MEDIUMNIDADES ENTORPECIDAS

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  Cuanto más vamos profundizando en el conocimiento de las leyes de la vida, mejor vamos entendiendo infinidad de situaciones que se nos presentan y que de otro modo, nos seria imposible comprenderlas. 
 
  Si nos situamos en el terreno de la mediumnidad, esta necesidad de conocer el porqué de la misma y cómo hemos de llevarla a la práctica se hace imprescindible. 
 
  La mediumnidad es un arma de doble filo. Con ella hemos venido a adelantar mucho nuestro progreso, pues es grande la oportunidad que nos presta para hacer el bien y que comprendamos muchas cosas; no obstante, si no cumplimos bien con este compromiso que conlleva, significa que nos hemos estacionado habiendo perdido una oportunidad de oro, invalorable como ninguna otra para progresar y rescatar deudas del pasado, y ello habremos de pagarlo en la medida que la justicia divina determine. 
 
  Tal es el caso de las mediumnidades entorpecidas que son aquellas personas que vienen con una facultad espiritual descon­trolada, que manifiestan un gran desajuste psíquico a consecuencia del desequilibrio espiritual que viven internamente, que se ve ampliado además por las influencias de entidades desencarnadas de baja condición moral que le acompañan. 
 
  Son personas que se encuentran en un lamentable estado de existencia humana, el cual es prácticamente irreversible, en tanto no cambie su actitud, ya que este estado es consecuencia del pago de una deuda adquirida en vidas anteriores y casi siempre obedece, precisamente, al rechazo que esta persona hizo de una facultad con la que vino en otra existencia, de la cual no quiso saber nada. 
 
  Pero no necesariamente puede estar una facultad entorpecida como pago de deudas anteriores, porque si una persona viene dotada de mediumnidad y no le presta la atención y la orientación adecuadas, sino que la tiene en un completo abandono, puede en esa misma existencia empezar a sufrir sus consecuencias. Tengamos en cuenta que toda mediumnidad viene acompañada de uno o varios protectores espirituales, según la misión que venga a realizar, y este protector no puede estar perdiendo el tiempo, sino que ha pedido venir con una facultad como forma de progreso para él. 
 
  Cuando el protector comprende que con esta mediumnidad no va a realizar ninguna labor, dadas las condiciones a las que ha llegado: falta de moralidad, abandono y rechazo de la facultad, etc., se ve en la necesidad de dejarlo a su libre albedrío y seguir otra andadura, y es entonces cuando esta mediumnidad empieza a vivir en toda su intensidad el descontrol que se deriva de tener una facultad mediúmnica que le pone en contacto con un plano espiritual de baja condición moral y del cual no tiene apenas protección. 
 
  Nunca debemos incurrir en estos dos errores, es decir, abandonar la facultad mediúmnica no dándole la importancia que tiene, o lo que es peor, rechazarla por completo, porque todo compromiso que venimos a realizar en la tierra hemos de cumplirlo inexorablemente, y si no lo logramos en una existencia queda pendiente para otra posterior en la que tendremos que repetir la experiencia, a fin de conseguir cumplir con los objetivos asumidos. Ahora bien, podemos tener la completa seguridad de que las facilidades y ventajas que se nos conceden en primera instancia no las vamos a disfrutar posteriormente, porque hemos de pagar el error de no haberlas aprovechado antes, sino todo lo contrario, las despreciamos y no les hicimos ningún caso. Así pues podemos comprender esos casos de mediumnidades que vemos que andan con ese descontrol tan grande y del que tanto les cuesta salir. 
 
  La mediumnidad, como ya hemos remarcado en artículos anteriores, es un compromiso espiritual preencarnatorio de una elevada responsabilidad, que si la tomamos con voluntad y predisposición puede ser una experiencia sumamente positiva y enriquecedora para nuestra personalidad, que hemos de intentar llevar a la práctica del mejor modo que sepamos y entendamos, pero nunca debemos dejar de lado porque más adelante se nos pedirán cuentas de nuestra actuación. 
 
F.H.H. 
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