En innumerables ocasiones él ser humano se siente abrumado por las circunstancias. Llega a creer que las dificultades y problemas son más fuertes que él y se derrumba, pierde toda ilusión y esperanza.
Cuando a esta situación unimos que, además, se carece de unos ideales espirituales que nos permitan mantener nuestro estado de ánimo alejado de las ideas pesimistas, nos veremos abocados a sumirnos en la apatía y en el más completo de los desánimos.
Si para nosotros no existe nada transcendente más allá de la materia, atribuiremos las desdichas y problemas diarios que nos acontecen al puro azar, y llegaremos a pensar que no existe justicia ni razón de ser para que haya tanta desgracia en el mundo, y de ahí a negar la existencia de Dios sólo hay un paso.
Sin ideales espirituales, nuestra moral y comportamiento se ajustarán a los propios caprichos y buscaremos de la vida, únicamente, la satisfacción de nuestros gustos personales, huyendo de todo aquello que nos suponga cualquier tipo de esfuerzo, o que signifique ayudar altruista y desinteresadamente a los demás.
Hay personas que no necesitan ayudarse de unos conceptos espirituales o transcendentes, su sencillez y cualidades morales se encargan de crearle un bienestar y un comportamiento positivos ante cualquier tipo de dificultad. Actúan con corrección de forma natural, sus sentimientos derrochan altruismo y contagian a tos demás con su alegría y paz interior.
Sin embargo, hay otras que, de un carácter más mental y escéptico, se realizan innumerables preguntas acerca del porqué y para qué de su existencia, y buscan incansablemente respuestas a esas cuestiones que les inquietan. Para ellas, unos razonamientos espirituales sólidos a los que no le falta la base moral, filosófica y científica, sin duda les brindarán un apoyo que calme su sed espiritual y les otorgue unas nuevas perspectivas en su monótona e incomprendida existencia.
Por otra parte, aquellos que se debaten en el dolor en cualquiera de sus manifestaciones. llegan a plantearse el motivo de tanto sufrimiento. y también para ellos pueden existir respuestas esclarecedoras que incentiven su fortaleza espiritual y le ayuden a afrontar cualquier prueba con otro estado de ánimo.
En definitiva, las ideas de índole espiritual pueden ofrecernos un apoyo importante a cada cual, en su caso particular, pues nos abren nuevos horizontes al ofrecernos respuestas a un mar de dudas e incomprensiones, incentivan en nosotros la fe y la esperanza, y comenzamos a ver la vida con mayor amplitud y transcendencia, erradicando el fantasma de la nada después de la muerte.
Por todo ello, la profusión de esa enorme cantidad de ideas espirituales siempre resulta beneficiosa, ahora bien, hemos de saber cuál se adapta más a nuestra forma de pensar y actuar. Debemos analizar el grado de positividad que encierra y hasta qué punto nos permite mejorarnos moralmente y ofrecer una ayuda a los demás, a la sociedad que nos rodea. Una idea es positiva si plantea aspectos que ayuden a hacer mejor al ser humano y sus seguidores la llevan a la práctica en su vida diaria.
REDACCIÓN