Como vamos entendiendo cada vez mejor, nuestros actos diarios, están condicionados por diversos factores, tanto materiales como también espirituales. No sólo nos puede influir aquello que nos entra por los sentidos, sino que también estamos expuestos a las influencias del plano espiritual. ¿Por qué? Muy sencillo, los seres humanos compartimos el espacio con todos aquellos seres que vibran en nuestra misma condición. No estamos solos, muy al contrario estamos rodeados por infinidad de aspectos que aunque no vemos si nos podemos ver influenciados sin siquiera darnos cuenta.
Al igual que somos creadores y transmisores de pensamientos y sentimientos, que se convierten en acciones, somos también receptores de pensamientos y sentimientos que se pueden transmutar del mismo modo en acciones.
Esto no significa que seamos marionetas expuestas por completo por aquellos seres que ya no están aquí, que ya partieron al mundo espiritual, pero sí que podemos atraer por sintonía y afinidad a todos aquellos que aún no han encontrado su sitio, que se sienten imantados y atraídos en gran medida por el plano material y no quieren marchar hacia el plano que por evolución les corresponde, para seguir progresando. Aquí es donde juega una parte fundamental el control y grado de equilibrio espiritual que hayamos alcanzado.
Los espíritus, una vez despojados de su envoltura corporal, siguen siendo iguales que eran en la tierra, la muerte no nos transforma. Lo que nos transforma es el conocimiento y la conciencia que vamos tomando día a día, y el esfuerzo que realizamos para transmutar las debilidades y defectos por fortaleza y valores.
Los espíritus que han adquirido un grado de conciencia y evolución, enseguida comprenden cual es el objeto de venir a la tierra, y una vez cumplida la existencia terrenal admiten que han de abandonar la esfera terrestre, ir hacia su nueva morada en el espacio, y seguir su ascensión espiritual. Cada cual según sus méritos y el grado de perfección adquirido va a un plano u otro, al que le corresponda.
Pero los que se hallan muy materializados, llenos de egoísmo y otras imperfecciones morales, quedan imantados, a la corteza terrestre, a los lugares y espacios en los que se sienten más o menos cómodos por sus gustos y apetitos materiales, por sus vicios y tendencias sociales.
Aparte de esto, buscan personas «afines» a las que puedan dominar fácilmente para servirse de ellas, a través de su influencia por medio de los sentimientos y pensamientos. Los que son fumadores, buscarán a aquellos que gusten de ese hábito, pues así ellos en parte encuentran una mínima satisfacción inhalando del éter que emanan los fumadores, así ocurre con los que gustan del alcohol, o de cualquier otro vicio o hábito. El caso es no sentirse solos, buscar el amparo de los encarnados para seguir aferrándose al plano material e insistir en sus vicios, y pasiones materiales.
Igualmente, los hay que buscan cualquier forma de perjudicar a todos aquellos con los que no simpatizaban, y lo que es peor, buscan saciar su sed de odio y venganza con aquellos que consideran que les causaron algún mal, del tipo que sea, o creen que les perjudicaron en la vida en la tierra, o hacia los que han sentido envidia, a los que consideran sus enemigos, etc. El caso es que todos estos espíritus muy poco evolucionados, en el aspecto moral, que no han adquirido la capacidad de comprender y perdonar, desean tomarse la justicia por su cuenta, se ven en ventaja al estar desencarnados y harán todo lo que esté en su mano para hacer todo el daño que puedan a las materias que, desprovistas de conocimiento espiritual, de autocontrol y de equilibrio personal, vayan sin la debida precaución y protección en la tierra.
Para entender este tipo de situaciones y de relaciones que se pueden establecer entre encarnados y desencarnados, hemos de saber y conocer que existe una ley universal que es la ley de vibración, o ley de afinidad, que es la que rige todos estos fenómenos que estamos mencionando, y que tiene una lógica y una sabiduría excepcional, como todo lo creado por Dios.
A esta ley no podemos escapar, ni los encarnados ni los desencarnados. Al igual que en la tierra nos asociamos y nos reunimos por gustos y aficiones, en el espacio ocurre igual, cada uno está en el lugar que le corresponde por su grado de evolución. Y por la propia afinidad sintonizamos con aquellos que vibran en nuestra misma sintonía.
A esto se debe en muchos casos la gran dificultad que entraña para muchas personas que han caído en alguno de los vicios y pasiones terrenales, poder liberarse y rehabilitarse, ya que tienen que luchar, por un lado, contra esa debilidad y enfermedad que han contraído, y al mismo tiempo con esos enemigos ocultos que con todas sus fuerzas nos estimulan, con su poder mental a no dejar dichos hábitos, impidiendo que razonemos y que escuchemos los buenos consejos que por parte de familiares, amigos e incluso de los propios médicos nos dan por nuestro bien y nos marcan las pautas y tratamientos a seguir, pero que desde ese otro lado, sin que seamos conscientes nos hacen menospreciar y desoír dichos consejos.
En estos casos es necesario un trabajo de desobsesión bien coordinado y efectuado por aquellos grupos que cuenten con la preparación y la fuerza necesaria.
Todo esto nos lleva a comprender que, una vez más, nuestro libre albedrío se puede ver aminorado y muy entorpecido por infinidad de factores que ni siquiera vemos y de los que no somos conscientes. Ser libre consiste en romper muchas cadenas. No se puede ser libre si estamos atados a infinidad de vicios, pasiones, malos hábitos e imperfecciones morales, empezando por el egoísmo y el materialismo.
Precisamente, muchas personas que adolecen de la libertad para pensar y actuar, con autocontrol y conscientes de la repercusión de sus actos, se acogen al derecho a la libertad, para hacer lo que quieren, lo que les dé la gana, como suele decirse, sin darse cuenta de que no son nada libres, sino esclavos de sí mismos, y presas de su inconsciencia e irresponsabilidad.
Es por ello que hemos de prestar mucha atención, estar alerta de los pensamientos y sentimientos que albergamos en nuestro interior, y de los que a su vez recibimos, somos antenas, estamos emitiendo y recibiendo, y lamentablemente, los espíritus que rondan nuestro espacio común, son inteligentes, juegan con la ventaja de que no los vemos, y si somos débiles y no tenemos firmes propósitos de progreso y trabajo en pos de nuestra mejora moral, podemos ser presa fácil para ellos.
Por contra si sabemos rechazarlos, y usamos nuestra fuerza de voluntad, se cansaran y buscarán a otros con los que tengan más «sintonía» y puedan ir poco apoco minando su voluntad y su personalidad.
Nos creemos libres y estamos sometidos al imperio de nuestros sentidos, y lo que es peor de las imperfecciones y defectos morales contraídos, permitimos inconscientemente que espíritus de un nivel inferior exploten dichos defectos, nos abandonamos a nosotros mismos, olvidamos el programa con el que hemos venido a la tierra y desperdiciamos una oportunidad tan importante como lo es el haber podido tener una materia y disponer de infinidad de experiencias positivas.
No nos confundamos, esforcémonos por comprender y mejorarnos, por poco que sea, pero no demos pasos atrás, atraigamos la ayuda de los espíritus superiores, para que nos inspiren, nos fortalezcan, y nos contagien su deseos de amar y de progresar. Tenemos las dos opciones, ¿cual escogemos?.
Fermín Hernández Hernández
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