El amplio concepto que abarcan estas dos palabras se ve modificado en función de cómo sean empleadas y bajo qué contexto se utilicen. Tanto es así que aquí las vamos a desarrollar en una aspecto meramente espiritual y bajo un prisma concreto: la fuerza humana y la energía espiritual.
Cuando hablamos de fuerza humana nos estamos refiriendo a aquella potencia que posee el hombre para realizar determinadas actividades. Si éstas son de carácter espiritual la fuerza humana será mayor o menor según sea la voluntad que pongamos en ella.
En el aspecto concreto de la mediumnidad, la fuerza del médium viene dada por el grado de voluntad que éste pone en movimiento a la hora de pensar, sentir o actuar. Cuanto mayor es la fuerza de voluntad que imprimimos a nuestros actos, la fuerza que de ellos se deriva es igualmente más grande y viceversa.
La fuerza que liberamos a la hora de pensar es de gran ayuda para los demás si lleva aparejada sentimientos de bien y de ayuda al prójimo. Esta fuerza positiva que muchas veces el médium envía al espacio solicitando ayuda, se convierte en energía y posee innumerables ventajas y beneficios si la intención y el deseo de bien es el sentimiento que la ha provocado.
Así pues, el médium carece de energía, lo que posee es fuerza para orar y fuerza para amar; cuando estas últimas se ponen en movimiento con auténtico deseo fraterno de ayudar al prójimo, ese pensamiento se convierte en energía al llegar al espacio, y allí, es recogido por entidades espirituales de bien que utilizan esa energía para ayudar al destinatario de la petición.
Este es el mecanismo esencial de la oración sentida y realizada, oración de la que hablamos en un artículo anterior, pero que era preciso ampliar su contenido para explicar pormenorizadamente el funcionamiento de esta importante herramienta de trabajo para el médium.
Al igual que ocurre con los pensamientos y sentimientos de bien, ocurre con los sentimientos de odio y negativos. Cuando se utiliza la fuerza humana para desear el mal a otros, esos pensamientos se convierten en una energía en el espacio que atrae entidades de baja condición que pueden potenciarlos y perjudicar sobremanera al destinatario de ese mal pensamiento.
Es por ello que, muchas veces una sola persona pensando negativamente puede perjudicar a muchas si se lo propone, ya que su fuerza de pensamiento se convierte en energía negativa y ésta es aprovechada por otras entidades que utilizan esa energía para perjudicar a muchas personas.
Esto es utilizado por muchas facultades mal orientadas, que dedican su actividad al mal y que por ello tendrán una gravísima responsabilidad el día de mañana; debiendo pagar por ello y responder ante las leyes de Dios por su nefasto comportamiento como médiums.
Así pues, el médium tiene innumerables ventajas si sabe utilizar su facultad convenientemente. Puede progresar enormemente ayudando a otros de forma anónima y altruista, y puede además tener la confianza y la seguridad de que su esfuerzo no es en vano, que redunda en un beneficio inmediato para todos aquellos a los que ayuda.
Es pues necesario distinguir entre fuerza y energía; la primera es propia de los seres encarnados, médiums o no; la segunda es exclusiva de las entidades espirituales y sólo ellos pueden manejarla convenientemente.
Es preciso tener claro este concepto, pues con frecuencia se oye a muchos médiums proclamar que poseen una gran energía para hacer “esto» o “aquello”. Nada más lejos de la realidad; ninguna materia encarnada posee energía espiritual que puedan dominar a voluntad; se posee la voluntad, la fuerza para pensar, sentir y amar y con ello podemos conseguir que nuestros pensamientos se conviertan en energía cuando llegan al espacio y son recogidos por las entidades espirituales de bien.
De aquí se deduce, como indicábamos en el artículo dedicado a la oración, la importancia de la misma como herramienta de trabajo y perfeccionamiento del médium.
Fuerza y energía por: Antonio Lledó Flor
©2016, Amor paz y caridad
“La oración es el acto omnipotente que pone las fuerzas del cielo a disposición de los hombres.” Lacordaire