Si algo nos conmueve al rememorar la vida de esta insigne escritora y divulgadora del espiritismo, es cómo buscó de modo infatigable entre las corrientes religiosas y de pensamiento de su época (1835-1909), la explicación de la causa de los males que la acechaban y de los cuales no se podía zafar.
Sola, sin familia, sin medios económicos, decide marcharse a Madrid a trabajar como costurera y a tratar de que las revistas de la época le publiquen sus poesías, como ya lo hacían en su Sevilla natal. A pesar de su férrea voluntad de labrarse un porvenir, la grave enfermedad de sus ojos le impedirá mantenerse, y es en esa situación cuando comienza a plantearse las preguntas que todos, alguna vez en la vida, nos hacemos. ¿Por qué a mí?, ¿qué he hecho yo para que Dios me castigue de esta manera?, ¿por qué hay personas con familia, amigos, trabajo?, ¿por qué yo, no?, ¿soy buena, honesta, por qué me veo abocada a esta situación de miseria?, ¿por qué Dios parece bendecir a unos y desheredar a otros? La idea de Dios en sí misma, le impide concluir que éste pueda ser caprichoso e incluso cruel.
Es en este buscar la respuesta a sus preguntas, cuando conoce el espiritismo y las explicaciones de la Ley de Causa y Efecto, la reencarnación o la pluralidad de existencias hasta alcanzar la perfección, la que le explicará el motivo de la desigualdad entre los hombres. Si conoces la causa de tus males, conoces la solución a los mismos.
De ahí que la mayor parte de sus escritos, historias conmovedoras y cercanas, de lenguaje claro y directo, entendibles para la mayoría de sus lectores, traten de explicar la causa de los males que nos aquejan. Es el mayor y mejor servicio que puede brindar a los desheredados de la tierra, a los que sufren el hambre y la sed de justicia, a los que, como ella, quieren entender y reparar las situaciones que les atormentan.
Su ejemplo combativo, valeroso y decidido, nos habla de cómo podemos reparar los errores cometidos por nuestra ignorancia. No es una aceptación pasiva, fatalista de la ley de Causa y Efecto, sino activa.
A lo largo de su dilatada carrera como escritora y directora de las revistas “La Luz del Porvenir” y de “El Eco de la Verdad”, con sus historias extraídas de los recortes de prensa o vividas por ella misma, nos narrará situaciones, querencias o adversidades aparentemente inexplicables. Estas historias calmarán el desconsuelo de sus lectores, llegarán a las cárceles de la época, donde los presos, hacinados y en infames condiciones, le harán saber el bienestar que les ha producido saber la causa de sus males y el deseo de repararlos. Las penas, las condenas estaban ahí pero ellos se enfrentaban a las mismas con otra comprensión, otra fuerza, una nueva mirada que los hacía más fuertes.
¿Quién a lo largo de su vida no se ha preguntado por qué a mí? Todos nosotros, acuciados por la necesidad de aprender debemos enfrentarnos a situaciones duras, complejas y es en estas situaciones cuando el ser humano aprende, se eleva y comprende la justicia de esta ley.
Pero Amalia Domingo Soler no se conformó con esta labor, ya de por sí inmensa, sino que fue una defensora de la enseñanza laica. Dio varias conferencias sobre las ventajas de este tipo de enseñanza en diversos lugares de Barcelona, como El Círculo Progreso, El Círculo Ecuestre y El Fomento Graciense. Tema que hoy los distintos gobiernos discuten y no han llegado a ningún acuerdo.
Además de la enseñanza laica, Amalia Domingo Soler era una ferviente defensora del papel que las mujeres desempeñamos en la sociedad, no solo como las primeras educadoras de nuestros hijos, sino también como trabajadoras. Así abogaba por una educación distinta a la que se daba a las mujeres de la época. (La mujer que escribe este artículo ha tenido una enseñanza distinta que sus compañeros. Por las tardes las chicas teníamos costura o labores de hogar).
Sería la primera feminista de la época pues su semanario «La Luz del Porvenir» estaba escrito íntegramente por mujeres y para mujeres, con la intención de dar voz a aquellos que no la tenían. Hoy, si bien la mujer ha alcanzado cotas más altas en la sociedad, siguen habiendo asuntos pendientes entre los que destacamos; la equiparación de salarios y de puestos en la dirección de empresas, o paridad en la distribución de cargos en el gobierno de la nación.
También se preocupó por las situaciones de violencia que sufren algunas mujeres y desde la revista, de la que era directora, se adhirió a una campaña que en su momento se hizo contra la trata de blancas. Continuamente y desde los medios de comunicación nos llegan noticias de detenciones y campañas de concienciación sobre este tema.
No quiero dejar de tratar la inmensa labor que hizo recogiendo donativos para ayudar a los damnificados de las inundaciones de 1879 y 1880 «no solo para ayudar a las víctimas de Murcia, sino también para los trabajadores catalanes aquejados del mal de la miseria». Es estos momentos vemos como las catástrofes de orden climático o bélico están a la orden del día y vemos como la solidaridad de los pueblos que conforman el primer mundo se vuelca para ayudar a paliar estas dolorosas situaciones.
Repasando nuestro día a día no hay nada que antes, previamente, Amalia no hubiera considerado conveniente atajar, combatir o explicar. Sinceramente no veo nada en la obra y el trabajo de Amalia Domingo Soler que haya quedado obsoleto. Para nuestra desgracia nuestros avances sociales son menores que los técnicos, por eso la vigencia de su labor es plena.
Pervivencia de la obra de Amalia Domingo Soler por: Pilar Domenech
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