El hombre, en su ilimitada capacidad de aprendizaje, necesita muchas veces de modelos o arquetipos que le sirvan como referencia para desarrollar bien su trabajo. Esto es frecuente en todos los ámbitos de la actividad humana; en la investigación más simple, en el desarrollo de la ciencia, las artes, la filosofía, etc..
Pues bien; en el campo mediúmnico que a nosotros nos toca estudiar, también es muy necesario y de gran ayuda poseer referencias válidas que nos ayuden a elegir el camino correcto dentro del desarrollo de una facultad. E incluso en el trabajo diario y cotidiano de esa mediumnidad.
Ejemplos de grandes facultades han existido muchos a lo largo de la historia; no obstante, algunos de ellos se nos aparecen como extremadamente difíciles de imitar por su grandeza espiritual; personajes tales como Jesús, Buda, Mahoma, Francisco de Asís, etc. Estos grandes espíritus, mensajeros de la divinidad para favorecer el progreso espiritual del hombre en la Tierra, han de servirnos más como ejemplo moral y de conducta. Mientras que, para el desenvolvimiento normal de nuestras mediumnidades, es preciso acogerse a ejemplos más cercanos; ejemplos que podamos tener a nuestro alcance, facultades conocidas que nos inspiren máxima confianza al conocer su trayectoria de progreso, desarrollo y evolución moral.
Estas facultades no son precisamente abundantes; antes al contrario escasean bastante, pero no por ello dejan de existir; tienen la gran misión de marcar el rumbo a muchas otras que vienen detrás, y en la gran mayoría de los casos son facultades de ayuda, espiritualmente avanzadas, que se han comprometido con muchos espíritus con el fin de ayudarlos a través de su ejemplo y sacrificio.
Si en nuestro entorno hemos tenido la facilidad de encontrarnos con alguno de estos ejemplos, deberemos dar gracias a lo alto por la oportunidad que nos han brindado; pues no es fácil gozar de un modelo tan certero que te indique con su ejemplo el camino a seguir; el rumbo que hemos de tomar en estas circunstancias tan difíciles, como son las de una humanidad materializada donde al trabajo del mundo espiritual apenas se le concede la importancia que merece.
Estas facultades traen una misión de ayuda y sacrificio pero también de progreso, pues con su ejemplo, ayudan a progresar a otros muchos en sus facultades y esto les ha de suponer enormes ventajas y beneficios espirituales el día de mañana. No debemos olvidar que, el espíritu humano no retrocede en su progreso y que lo que aprende, lo consolida existencia tras existencia; es por ello que la gran mayoría de estas facultades de ayuda, además de su propio progreso ganarán el respeto, el cariño y la admiración de todos aquellos a los que han ayudado.
Este sentimiento de gratitud no durará únicamente unos pocos años sino que, esos espíritus que se han beneficiado de esa ayuda seguirán siendo agradecidos al ejemplo que se les ha ofrecido durante siglos. Cuando una facultad de ayuda viene a la Tierra para marcar el rumbo a muchas otras, se la reconoce por diversos aspectos; en primer lugar destaca su evolución moral, y dentro de ésta, especialmente la humildad y la pureza. Además de esto, dos de las cualidades principales que destacan en el ejercicio de su propia facultad son la discreción y la prudencia.
Sobresalientes en la capacidad de perdonar, ejemplifican con su vida cotidiana esta actitud; ayudando incansablemente a todo aquél que lo necesita; con un alto sentido de la justicia pero sin dejar de lado la caridad y la tolerancia, acompañada por la delicadeza en la corrección y señalamiento de las equivocaciones ajenas.
Si en todos estos aspectos mencionados ya nos indican cuál es el camino a seguir; en el desarrollo del amor altruista y la ausencia de egoísmo nos manifiestan la grandeza de su espíritu. La incansable actividad, y su deseo de aprender constantemente a través del estudio y la observación son también cualidades que, añadidas a las anteriores indican que nos encontramos ante un espíritu que ha venido a la tierra con una misión muy especial.
Y por último, si a todo esto le añadimos la capacidad de sacrificio personal en beneficio de su prójimo y del bienestar ajeno, nos encontramos con un espíritu de avanzado nivel que nos está mostrando, a través de sus gestos, palabras, pensamientos, sentimientos, actitudes y trabajos, cuál es el rumbo a seguir para alcanzar el progreso espiritual más rápido.
Si además de todas estas cualidades personales, nos encontramos con una facultad instruida y con altos conocimientos espirituales; podremos decir que tenemos la mejor guía, el mejor camino, el rumbo certero que nos conduce a través de su ejemplo a la auténtica consecución de nuestras metas espirituales.
Si en alguna ocasión hemos conocido o conocemos facultades con estas características, no desaprovechemos el tiempo ni la oportunidad que Dios pone en nuestro camino; aprendamos de ellas, imitemos en lo posible sus comportamientos espirituales, corrijamos todas aquellas actitudes, comportamientos o pensamientos que no estén acordes con el rumbo que ellas marcan.
El hombre necesita de luz en su camino; desgraciadamente muy pocas veces a lo largo de nuestras vidas somos capaces de encontrar esa luz que nos indica el camino; es por ello, que si hemos tenido la fortuna de encontrarla quizá no es casualidad, aprovechemos el momento, sigamos la estela de la luz que nos conduce hasta nuestro propio progreso espiritual.
A veces, limitados por nuestras propias imperfecciones, las tendencias negativas que aún animan nuestro interior y que proceden del pasado, intentarán hacerse fuertes en nosotros para que no abandonemos la comodidad material que nos suponen; pero si tenemos claro que el objetivo de la vida humana es el progreso espiritual, no nos importará rechazar las tendencias de la materia para luchar con todas nuestras fuerzas por nuestro propio adelanto evolutivo; por nuestra propia redención moral y espiritual.
Cuando estos espíritus que MARCAN RUMBOS, se encuentran en el camino de los hombres, debemos admirarlos, respetarlos e imitarlos; no les idolatremos, aceptemos la ayuda que nos brindan con su ejemplo, y agradezcamos esa ayuda con nuestro propio esfuerzo intentando mejorar día a día; intentando avanzar en el camino que nos han propuesto.
Estos espíritus, maestros de la vida, nunca pasan desapercibidos, su obra siempre perdura, y aunque durante su estancia en la tierra los hombres no hayan sido capaces de reconocerlos, el tiempo cimentará su esfuerzo, y la semilla que siembran será esplendorosa y extraordinaria, fructificando en las conciencias de aquellos a los que ayudaron.
Marcando rumbos por: Antonio Lledó Flor
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