Extraído del libro 3 Enfoques sobre la Reencarnación De Sebastián de Arauco
(Viene del número anterior)
Muchas personas rechazan la idea de la reencarnación por el limitadísimo concepto que tienen del tiempo y del espacio. Formada su mentalidad dentro del concepto de una sola
vida humana con unos pocos años, después de los cuales nada conocen, les asusta tener que vivir una y otra vez, y en su comodismo acarician el espejismo del «descanso eterno».
Toda idea nueva, todo descubrimiento, es rechazado por los refractarios de todos los tiempos y en todas las ramas del conocimiento humano. El filósofo y notable médico español, Miguel Servet (por citar un caso), que en 1.537 expuso su teoría de la circulación de la sangre y la función de las válvulas del corazón, tuvo la oposición cerrada de sus colegas, viéndose obligado a alejarse de París. Sin embargo, hoy nadie se atrevería a negar que la sangre circula por todo el organismo. Así acontecerá, ya pronto, en nuestro mundo occidental con la verdad de la reencarnación.
Harto probado está, que todo nuevo concepto de verdad recibe el rechazo de los convencionalismos y de aquellas personas encastilladas en su seudo-cultura y apegadas a tradicionalismos estáticos. Son reacciones humanas propias de mentalidades anquilosadas, retrógradas de todos los tiempos e ignorantes de su responsabilidad en el concierto universal. Sin embargo, rechazarlos porque no concuerden con las arraigadas creencias individuales o aceptarlos por una mayor capacidad de comprensión, no cambia ni modifica la parte de verdad que los mismos puedan contener.
Algún otro objetará, y con cierto fundamento: -si la reencarnación es una verdad, ¿por qué no ha sido divulgada antes? En todos los tiempos y latitudes, los convencionalismos han ocultado muchas verdades. Desde tiempos remotos, la ley de los renacimientos ha sido conocida por los pensadores y estudiosos, y sostenida por los fundadores de las religiones; pero, hasta los últimos tiempos no se ha divulgado de una manera razonada y científica, en nuestro mundo occidental .
Los primeros cristianos la tenían como doctrina, y hasta el siglo V de nuestra era, esa creencia predominaba en toda Europa; pero, vino seguido el predominio de la casta sacerdotal, esa época de oscurantismo en el que la verdad de la vida fue ocultada durante siglos por los convencionalismos dominantes. El filósofo Shopenhauer, decía: «Si un asiático me pidiese la definición de Europa, me vería obligado a decirle lo siguiente: -es aquella parte del mundo en la cual prevalece la increíble falacia de que el hombre fue creado de la nada y que su nacimiento actual constituye su primera entrada en la vida».
Todos los pueblos conocían, antes de la venida del Mesías, la ley natural y universal del renacimiento de las almas. Si consultamos la historia antigua, podemos verla, además de en toda el Asia, en la Caldea, Egipto antiguo, los pueblos celtas de Europa y en los fundamentos de las religiones. Aún hoy podemos apreciar en muchas personas que, al oir el vocablo reencarnación, preguntan -¿será verdad? o sea que, en esas mentes hay una reminiscencia, un algo que permanece en el subconsciente y que aflora, aunque debilitado por la negatividad mantenida durante siglos por los convencionalismos.
Correspondería a los dirigentes religiosos de las multitudes la enseñanza de esta ley divina (porque está contenida en los fundamentos de las religiones); pero, es más fácil alimentar la fe de las masas con rituales y ceremonias externas de mayor o menor suntuosidad y aparato, pues ello satisface más a aquellas mentalidades que están todavía en esa fase de la adoración, que necesitan del fetiche, de algo accesible a su vista para rendirle culto. Pero, por ventura, hay también muchos que ya han superado esa fase de su evolución, y buscan conceptos más amplios de la Verdad de la Vida.
La inquietud espiritual por conocer la verdad de todas las cosas, viene cuando la Conciencia superior despierta y busca con ansia el conocimiento. Entonces ya nada hay que le detenga en su ascensión a las cumbres donde brilla la luz de la sabiduría.
Quien quiera alcanzar la Verdad de la Vida, no debe conformarse con las enseñanzas de una sola fuente, porque puede caer en el dogmatismo. Solamente despojándose de toda idea preconcebida, de toda creencia y colocándose en actitud mental libre, de análisis y meditación, sometiendo a la luz de la razón, puede sentar un juicio más acertado.
La Verdad integral, nadie puede poseerla todavía, ya que la capacidad intelectiva de la humanidad actual, no está aún en condiciones para comprenderla. Pero, a medida que esta capacidad vaya desarrollándose, nuevos conceptos de esa Verdad, irán siendo revelados y captados por aquellos que la buscan con elevación de miras.
(Continuará)
SEBASTIAN DE ARAUCO
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