar de comprender los de las personas con quienes convivimos, porque casi siempre nos importan mucho más los nuestros que los ajenos. Todo ello dificulta y entorpece una acción que debe tener como cualidades esenciales la sinceridad y la nobleza, único modo de crear esa amistad honesta y recíproca que ayuda a comprender más la vida, mejorándola notablemente.

    ¿Cuántos problemas tenemos por la falta de entendimiento causado por diferencias diversas, malas relaciones o malos entendidos? ¿Por qué se desunen personas que inician una determinada labor en conjunto y con el tiempo terminan distanciándose? Sencillamente porque no tenemos ese diálogo honesto, sentido, analítico y constructivo de forma habitual.

    Accesos de cólera, miedos irracionales, malicia, mal humor, son cargas psíquicas que generan tensión y malestar, que crean estados mentales que nublan nuestros sentidos y nuestro juicio, siendo fuentes de inagotables problemas. Si queremos relacionarnos bien es necesario erradicarlos de nuestra forma de ser.

    Saber convivir, al igual que todo en la vida, necesita de un aprendizaje y de una serie de cualidades que todos tenemos, pero que difícilmente desarrollamos porque no solemos practicarlas. Si pensamos detenidamente en ellas, veremos que no es tan difícil como parece,  siempre y cuando tengamos el deseo sincero de hacerlo bien y de tener siempre en cuenta a las demás personas, intentando comprenderlas desde un primer momento.

    La convivencia nos da el apoyo que necesitamos cuando nuestro ánimo decae; la fuerza de la insistencia elimina el sentimiento de soledad a favor del trabajo colectivo y nos aporta grandes beneficios. La sensación que se experimenta es una fuerza motora de inagotable estímulo. Cuando se nos ayuda a vivir una sensación de ánimo, ilusión, valentía, apoyo, decisión y colaboramos con predisposición, nuestra vida se va elevando impulsada por la confianza que se adquiere.

    Sabemos que acostumbrarse a ceder no es fácil porque casi siempre estamos convencidos de tener razón, y aunque no la tengamos la exigimos. Así, ¿hacemos sencillo el diálogo o estamos poniendo trabas para lograr entendernos? Es más, aun llevando razón en algo determinado, mucho más importante que tenerla es conseguir un ambiente estable y agradable. ¿De qué sirve defender la razón a costa de perder nuestra paz interior creando conflictos innecesarios? Es muy conveniente sopesar los pros y contras de nuestras acciones.

    El “yo” es egoísta por sí mismo y suele terminar creando muchos conflictos y problemas de convivencia de todo tipo, ya que solo busco el deseo de agradarme. Tengo que erradicar de mí ese “yo soy”, “yo quiero”, “yo pienso”, “yo digo”, “yo necesito”, porque me aísla de los demás;  nunca me dará satisfacción e impide el entendimiento. La forma de hacerlo es sustituirlo por el “nosotros”, porque transmite colaboración, confianza, comprensión, y con ello busco el deseo de agradar. Son dos posturas muy diferentes, por lo que el resultado también lo es.

    Hemos vivido muchas alegrías gracias a las palabras de consuelo de nuestros familiares, disfrutado cuando un amigo nos ha manifestado su sentimiento y su comprensión en nuestros momentos de mayor dificultad, y estas son vivencias que gratifican nuestro sentir.

    La educación y nuestras cualidades más positivas también nos ayudan a relacionarnos con personas que no son de nuestro entorno. Es relativamente fácil mantener un diálogo agradable con quienes conocemos, pero ya no resulta tan sencillo hacerlo con quienes desconocemos o no son afines a nosotros. Es muy conveniente aprender a dialogar con cualquier persona y en cualquier ambiente, favorable o no.

    Cuanto mayor es la calidad de las relaciones sociales más satisfacción experimenta la persona, lo que implica alcanzar un alto grado de entendimiento, comprensión y colaboración. La comunicación entre unos y otros es totalmente necesaria para expresarnos y comprendernos mutuamente. Estos actos de relación son muy útiles para conciliarnos los unos con los otros. El entendimiento nos da momentos de unión y abre las puertas a ese aprendizaje diario que tanto valor puede aportarnos. Por contra, las relaciones inadecuadas por la falta de diálogo siempre dificultan el desarrollo personal y colectivo.

    En cualquier conversación debe existir respeto hacia la otra persona, su libre albedrío y sus decisiones. De esta forma permitimos un acto de transmisión y recepción de conocimientos y experiencias en vez de entorpecerlo. Independientemente de que haya opiniones dispares sobre lo que sea, la comunicación no es una interferencia entre unos y otros sino un punto de enriquecimiento personal.

    Dialogar es intercambiar ideas, opiniones, ilusiones, compartir inquietudes y preocupaciones, entendimiento mutuo; comprender y aceptar las diferencias porque estas son tan reales para unos como para otros, entendiendo los distintos estados y etapas que desarrolla cada persona. La diversidad es una realidad presente en la vida que la embellece y que es necesaria para el progreso. Compartir experiencias, lo que uno vive o siente, lo que piensa u opina, siempre tiene un sentido positivo. ¿Por qué no aprovecharlo?

    Muchos de los problemas que plantean las relaciones humanas y sociales son fácilmente solucionables con la comunicación porque en numerosos casos surgen precisamente por la ausencia de ese diálogo capaz de aclarar todos los malos entendidos, fomentar la unión y afianzar la paz, tanto individual como social.

    Esa postura interna de suponer que “si no piensas como yo no podemos hacer nada juntos”, ni está basada en la realidad ni conduce a nada positivo. Pero, sorprendentemente, se suele mantener con demasiada frecuencia, a pesar de observar que solo alimenta el distanciamiento y la desunión motivados por el desconocimiento real del otro, lo que no favorece a nadie en absoluto. Tener opiniones distintas no impide la colaboración ni la amistad, lo que verdaderamente la impide es nuestra actitud ante aquello que no coincide con nosotros, con nuestras ideas, creencias o deseos, ya que ante lo distinto solemos responder con rebeldía y rechazo. Hay más sabiduría en tender puentes que en levantar barreras porque son más las cosas que nos unen que las que, en realidad, nos separan.

    Escuchar atentamente y con predisposición a la otra persona es muy útil para crear el ambiente adecuado para el diálogo porque es algo que se percibe internamente, siendo muy necesario para eliminar las barreras de la incomprensión. Saber escuchar para aprender es un don que no todos dominamos, pero sí es una habilidad que podemos y debemos desarrollar con la práctica. Si lo hacemos experimentaremos un cambio extraordinario en nuestras relaciones.

    Por otro lado, el secreto de un buen diálogo no solo está en lo que decimos sino también en cómo lo decimos. Seguro que hemos perdido oportunidades por no expresarnos adecuadamente. Saber cómo manifestarnos también es importante porque hay momentos en que depende de ello que seamos escuchados con atención o no. Hay ocasiones en que tenemos razón sobre algo determinado, pero terminamos perdiéndola por las malas formas empleadas.

    Hablar en el momento equivocado o elevar excesivamente la voz con una mala actitud siempre enturbia el diálogo.

    Es habitual confundir la mera expresión de nuestras ideas con la comunicación. Lo primero es la acción de manifestar o exteriorizar algo de forma unidireccional y unipersonal, no siendo sinónimo de lo segundo. Esto quiere decir que las personas, a veces, nos expresamos pero no nos comunicamos. El diálogo necesita de la voluntad de interrelacionarse con los demás desde la comprensión y el respeto. Y hay muchas ocasiones en que solo existe la simple voluntad de hablar pero no el deseo de escuchar, por lo que la intención distorsiona notablemente el resultado.

    Otras veces, pretendemos denominar diálogo a la imposición de nuestras ideas, creencias, criterios y comportamientos o modos de hacer las cosas. Pensamos que lo nuestro siempre es lo mejor. Y tal vez lo sea, pero para nosotros, ya que posiblemente estemos notando nuestras propias necesidades, lo que no quiere decir que también sea lo mejor para los otros, porque sus necesidades pueden ser distintas. La relación con ellos nunca puede estar basada en la exigencia. Es una situación que solo crea confrontación y desunión. Y estas expresiones del sentimiento, por cuestiones obvias, no son nada eficaces.

    El mejor diálogo siempre es aquel en el que existe el respeto profundo hacia los demás, al cómo piensan, cómo sienten, cómo actúan y por qué lo hacen así. Y se basa en una comprensión sincera desde el mundo de sus motivaciones más profundas, de sus necesidades, desde ese mundo que les empuja a hacer lo que hacen y cómo lo hacen. Se trata de ponerse siempre en el lugar del otro para que la comunicación tenga la sólida base de esa sintonía y, desde ahí, construir siempre en positivo. La voluntad de querer hacer las cosas bien aporta conciliación, cooperación y solidaridad, y nos hace mejores personas y más felices.

    Es la única forma en que nos podemos sentir comprendidos, aceptados y estimulados. Y en toda relación, este sentirse comprendido y aceptado es el único estímulo capaz de permitir una acción de colaboración y de amistad libre, creativa y altamente beneficiosa para todos. Las personas con las que nos relacionamos también tienen sentimientos, y valorar esos sentimientos es fundamental.

    Diálogo hacia la felicidad por: Antonio Gómez Sánchez

    © 2021, Amor, Paz y Caridad.

    Puede escuchar al autor en su podcast:  Aprendiendo a vivir mejor

    Otros artículos de esta sección:  Aprendiendo a vivir mejor.

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