HONRARAS A TU PADRE Y A TU MADRE

0
158
Fotografía de Bill Gracey

Honraras a tu padre y a tu madre todos sabemos lo que quiere decir esto, sin embargo parece que en la sociedad actual, al menos para una gran parte de la misma, esta cuestión ha pasado de ser importante, ya que en muchos casos dejamos a nuestros padres internados en centros geriátricos, o asilos, dejando que sean «los profesionales» quienes se encarguen de ellos y se ocupen de su salud. Todo ello con el pretexto de que van a estar mucho mejor atendidos y no les va a faltar de nada.

 Es la excusa perfecta para tener o pretender tranquilizar a nuestra conciencia, pensando que lo que hacemos es lo mejor para ellos, puesto que nosotros no los podemos atender y que allí, van a estar mucho mejor.

 Reflexionemos por un momento, ¿es eso lo que querríamos para nosotros? O preferiríamos estar en nuestra casa, atendidos por los nuestros, por los seres queridos, hijos, nietos, nuestra familia en definitiva, por la que hemos hecho todo lo posible y lo imposible, por su bienestar, su educación?

 Acaso no nos gustaría  esto más que estar rodeados de desconocidos, seres extraños, que por mucho que quieran, la razón de estar ahí, es para ganarse un sueldo.

 Como sustituir el cariño, el sentimiento, el amor de los nuestros, por muy profesionales que sean los que se ocupen de nosotros, ¿acaso somos muebles viejos, inservibles, a los que nos hace falta una mano de pintura, una reparación y un taller en el que terminar nuestros días?

 No, el amor de los hijos, de la familia en general, es insustituible. El cariño que los mayores necesitan se asemeja al que necesitamos cuando niños, y eso no se puede sustituir por ninguna academia de puericultura.

 Hablar del amor con mayúsculas, de los valores que se necesitan para poder ejercerlo y del progreso espiritual, es sin duda hablar del amor y la dedicación que les debemos a nuestros padres, en particular y de los mayores en general. Pero para eso, hacen falta dos cosas, la primera; haber recibido ese ejemplo de los propios padres, y la segunda; estar dotados de los valores morales que nos capacitan para ser conscientes de lo mucho que nos pueden llegar a necesitar nuestros padres. Y de lo mucho que necesitamos nosotros de volcarnos hacia ellos para mostrar el grado de sensibilidad, el afecto y el grado de educación y conducta adquiridlos.

 Qué podemos darles a nuestros padres en esa fase de su vida si no es paz y amor, en forma de entrega, de respeto y de ofrecimiento en todo aquello que puedan necesitar. Quizás ellos no nos lo pidan, porque quieren seguir valiéndose por sí mismos hasta el final, pero nosotros tenemos que estar ahí, con todo el cariño, la comprensión, y la buena actitud y disposición.

 Que satisfacción no será esta para ellos, poder ver y apreciar que sus hijos no los olvidan, que sus nietos sienten por ellos el amor y la gratitud hacia los mayores, y en especial hacia los seres gracias a los cuales se perpetúan los lazos familiares, y que todo cuanto puedan necesitar ni siquiera han de pedirlo, porque los suyos están al tanto de sus necesidades.  Esto es algo que no se puede pagar, sólo se paga con amor, como decía Amalia Domingo Soler: «Amor con amor se paga”.

 No deberían haber mayores sin asistencia por parte de los hijos y del resto de la familia, es una de las cosas que debemos considerar sagradas, algo por lo que hemos de ser capaces de renunciar a lo que haga falta, y de hacer el esfuerzo necesario para que no tengan que recurrir a otro medio.

 Está bien que existan centros geriátricos y lugares especializados para atender las necesidades de los ancianos, pero siempre y cuando resulte del todo imposible atenderles de primera mano por los familiares, en ello va la dignidad de ellos, y el desarrollo de nuestro corazón en nosotros, que es sin duda uno de los mayores retos que tenemos ante la vida y ante Dios.

 Nuestros padres se merecen que les devolvamos todo cuanto ellos hicieron por nosotros. Sólo por el hecho de habernos dado la vida, es motivo suficiente para honrarles y respetarles; como dice la  Ley por encima de todo. Podemos tener muchas responsabilidades, la de atender y estar al lado de nuestros padres, sin duda es una de las mayores que podamos tener.

 Pueden haber casos en los que nuestros padres no se portaron lo suficientemente bien con nosotros, eso es algo que podamos alegar, y que quizás, según el dicho, deberíamos actuar devolviendo con la misma moneda; nada más lejos de la realidad.  Es entonces cuando debemos demostrar lo que hemos aprendido, elevándonos por encima del egoísmo y de las cuestiones  particulares. Además de que, no sabemos realmente por qué no nos supieron ofrecer de niños todo aquello que necesitábamos.

 La vida es evolución, es dar sin pedir nada a cambio, y mientras estemos encarnados desconocemos muchos de los motivos, por los cuales pasamos una serie de experiencias, no siempre de nuestro gusto.

 Pero esto no es motivo para dejarlos de lado, sino para echar una semilla en esos corazones y dejar que la ley de Amor obre en ellos la transformación cara a las nuevas existencias.

 No hay nada mejor que una familia unida, y esta es quizás, una de las asignaturas pendientes que tenemos en general; sobre todo, en las civilizaciones occidentales. No queremos compromisos, no queremos obligaciones y este hecho nos hace distanciarnos y establecer barreras, incluso ante los miembros de una misma familia, mientras que debería ser todo lo contrario.

 La satisfacción que podemos ofrecer a nuestros progenitores, al poder comprobar que los miembros de su familia se mantienen unidos, afianzando a lo largo de sus vidas ese vínculo familiar, y prestándose mutua ayuda, cariño y confianza, es uno de los dos mayores logros que podemos alcanzar en una existencia. Sabemos que en muchas ocasiones venimos unidos por los lazos de la carne para limar y superar viejas rencillas y deudas del pasado, es por eso que en muchas ocasiones, cuando vuelven a salir las tendencias de otrora, volvemos a recaer en los mismos errores.

 Es entonces cuando debemos hacer un esfuerzo, atendiendo a la ley y al elevado mandamiento de honrar al padre y a la madre, haciendo extensivo este mandato a todos los miembros de la familia.

 Solo retribuir el amor recibido por nuestros padres, desde que somos engendrados hasta que alcanzamos la madurez, es un símbolo de agradecimiento que es de obligado cumplimiento para un espíritu medianamente evolucionado. Y sin esta gratitud ampliamente merecida por ellos deberemos dar cuenta el día de mañana; tal como ellos darán cuenta ante la ley de Dios por cómo nos educaron y nos prepararon para el camino de la vida.

 No nos demoremos en hacer realidad esta cuestión, quizás a nuestros padres les quede poco tiempo de estar entre nosotros físicamente, y quizás tengamos cosas pendientes y todo nuestro amor por ofrecer.

Honraras a tu padre y a tu madre por:  Fermín Hernández Hernández.

©2015, Amor, paz y caridad

Publicidad solidaria gratuita