LLEGAR A LA SOCIEDAD

0
17

 

    Es interesante observar la evolución del pensamiento humano en general y cómo se desenvuelven las diferentes religiones a través de las épocas, lo difícil que le resulta al ser humano, y sobre todo a las instituciones, cambiar y adaptarse a la nueva
realidad que la sociedad le demanda. Nadie se puede considerar exento de esta problemática.
 
    Un ejemplo a analizar es el Concilio Vaticano II. Fue un acontecimiento religioso a nivel mundial. Actualmente se celebra su aniversario, 50 años han pasado desde que se reunieron en Roma casi 2500 obispos de todo el mundo y durante cerca de 3 años para debatir temas importantes con el objetivo de “adecuar el mensaje de Cristo a la mentalidad de las personas y a las necesidades del momento”.
 
    El Concilio pretendía ser un punto de inflexión. Durante el mismo se trataron muchos temas, el primero fue el de la liturgia y otro muy importante fue el de la relación de la Iglesia con el mundo. Comentan los cronistas que durante todo aquel tiempo se trabajó intensamente, fue un inmenso y laborioso trabajo que dio sus frutos; producto de ello fueron los 16 grandes documentos cuya finalidad eran marcar un cambio de rumbo mas prolífico y fecundo.
 
    En aquellos momentos, hablamos del año 1962, la Iglesia se encontraba en un momento difícil, “se sentía asediada” la sociedad había efectuado profundos cambios, sin embargo “la institución se encontraba a la defensiva” como afirman algunos teólogos. El propio Concilio sirvió para “concienciarse de la necesidad de entrar en diálogo con el mundo”.
 
    Pues bien, cincuenta años después y al hacer balance, los expertos opinan que la distancia entre la Iglesia y la sociedad es todavía mayor porque no se han hecho efectivas las resoluciones que surgieron del Concilio Vaticano II, se lograron algunos avances, pero no como cabía esperar. Dicho de otro modo, la puesta en práctica no se llegó a materializar y dejó por el camino una buena parte del trabajo y las conclusiones a las que se había llegado.
 
    Esta exposición anterior no tiene  intención crítica hacia ninguna religión, son observaciones realizadas por expertos teólogos a  la luz de la historia reciente y su conocimiento del tema. El haber sido expuesto aquí es para hacernos reflexionar sobre los paralelismos que se pueden encontrar entre las diferentes religiones, doctrinas y la evolución del pensamiento humano. No obstante,  lo difícil que resulta su adecuación a las circunstancias que en cada época se viven.
 
    Trasladando el tema al ámbito espirita nos puede ocurrir algo parecido, es decir,  una cosa es la percepción que podemos tener de la realidad desde nuestra óptica espirita, de lo que hemos visto y aprendido, y otra, que puede ser muy diferente, la que percibe el ciudadano de a pie respecto a los problemas sociales y humanos. Si la percepción del espirita no se adecua a las necesidades y a la   realidad exterior se corre el peligro del distanciamiento, fenómeno que si no se reacciona a tiempo puede provocar “rechazo” por parte de la sociedad, ya no sólo por las connotaciones que la palabra espiritismo despierta todavía en la gente, sino también por las impresiones que se pueden llevar la primera vez que visitan los centros espiritas.
 
    Volviendo al principio, es muy interesante y revelador el objetivo primordial que se marcó el Concilio Vaticano II:  “Adecuar el mensaje de Cristo a la mentalidad de las personas y a las necesidades del momento”. ¿Qué mayor objetivo que ese?. ¿Se puede aspirar a algo mayor?.
 
    Desde mi punto de vista ese es el gran reto, el hombre actual se encuentra muy necesitado, no ya tanto de respuestas sino sobre todo de ejemplos que le puedan hacer pensar en cual es el camino más acertado. Hemos de rechazar las imágenes místicas, cerradas, sesgadas, producto de las dinámicas del pasado de lo que es el espiritismo y que pudieran confundir al visitante necesitado. Una mala imagen es la peor publicidad que le podemos dar a la doctrina, y no me refiero a errores puntuales que todos los podemos cometer, sino en cuanto al funcionamiento interno de los centros y su adecuación a las necesidades de hoy en día.
 
    Existe la necesidad imperiosa de abrirnos a la sociedad, actuar con naturalidad, sin artificios ni marcar diferencias. Para ello es necesario también adecuar la mediumnidad como un medio para servir a los demás pero con la discreción que requiere, no como elemento diferenciador con el resto de los mortales.
 
    Potenciar los vínculos de la amistad y la fraternidad, primero entre los miembros del mismo grupo, resolver conflictos, incentivar los buenos sentimientos, luchar individualmente contra el orgullo y el egoísmo como las principales lacras que impiden una mayor sensibilización y comprensión entre todos. Ese es el reto, cuando se es capaz de encauzar dicho trabajo la gente que nos visita, que no es tonta, percibe inmediatamente la sintonía y el clima espiritual en que se vive. Exceptuando aquellos que no van con buenos fines, en cuyo caso, y por ley de afinidad se encuentran extraños y se retiran porque no se sienten cómodos.
 
    Si ese trabajo no se lleva a cabo se corre el riego de perder una gran oportunidad, la gente se puede desviar hacia otros caminos que les puedan satisfacer sus necesidades espirituales. Los que quedan, si no se les escucha, si no se les deja aportar nuevas ideas e impresiones, con el tiempo también pueden  desmotivarse y abandonar un ideal muy atractivo en un primer momento, pero no secundado por los resultados.
 
    Es por ello que este tema merece una reflexión profunda, debemos de articular los mecanismos para primero, libres de prejuicios comprender cual es el camino más acertado para llegar a la sociedad, valorar en nuestro entorno si la experiencia  de trabajo acometida durante los últimos años están dando sus frutos o por el contrario pensamos, producto de nuestro exceso de rigidez, que la culpa es sólo del materialismo y la falta de ideales en la sociedad.
 
    La palabra espirita o espiritismo no ha de ser la tarjeta de visita, no ha de quedar en una simple palabra diferenciadora. La comprensión real del espiritismo nos tiene que llevar como primera consecuencia a la vivencia de la moral de Jesús y es a través de nuestros hechos como hemos de llegar a la sociedad, siendo flexibles,  afrontando la vida con una actitud de comprensión espiritual de la realidad, que es en definitiva, la que debe arrastrar a todos aquellos necesitados de ejemplos y respuestas.
J.M.M.C.
 
© Grupo Villena  2012
Publicidad solidaria gratuita