Higiene Mental
Esta es la definición que hace la O.M.S de la salud: “Un estado de completo bienestar físico, mental y social y no la simple ausencia de enfermedades o afecciones”.
Este bienestar está asociado al hecho de ser felices, tener ganas de vivir, sentirnos dichosos por el sólo hecho de existir y de concebir que somos seres espirituales en un proceso de evolución sin fin. Somos, en definitiva, seres inacabados por lo mucho que nos queda por comprender, alcanzar, realizar y completarnos como obra hecha a imagen y semejanza de un Creador que nos ha dotado de infinidad de cualidades que están por explotar.
Con frecuencia nos damos cuenta de que los resultados de nuestros actos no nos llevan hacia ningún lugar positivo, pero volvemos a reincidir en ellos una y otra vez. Somos nosotros mismos los que, de esa forma, renunciamos a la felicidad que queremos, no somos capaces de cambiar nuestra rutina y superar los obstáculos que nos impiden estar cada día más armonizados y equilibrados.
Mens sana in corpore sano, a lo que ahora debemos integrar también el concepto de espíritu. Somos de naturaleza corporal, psíquica-mental y espiritual, y esta trilogía de nuestra personalidad es indivisible (mientras estamos encarnados). Estos tres aspectos conforman nuestra personalidad, están muy íntimamente relacionados, por lo que uno afecta al otro y viceversa. Nuestra misión como árbitros y jueces de nuestro destino es lograr esa perfecta comunión y sintonía, de modo que gocemos de un estado de salud pleno, tanto físico como mental y espiritual, sin los cuales no podremos llevar a cabo muchas de las empresas y labores que quisiéramos realizar. La falta de salud, no cabe duda, es un hándicap que merma nuestras posibilidades y limita nuestras pretensiones, por lo cual hemos de ser ecuánimes y procurar estar, en la medida de lo posible, lo más sanos y equilibrados a fin de poder ser lo más útiles para nuestro progreso individual y como partes de una sociedad a la que nos debemos.
Los beneficios se notan con facilidad; si tenemos un cuerpo sano, esto se refleja en que tenemos una mejor aptitud y nos predisponemos con mayores energías para emprender cualquier realización, y si hemos alcanzado un equilibrio y salud emocional y psíquica dominaremos nuestros pensamientos y sentimientos, seremos capaces de doblegar los instintos propios de la naturaleza inferior, cual herencia recibida de un pasado milenario que todavía arrastra pasiones e instintos de naturaleza animal. Lograremos así anteponer a otras cuestiones los buenos sentimientos y el deseo de realizar buenas obras. Nuestro espíritu, que en definitiva comanda como conciencia que «es» todos estos procesos, se sentirá satisfecho, dichoso y adquirirá cada día más fuerza y más energía para continuar en su marcha ascendente de crecimiento y asimilación de experiencias.
Debemos cuidar la alimentación, rechazar el ser sedentarios mediante la practica de alguna actividad deportiva, realizar paseos, disfrutar de los ambientes sanos que la naturaleza nos brinda, filtrar nuestras emociones, pensamientos y sentimientos a la luz de nuestros principios espirituales, conocimientos y sentido común. Debemos ser coherentes y saber establecer preferencias para emplear el tiempo libre y todas y cuantas actividades contribuyan en beneficio de nuestra higiene total, como una realidad cuerpo-mente-espíritu que somos.
La vida no es un camino de rosas, conlleva también sus espinas. En esta andadura de mejora y construcción de nosotros mismos, debemos saber afrontar los conflictos, los impedimentos y todos aquellos obstáculos y vicisitudes que nos puedan asaltar; de esta forma, nos vamos fortaleciendo mentalmente, creyendo cada día un poquito mas en nuestras posibilidades. Esta es la forma de adquirir el equilibrio mente-espíritu, ambos se complementan y crecen juntos. Superar las pruebas, no escondernos ante los problemas y asumir nuestra responsabilidad suponen un aspecto importante en nuestra higiene mental, y nos van capacitando para afrontar cada día mayores empresas con mas posibilidades de éxito.
Hombres de poca fe, les decía el Maestro a sus discípulos, ofreciéndoles una sagrada lección de sabiduría espiritual; esta fe no es cosa de creer por creer, sino que viene como recompensa de un trabajo bien hecho, continuado y basado en la convicción de que con energía, convencimiento y deseos de progreso y mejora, todo se puede ir alcanzando, máxime cuando la ley de evolución sólo pone en nuestro camino aquellas experiencias y pruebas que están a nuestro alcance realizar.
Sin embargo, como hasta ahora hemos mantenido la creencia de que sólo tenemos una vida y que fuera de este mundo material no hay nada más, le hemos dado preferencia total a nuestro organismo; al cuerpo le brindamos todo tipo de cuidados, terapias, masajes, gimnasio, descanso, entretenimiento, etc. Prácticamente nos hemos olvidado de cuidar nuestra alma, es decir, aquella parte de nuestro yo real que son la mente y el espíritu, como estamos diciendo en este breve artículo. De ahí que, cuando nos queremos dar cuenta, muchas personas han perdido su salud mental y con ello comprometen su personalidad, pues sin una mente sana el cuerpo decae también y deja de funcionar correctamente, el sistema nervioso se descompensa y los órganos se deterioran en la misma medida que perdemos el norte de quienes somos y hacia donde nos dirigimos.
Solamente hay verdadera vida donde la actividad del cuerpo y del espíritu mantienen una viva reciprocidad, en perfecto orden. Froebel. Pedagogo alemán.
Es preciso recomponer esto, y de hecho, desde hace unas pocas décadas han surgido diferentes corrientes dentro del terreno de la psicología y la psiquiatría en las que ya no se observa a la persona como un conjunto de huesos y nervios comandados por un cerebro, sino que ya caen en la cuenta de que somos algo más, mejor dicho, mucho más. Es necesario mover los músculos de la mente, recurrir a esa voz de la conciencia que es la guía que no falla nunca; hacer uso de la intuición, de la voluntad; dejar salir la esencia de nuestro espíritu, que es pura reflexión, es la emancipación de los grandes valores que alberga nuestro ser interno. Es necesario poner a trabajar nuestra mente, que tiene un poder ilimitado para indagar, para investigar aquello que desconocemos, para ir en busca de lo verdadero, de pensar y creer en sí misma. El poder de nuestra mente, cuando la ponemos en marcha, obra prodigios, pero debemos expresar y sacar afuera lo autentico de nuestro yo superior. Vayamos en pos de la felicidad a través de una búsqueda sincera de nuestra realidad, emprendamos la aventura de ser nosotros mismos, volemos alto y vayamos en búsqueda del amor y de la sabiduría que mora en nuestro interior.
Tenemos que abrirnos al mundo. ¿Por qué? Porque estamos aquí, estamos para ser y sentir, sentirnos libres, protagonistas, descubrir lo que valemos, y eso lo descubrimos cada día por lo que somos capaces de hacer, tanto por los demás como por nosotros mismos, porque cuando hacemos algo por los demás, lo hacemos también por nosotros mismos, por la vida, por todos. Tenemos que vivir la vida plenamente, esa es la salud mental; una buena higiene mental no puede alcanzarse si no nos damos a los demás. Al estar abiertos a la sociedad, al hacer obras de bien recibimos, en contrapartida, una lluvia de luz y de energías espirituales que vivifican nuestro yo real y nos mantienen unidos a ese todo que es el universo.
La vida es el bien más preciado que tenemos, y es nuestra obligación vivirla plenamente. En la misma medida que nos damos a los demás recibimos luz y fuerza espiritual, que son los nutrientes de los que se alimenta el yo superior que somos. Para alcanzar esa porción de felicidad que nos merecemos es imprescindible que dos demos a los demás y que vaciemos nuestro yo de todas las dádivas que contiene en su interior. La salud no es sólo el bienestar físico, sino además la sensación de sentirnos libres, mentalmente despiertos, con aspiraciones de crecer y comprender cada día un poco mejor el mundo que nos rodea; es la ausencia de sufrimiento y de los trastornos que vienen como consecuencia de llevar una vida desordenada, falta de realizaciones altruistas, dominada por el egoísmo, la envidia, la pereza y los deseos insanos que enturbian nuestra conciencia.
Debemos rechazar cuantas nubes negras quieran aparecer en nuestra vida, el pesimismo, la baja autoestima, la negación, el sentimiento de culpa, la depresión, los pensamientos ruines y de baja naturaleza; todo aquello que redunda en que nos mantengamos quietos, desestructurados, aislados, pensando que no podemos aportar nada a la sociedad, todo eso hay que rechazarlo con energía, pues ello significa que hemos perdido el sentido de la vida, de nuestra estancia aquí en la Tierra, y lo debemos recuperar; es el objetivo primero, sin el cual nuestra salud está quebrada y nuestro paso por la existencia habrá sido una gran pérdida de tiempo. Este es el mayor pecado que podemos cometer, no realizarnos, no crecer, no progresar después de tantas oportunidades que la vida nos brinda.
«Camina el hombre siempre entre precipicios, y quiera o no, su más auténtica obligación es guardar el equilibrio». Ortega y Gasset. Filósofo español.
No echemos la culpa a nadie, al sistema, a la sociedad en conjunto, porque eso es lo más fácil. No nos justifiquemos y afrontemos nuestra realidad, no atentemos contra nuestra salud e higiene mental, no eludamos la responsabilidad que como espíritus tenemos y abordemos la mayor aventura de la vida, ¡reconocer lo que somos poniendo el rumbo hacia la construcción de nuestro carácter y personalidad!
Higiene mental por: Fermín Hernández Hernández
© Amor, Paz y Caridad, 2019