LA MEDIUMNIDAD EN LOS ANIMALES

0
266
La mediumnidad en los animales

La mediumnidad en los animales

El tema de la mediumnidad en los animales todavía hoy día causa una cierta controversia, producida por la confusión que existe sobre la relación espiritual, si así queremos llamarlo, entre los animales y el hombre.

Hemos de partir del hecho de que los espíritus, para que se pueda producir un fenómeno mediúmnico, necesitan actuar sobre el periespíritu del médium, tomando de su cerebro los elementos precisos para dar forma a aquello que nos quieren transmitir.

Alguien podrá argumentar que algunos animales demuestran unas aptitudes fuera de lo común, que son capaces de comprender cosas imposibles para otros animales o incluso, en casos excepcionales, al de su propia especie. Sin embargo, aunque pudieran estar muy adiestrados, es evidente que comprenden pero nunca reproducen el pensamiento humano.

La ley de afinidad juega un papel capital, por cuanto el semejante atrae al semejante. Los periespíritus de los humanos, al poseer una naturaleza idéntica, permiten que puedan interactuar mutuamente, algo imposible con los animales. Por tanto, no poseen ninguna aptitud para mezclarse, fusionarse con el soplo divino, el espíritu humano en sí.

A este respecto, encontramos importantes aclaraciones respecto a este tema y a su evolución en la propia codificación espírita.

En la pregunta número 597 del Libro de los Espíritus, al preguntar si el alma de los animales es similar a la del hombre, responden: «Es también un alma, si así lo queréis. Ello depende del sentido que se dé a esta palabra. Pero es inferior a la del hombre. Hay entre el alma de los irracionales y la humana tanta distancia como la que existe entre el alma del hombre y Dios».

Aquí entramos en una cuestión de la imperfección del lenguaje, producto de nuestro estado evolutivo actual. No pueden existir palabras precisas sobre cuestiones que ignoramos o no conocemos en profundidad; ese es el motivo por el cual nos dicen: “Es también un alma, si así lo queréis…” Sin embargo, marca una distancia descomunal entre el alma del hombre con la de los animales.

Además, encontramos en el capítulo XXII, 236, del Libro de los Médiums, la siguiente aclaración de Erasto: «Los hombres siempre tienen propen­sión a exagerarlo todo; unos, no hablo ahora de los materialistas, niegan un alma a los animales y otros se la atribu­yen, por decirlo así, semejante a la nues­tra. ¡Por qué querer confundir de este modo lo perfectible con lo imperfectible…!

En la número 593 del Libro de los Espíritus, al preguntar si los animales solo obran por instinto, Kardec comenta, tras la respuesta espiritual, lo siguiente: «Si algunos de entre ellos son susceptibles de cierta educación, su desarrollo intelectual confinado en todos los casos dentro de estrechos límites, se debe a la acción del hombre sobre una naturaleza flexible, porque no hay ningún progreso que realicen por sí mismos. Pero ese adelanto será efímero y meramente individual, por cuanto el animal librado a sus propios recursos no tarda en volver a colocarse dentro de los lindes trazados por la Naturaleza».

Hemos de incidir sobre ciertos puntos que son importantes; uno de ellos es la dificultad en el lenguaje, como expresábamos anteriormente, así como el estado evolutivo y material del hombre. Mientras poseamos materia física, es muy difícil por no decir imposible entender ciertas cosas; el mundo espiritual está cansado de repetirlo. Esta circunstancia les obliga a realizar un gran esfuerzo para aproximarnos a la comprensión de la vida en el plano espiritual y su relación con el nuestro. Su generosidad y amor altruista es total, sin embargo, para ayudarnos a comprender, han de recurrir a similitudes, alegorías, ejemplos o aproximaciones que tan solo nos permiten tener una ligera idea sobre ciertas cosas, pero sin poder llegar a la esencia de las mismas; otras muchas están todavía totalmente vetadas al hombre. El error está en la literalidad, es decir, en tomar al pie de la letra muchas de las explicaciones que se nos ofrecen sin un análisis y reflexión profundos, sin darle el enfoque o el sentido adecuado, conscientes de los límites que poseemos.

De ahí que se nos hable del entorpecimiento que supone el fanatismo, o el orgullo y la vanidad, en la búsqueda de la verdad. Pensar que tenemos inteligencia y capacidad para todo y que no puede haber nada que se nos resista, es motivo suficiente para caer en la trampa ilusoria de nuestras imperfecciones que desembocan en el error. Esta circunstancia provoca el rechazo de los espíritus superiores, inspirando a otros que son más humildes y no perdiendo el tiempo tratando de esclarecer a quienes se atribuyen mucha importancia.

En la pregunta 613 del mismo Libro de los Espíritus, Kardec hace la siguiente reflexión: «En cuanto a las misteriosas relacio­nes que existen entre el hombre y los animales, es ese -repetimos- el secreto de Dios, como otras muchas cosas cuyo conocimiento actual no interesa en modo alguno para nuestro adelanto, y sobre las cuales sería inútil insistir».

En la revista espírita de marzo de 1858, nº 3, nos encontramos con un interesante artículo que habla con amplitud de la vida en el planeta Júpiter. En aquel nos habla del alto grado de perfección de su humanidad, si lo comparamos con la Tierra, cumpliendo allí los animales unas funciones que serían impensables en nuestro mundo. Con el título: Júpiter y algunos otros mundos, a propósito de la constitución física de los espíritus que lo habitan, Kardec aclara: “Los animales no están excluidos de este estado progresivo (comparado con la Tierra), sin por ello aproximarse al del hombre…” “El hombre es para ellos una divinidad”.

Y respecto a los animales y sus funciones en aquel planeta, Kardec afirma: “Son espíritus consagrados a la animalidad, quizá durante mucho tiempo, quizá para siempre, ya que no todos los espíritus están de acuerdo sobre este punto, y la solución del problema parece pertenecer a los mundos más elevados que Júpiter; pero cualquiera que sea su futuro, no hay que equivocarse sobre su pasado”.

Resulta significativo que, considerando según ellos el planeta Júpiter como uno de los más adelantados de nuestro sistema solar, nos diga Allan Kardec que: “… la solución del problema parece pertenecer a los mundos más elevados que Júpiter…”

Y concluye: “Así, de cualquier lado que se lo mire, la armonía del Universo se resume siempre en una sola ley: el progreso por todas partes y para todos, para el animal como para la planta, para la planta como para el mineral…”

En conclusión, esta es una de las cuestiones de la que no merece la pena dedicarle demasiado tiempo. No obstante, de lo que no podemos dudar es de que la mediumnidad es un fenómeno imposible en los animales. Las percepciones que puedan poseer pertenecen a sus sentidos, en algunos casos más agudos que los del hombre, pero sin atribuirles propiedades o facultades que no poseen. Dios les ha dotado cualidades de sociabilidad para aquellos que acompañan al hombre, pero nada más.

Algún día se descorrerán los velos que ocultan muchas verdades. Mientras tanto, Dios nos dota de la suficiente inteligencia, claridad y conocimiento para desarrollar aquello que nos resulta más urgente para nuestro progreso espiritual, empezando por aquello que más nos cuesta a todos, y es el desarrollo del amor incondicional y el perdón en todas sus facetas. Ese es el gran reto, el escalón principal a subir en estos momentos cruciales en la humanidad.

 

La mediumnidad en los animales por:     José Manuel Meseguer

© Amor, Paz y Caridad, 2018

Publicidad solidaria gratuita