Iniciamos este mes una nueva sección. Se trata de un tema capital, básico, para poder entender mínimamente los mecanismos de la vida. Los entresijos de las circunstancias que nos afectan y envuelven. El porqué de los acontecimientos personales y sus causas.
La reencarnación es la piedra angular, el elemento básico que nos puede ayudar a entender, valorar mejor las vicisitudes de la vida. Desarrollar certezas inaplazables a través de la comprensión y el raciocinio respecto a la Justicia Divina, la inexistencia del azar o la suerte; la ley del amor actuando en cada momento, y por supuesto, la gran ley de la evolución que conspira en beneficio de todos, aunque no estemos en condiciones de entenderla plenamente.
Efectivamente, a lo largo de los próximos meses analizaremos de una forma sencilla los diferentes ángulos que envuelven a este apasionante tema.
Creencia milenaria sostenida a lo largo de los siglos en casi todo el mundo, pero maltratada interesadamente en Occidente, rechazada por un poder temporal que la consideraba como una amenaza a sus intereses y privilegios. Envueltas dichas autoridades, en ciertos momentos cruciales de la historia, en un materialismo e ignorancia que les impedía comprender las bondades y ventajas de la misma. Desvirtuando y empequeñeciendo los conceptos básicos espirituales, imprescindibles para poder armonizar y dar sentido a la vida pasada, presente y futura. Ahogando las voces sabias que intentaban explicar y debatir para esclarecimiento general del sufrido pueblo.
De ese modo, la creencia en una sola existencia física fue alimentada y sostenida, formando parte del acervo religioso y cultural de la sociedad occidental durante siglos, hasta nuestros días. Sin embargo, la luz no puede permanecer oculta indefinidamente, la fuerza de los acontecimientos, la evolución espiritual, intelectual, etc., nos empuja inevitablemente hacia una mayor comprensión de las cosas. Los dogmas tienden a desaparecer, y algún día formarán parte de la historia gris de la ignorancia y las supersticiones humanas. O dicho de otro modo, no se puede vivir de espaldas a una realidad avalada por los hechos y a un sentido lógico. La vida con su riqueza, con su exuberancia nos invita permanentemente al crecimiento, con una paciencia infinita nos repite las experiencias no asimiladas, nos ofrece generosa los recursos para crecer, ver dónde antes no veíamos, recordando las palabras del insuperable Maestro: «Quien tenga oídos para oír, que oiga; quien tenga ojos para ver, que vea».
Sin la reencarnación la vida se convierte en un enorme puzzle sin sentido. En ese caso, la existencia, al carecer de un sentido profundo deja al descubierto las enormes carencias, las inconsistencias de una única vida, pasando a un desconsuelo, a una desesperanza, incluso a un sentimiento de culpa por las desgracias que viven muchas personas sin existir un origen en esta vida. Entonces es cuando puede aparecer con más fuerza el sentimiento de rebeldía, la idea de una injusticia. Al no comprender ni encontrar la causa de las desdichas, buscamos culpables. No somos capaces de relacionar causa y efecto, al carecer de una visión mayor. En estos casos, la aceptación de las vicisitudes y la resignación se complican. No obstante, aquellos que son más sensibles y se muestran receptivos pueden escuchar esa voz interior, muy sabia que sostiene y estimula.
Al mismo tiempo, vivimos una época convulsa, una crisis profunda cuyo origen se localiza en la falta de una moral, de una ética que presida las relaciones personales y entre los pueblos. La falta de rumbo, carencia de respeto por la libertad de los demás, la promoción de las actitudes individualistas, la exaltación de la inteligencia despreciando el corazón, entre otras cosas, está dejando al descubierto las enormes carencias humanas y su necesidad de corrección. Paralelamente existe, sin embargo, un movimiento nada ruidoso, personas de conciencia que está trabajando en las diferentes áreas por mejorar a la sociedad; con su ejemplo discreto pero visible están ayudando en la transformación del mundo. Algo inevitable por mucho en que se empeñen los materialistas o los fanáticos inmovilistas.
Por todo ello, ahora más que nunca, necesitamos buscar el estímulo de unas convicciones bien alimentadas por la razón y por sentimientos nobles. Decimos convicciones porque son más poderosas que las creencias. A una fe que pueda mirar de frente a la razón en cualquier época o circunstancia. Que confía y espera en la consecución de unos resultados, pese a las dificultades, y aunque todavía no se puedan ver. Los forjadores, en una palabra de un destino mejor para si mismos y para los demás.
Por otro lado, la reencarnación posee un aval muy importante, y es el de la ciencia con sus pesquisas cada vez más amplias. No exenta de dificultades, más bien consecuencia de los fuertes prejuicios, que niegan sin comprobar, y rechazan a priori sin investigar seriamente. Cada vez son más los investigadores actuales que se unen a los prestigiosos científicos de antaño, y que se encuentran con una realidad que llama a la puerta insistentemente. Herramientas terapéuticas como la hipnosis, retrotrayendo al paciente a situaciones vividas en otras vidas; los innumerables casos de recuerdos espontáneos de existencias pasadas por parte de, sobre todo, niños de diferentes puntos de nuestro planeta, independientemente de sus creencias religiosas. Algunos trastornos obsesivos cuya causa procede del pasado; fobias, manías patológicas, déjà vu (lo antes visto), y un largo etcétera, que nos amplía el fecundo campo de investigación de esta temática crucial.
Por tanto, la reencarnación, como iremos viendo desde diferentes perspectivas, nos ayuda a comprender y sobre todo, a ser mejores puesto que nos hace responsables directos de nuestros actos. Con las leyes universales que actúan alrededor de la misma, nos dota de una mayor conciencia del porqué y para que estamos aquí.
Además, su conocimiento profundo nos aleja de las interpretaciones erróneas que la desvirtúan, como es el caso de la metempsicosis, es decir, la creencia en la reencarnación pero en animales. Nada más lejos de la realidad. El espíritu humano jamás involuciona, no existe castigo de tal naturaleza. El hombre es siempre hombre y el animal siempre animal.
En definitiva, un tema, el de la reencarnación, fundamental. Mereciendo el análisis y la consideración de todos aquellos buscadores de la verdad, que no se detienen ante los prejuicios y los preconceptos. Quienes no se conforman con lo establecido, no se dejan arrastrar por las corrientes imperantes y tienen el coraje de pensar por sí mismos.
Concluiremos con una reflexión del eminente filósofo alemán del siglo XIX; Arthur Schopenhauer, decía así: «Si un asiático me pidiese una definición de Europa, me vería obligado a decirle lo siguiente: —es aquella parte del mundo en la cual prevalece la increíble falacia de que el hombre fue creado de la nada y que su nacimiento actual constituye su primera entrada en la vida».
José M. Meseguer
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