Odio y perdón 2
Y no nos desanimemos si no conseguimos de inmediato ese propósito digno. Perseveremos, perseveremos hasta que hayamos establecido la unión vibratoria con la Ley del Amor Universal, generadora de paz y armonía, y liberadora del odio y su secuela de malquerencias y amarguras.
Y la paz interna (mental-emocional) aumentará nuestra capacidad intelectual, nuestra alegría de vivir y ansia de progreso. Porque, un alma y una mente despojadas de odios, rencores y malquerencias, con ideales elevados, vibrando en amor fraterno, se exteriorizará en una personalidad más eficiente, ágil y realizadora.
Y cada vez que llegue a nuestra mente, en el comienzo, el recuerdo o imagen del motivo del agravio (que poco a poco irá desvaneciéndose) desechémoslo y proyectemos sobre esa persona vibraciones de amor, a modo de comprensión y deseos de bien; poniendo todo nuestro deseo de bien en ese sentimiento, para que esa vibración sea poderosa y le beneficie intensamente, con lo cual nos beneficiaremos nosotros mismos.
Cuanto más amemos, más felices habremos de sentiros; ya que, la LEY que es Amor, nos devolverá ese amor en felicidad. Si damos amor, afectos, alegrías, servicio desinteresado (que es amor en acción); eso mismo recibiremos en la proporción que demos y más aún. Pero, si dominados por una pasión, envidia, egoísmo o amor propio, causamos sufrimiento de algún modo o realizamos actos de venganza o cometemos alguna bajeza; iremos acumulando un karma doloroso, y esos mismos daños causados recibiremos en la proporción que hayamos causado o deseado; porque, la Ley es justa. Retengamos en nuestra conciencia este axioma; la siembra es voluntaria; pero, la cosecha es obligatoria.
Ahora que ya conocemos las desventajas (algunas tan sólo) del odio, rencor, malquerencias y resentimientos; comprenderemos que, mantener esos enemigos, es un lujo que se paga muy caro. Y lo curioso es… sin disfrutarlo.
Necesario es saber dar a conocer que, con la muerte del cuerpo físico no mueren las pasiones, antes al contrario, se intensifican; porque, están en la propia naturaleza psíquica que, al dejar la envoltura carnal continúa con los mismos pensamientos, sentimientos y tendencias que mantenía como humano, sin los atenuantes de la vida en la carne. De aquí que, un enemigo en el “otro lado” es mucho más peligroso.
Aquí apegados al plano físico, en nuestra propia atmósfera, se agitan millones y millones de almas de los que fallecieron cargados de pasiones. Son seres atrasados que, por sus bajas tendencias no pueden elevarse y deambulan imantados al ambiente en donde han vivido, e inciden o tratan de incidir con harta frecuencia, en la vida de los humanos; quienes, por falta de vigilancia sobre sus sentimientos y reacciones, pueden ser sus víctimas.
A más de esos, existen otros seres de maldad y organizaciones maléficas, compuestas por seres desencarnados que continúan viviendo sus pasiones y tratan de arrastrar a los humanos hacia la maldad y el crimen. Son los demonios a que hacen referencia las iglesias del cristianismo. Y buscan continuar sus gamberradas y la acción de sus odios, rebeldías y maldad de todo género, influyendo en aquellas personas con sentimientos ruines, azuzando sus bajas pasiones. No obstante, esas fuerzas negativas nada podrán hacer en nosotros si no les damos cabida. Las pasiones e imperfecciones humanas, son las puertas de entrada a esas influencias maléficas. No lo olvidemos.
La venganza es un sentimiento de las almas ruines, que les liga con el ofensor o enemigo al pasar el umbral del Más Allá, ocasionando grandes sufrimientos. Y a más de eso, volviendo a ligarlo como humano, en alguna de las siguientes vidas planetarias.
Aquellos que, impregnados de creencias religiosas, manteniendo todavía conceptos dogmáticos apartados de la Verdad, y que obrando mal creen que, arrepintiéndose y confiando sus faltas y actos de maldad a los oídos de un confesor puedan quedar libres de esas deudas espirituales, o indultados por hombres que se atribuyen poderes divinos; están en un craso error. Ni el arrepentimiento, ni la confesión, ni la penitencia les darán el perdón; porque, el perdón no existe en lo espiritual. Existe la Ley justa de: a cada cual según sus obras. Y toda transgresión a la Ley del Amor, produce un desequilibrio en la sección espiritual del causante, cuyo equilibrio tendrá que ser restablecido por el mismo causante, ya por el amor, ya por el dolor.
¡No nos engañemos con espejismos!
Termino mi exposición y análisis, con una llamada a nuestra razón: Perdonemos todo agravio y ofensa que nos hagan y seremos los más gananciosos. ¡Engrandezcámonos por el perdón! ¡Perdonemos siempre!.
No nos liguemos por el odio y sí por el amor. Dejemos a la Ley la reacción de toda mala acción, pero sin deseos de revancha. Y nuestra vida será de paz y armonía.
Odio y perdón 2 por: Sebastian de Arauco