PASO A PASO

0
18
    A medida que el espíritu va avanzando en el largo camino de la evolución, va despertando progresivamente todos aquellos atributos que le son propios y que, aunque en estado latente, posee desde su misma creación. No en vano son todas esas cualidades y facultades
adormecidas las que le hacen valer el calificativo de «hecho a imagen y semejanza de Dios», por quien es creado. 
 
    De este modo, día tras día, existencia tras existencia, el espíritu vive multitud de experiencias que le proporcionan las situaciones idóneas para avanzar un pasito más, para corregirse gradualmente en la infinita ascensión hacia la perfección. 
 
    Dentro de ella, hay aspectos que le son característicos atendiendo a su estado más o menos avanzado, de ahí que existan las diferentes categorías de mundos por todos conocidas, verdaderas escuelas espirituales que facilitan al espíritu las lecciones y enseñanzas apropiadas a su nivel. 
 
   Nosotros, en estos momentos, nos encontramos en un mundo de expiación y prueba, situación que está ya tocando a su fin, pues nuestro planeta muy pronto ascenderá de nivel, convirtiéndose en un mundo de regeneración y albergando a aquellos espíritus que estén preparados para habitarlo. 
 
    En esta etapa de nuestra evolución, hay un factor importante que es a la vez un medio de evolución y una meta para nuestro espíritu: nos estamos refiriendo al control de uno mismo, al control de nuestros propios pensamientos y sentimientos y acciones, con el fin de que en todo momento seamos conscientes y responsables de lo que realicemos. 
 
   Para lograr dicho control, quizás el primer paso imprescindible sea el «conócete a ti mismo», es decir, el autoanálisis constante para saber cómo somos, de qué forma reaccionamos ante las diferentes circunstancias que se nos presentan; en definitiva, para conocer en qué aspectos nos dejamos llevar por nuestro egoísmo personal y en qué otros somos capaces de sacrificar dicho egoísmo en aras del bien de los demás. 
 
    No es cuestión de un día ni de dos, es una labor que exige mucha paciencia, y sobre todo verdadera sinceridad con nosotros mismos y una fuerte dosis de humildad y ganas de superación, pues todos nos equivocamos en numerosas ocasiones y si no somos capaces de reconocerlo, nunca podremos rectificar y orientar nuestros pasos de una forma más apropiada y útil para la evolución de nuestro espíritu. 
 
  Pero de este modo, con constancia y altruismo, logramos ir perfeccionándonos pasito a pasito, conseguimos ir adquiriendo seguridad en nuestros actos respirando sinceridad y honestidad en todos ellos; en una palabra, nos vamos perfeccionando progresivamente. Nos vamos haciendo conscientes del porqué de todo lo que nos ocurre y nos responsabilizamos de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, conocedores de sus consecuencias y ávidos de un mayor progreso espiritual. 
 
   Conocerse a sí mismo es, pues, tan sólo el primer paso; para lograr el control sobre uno mismo, es necesaria una práctica constante en la que se lleven a efecto las conclusiones que del propio autoanálisis se susciten. 
 
 
 
 
REDACCIÓN
Publicidad solidaria gratuita