Cuando comenzamos a atravesar las puertas del conocimiento espiritual y de la experiencia que nos proporciona la doctrina espirita, nos solemos fijar en sus precursores, aquellos que fueron en su momento «punta de lanza», para en los distintos ámbitos de la
doctrina desarrollar su trabajo engrandecedor. Ellos con su trabajo intelectual y su ejemplo nutren y dejan un legado para todos aquellos que buscan nuevas formas de vivir y de entender la vida.
doctrina desarrollar su trabajo engrandecedor. Ellos con su trabajo intelectual y su ejemplo nutren y dejan un legado para todos aquellos que buscan nuevas formas de vivir y de entender la vida.
A veces desde un primer momento y otras con el paso del tiempo dichas figuras se van engrandeciendo y se pueden convertir, bien por el entorno social en el que vivieron, o bien por sus seguidores más incondicionales en mitos que no siempre pueden ser saludables, puesto que se pierde la perspectiva realista de la vida.
Esto no ocurre sólo en el ámbito espiritual sino que ocurre en muchas otras facetas de la vida, como es el arte, el deporte, el cine, etc. A partir de ahí todo lo que tiene que ver con el personaje adquiere un valor inusitado. Aquello que tocó, que poseyó, donde estuvo, donde vivió, hasta sus notas guardadas más insignificantes, etc…….
Nos olvidamos que fueron seres humanos como los demás, se sobre dimensiona todo lo que hicieron producto de viejas herencias religiosas que presentaban a los «iluminados o santos» como tocados por Dios y a partir de ahí todo lo que hacían estaba impregnado de una pureza sin límites. Algo totalmente irreal, exagerado y hasta casi irresponsable, producto de la ignorancia del pasado.
No nos podemos dejar engañar por esas percepciones, a veces interesadas por el mercantilismo que generan. Por tanto, debemos ser objetivos en nuestras apreciaciones y realistas ante la vida, obviamente los distintos niveles evolutivos de cada cual marcan las diferencias, pero de ahí a que nos podamos dejar impregnar por el misticismo y la fantasía que nos aleje de la realidad, existe un trecho importante. Debemos desechar los mitos por todo lo que suponen, falta de objetividad, y por ser unos iconos alejados de la realidad.
Nos olvidamos de sus luchas, de sus fracasos precursores de sus éxitos futuros, de sus necesidades humanas. Rodeados de gentes de todo tipo que les apreciaban y también de aquellos que no les valoraban y hasta incluso los despreciaban dentro de su entorno a veces, más intimo.
Ellos también tuvieron sus dudas, sus luchas internas, sus incomprensiones, sus errores; pero todo eso quedó relegado a un segundo plano ante el éxito parcial o total de su trabajo comprometido ante la sociedad.
Tenemos la posibilidad de tomar ejemplo de ellos, pero con amplitud de miras, observando nuestra realidad actual y de que hemos sido convocados para realizar un trabajo digno a nivel espiritual con nuestros semejantes; primero a nivel interno, depurando nuestro interior de deficiencias para que cuando hayamos alcanzado un mínimo de equilibrio poder estar en disposición de ayudar a otros. Esta es la tarea principal.
Del mismo modo que rechazamos los mitos hemos de rechazar las jerarquías o los “juicios de valor” en los centros espiritas que a veces establecemos consciente o inconscientemente. Hemos de aprender a considerar a todo el mundo. Todos poseemos cualidades más o menos manifiestas, tenemos la obligación de contribuir para que todas aquellas personas que son compañeras nuestras se sientan a gusto con nosotros y debidamente valoradas. Nadie está exento de desequilibrios momentáneos producto de situaciones personales; los denominados comúnmente como «baches”; somos seres en evolución y no siempre estamos con la disposición ni con la suficiente entereza para estar a la altura de las circunstancias. Hemos de usar el colchón reparador de la comprensión, la tolerancia, la dulzura pues todos nos equivocamos y todos merecemos nuevas oportunidades; es lo que nos demandan los Planos Superiores.
Tomemos como referencia el siguiente pasaje del Evangelio:“Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os lo aseguro, el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc. 10, 14-15). El Maestro nos traslada una nueva reflexión profunda cuando nos habla de los niños, con todo lo que ello supone: nobleza, inocencia, y sobre todo, con una mirada limpia, sin prejuicios, con una visión de las cosas como la de ellos, sin creerse más que nadie, sin dobleces ni valoraciones que condicionan comportamientos y actitudes.
Efectivamente, hemos de aprender a recoger el legado heredado de los precursores, pero como inspiración y estímulo para continuar en el trabajo. Hemos de desarrollar una personalidad propia que nos identifique con nuestra época y nuestro entorno actual. Estamos rodeados de personas que nos pueden ayudar y nosotros podemos ayudarles a ellos también, fomentando el ejercicio de la solidaridad entre todos. Ese es el reto, y ese es el compromiso.
Además, esta visión realista de la vida es la que nos puede ayudar a comprender las pautas para hacernos más accesibles y próximos a una sociedad que busca una identidad y un camino real que nos lleve hacia un cambio de rumbo más esperanzador y feliz.
J.M.M.C
© Grupo Villena 2012