ENDIOSAMIENTO Y VANIDAD

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  En el conjunto de los errores que los médiums pueden cometer ya sea por desconocimiento dé las leyes espirituales, o por otras circuns­tancias menos atenuantes, quizás el peor de todos ellos sea el incurrir en estos defectos morales como son el endiosamiento y la vanidad.

  Esta es una cuestión que podemos ver confirmada por todos los grandes maestros espirituales que han bajado en misión de ayuda a la tierra, puesto que su ejemplo no ha sido otro que el comportarse en todo momento dentro de una pauta de sencillez y de humildad, lo cual es sinónimo de grandeza y su alto nivel de evolución: «si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor», «el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado», enseñanzas como éstas y hechos como la ocasión en que Jesús lava los pies a sus discípulos dan a entender rotundamente, que en la humildad de no creerse superior a los demás y en la puesta en práctica de los principios morales con sencillez fraterna y con caridad, es donde podemos iden­tificar a los grandes espíritus que han pasado por la tierra.

Cuanto más elevado está un espíritu en la escala evolutiva más humilde se muestra hacia los demás, tiene mayor capacidad de adaptarse al nivel de los que están a su alrededor y encuentra la forma de ayudarles en su progreso sin causar menosprecio ni humillación nunca, al contrario se gana la confianza de todos y se hace querido por todos.

Mientras tanto, cuanto menos sea la evolución de un espíritu y esté afectado por esta imperfección como es la vanidad, puede incurrir fácilmente, si posee una facultad mediumnica, en el error de creerse superior a los demás, hasta llegar a endiosarse con la misma creyendo que es él quien realiza las curaciones, o que en las comunicaciones que recibe no pueden haber engaños de entidades de baja condición, etc., es decir, se cree tan grande y tan perfecto que muchos médiums llegan a creerse que son seres elegidos por Dios para la misión que están haciendo, que nadie más podría hacerla, y llega hasta tal punto este endiosamiento que ni siquiera los protectores pue­den hacerles ver el engaño en el que se encuen­tran, dominados como están por el bajo astral que es desde donde les incentivan sus defectos y les llevan a creerse superiores a todos los demás.

Para ejercer bien una facultad mediumnica lo primero que ha de comprender el médium és que él es sencillamente un transmisor entre el mundo espiritual y el terrenal, un canal que ha de estar limpio, sin intereses personales de ningún tipo para que estos no puedan interferir en el intercambio mediumnico. Si el médium comprende que es solo como un aparato y que ha de estar en las debidas condiciones para que puedan servirse de él, no tendrá problemas de vanidad. Ahora, si el médium quiere destacar entre los demás, si busca fama, prestigio, en definitiva, si en lugar de trabajar por su perfección moral busca el afán de protagonismo y gusta que reconozcan lo que él hace, estaré actuando lejos del ejemplo de humildad que los grandes maestros nos han enseñado, olvidando que es sólo un instrumento para el mundo espiritual.

  Como hemos señalado al principio, estos defectos: vanidad y endiosamiento, son junto al fanatismo los que peores consecuencias pueden acarrearle a los médiums porque por Ley de Vibración y Afinidad contactan con las entidades engañosas del astral inferior, entidades inteli­gentes que harán todo cuanto esté en sus manos para impedir que estos médiums puedan cumplir con sus misión y dar un paso importante en su evolución.
  A veces, los médiums se encuentran en este lamentable estado de engaño y confusión, ensimis­mados y endiosados con sus facultades, en muchas ocasiones estas facultades están en manos de ese bajo astral, que no hace otra cosa que halagarlos, «ensalzarlos», dándoles la clase de comunicaciones que a ellos les «complacen», deciéndoles que todo lo hacen bien, que no necesitan del estudio, y de este modo les mantienen en la más basta igno­rancia, sin posibilidad prácticamente de aperci­birse del error que están cometiendo porque ellos son los primeros que no les interesa reconocerlo.

  En definitiva, una existencia actuando bajo el amparo de entidades engañosas deja tras de sí un sinfín de desaciertos, una labor sin realizar, una estela de confusión hacia los demás: en una palabra una existencia sumamente deudora, porque cuanto más alto se sube uno a sí mismo, más tiene después que bajarse y rectificar todo cuanto hizo mal.

F.H.H.

 

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