Todos queremos ser felices, eso está claro. Todos queremos ser agradables con nuestros seres cercanos, amigos, familiares, incluso con los desconocidos.
Cuando estamos dentro de un camino espiritual sabemos que ello conlleva renuncia, sacrificio, solidaridad, compartir, amistad, responsabilidad y concretamente compromiso, porque si no nos comprometemos con firmeza y decisión a realizar aquello que sostenemos como ideal, serán escasas nuestras realizaciones.
Venimos a este mundo para engrandecernos, venimos a transcender hacia una conciencia superior y a superar las ideologías de lo inmediato. Pero qué ocurre, que solemos ir ciegos; incluso teniendo conocimientos espirituales, solemos ir ciegos a la hora de tomar decisiones importantes. En infinidad de ocasiones las experiencias y las circunstancias del día a día nos sobrepasan, y no nos detenemos a pensar las cosas dos veces antes de reaccionar. Reaccionamos automáticamente, por instinto, por inercia, porque todavía nos domina la parcela del yo primitivo que nos impide comprendernos a nosotros mimos como parte de un todo, y muchas veces damos una respuesta precipitada, y a su vez equivocada, ante un hecho que, con calma y serenidad podríamos tomar de manera positiva como una prueba de nuestras capacidades y reflejos.
En el fondo, todos nosotros queremos mejorar, adelantar en lo que es nuestro proceso de educación y desarrollo de los valores que en germen llevamos dentro; pero ahí están las pruebas, los acontecimientos del día a día, con sus contrariedades, sus puntos de vista y las muchas formas en las que se pueden hacer las cosas.
Todos nosotros podemos pecar de estar muy seguros de que lo que hacemos, lo que pensamos, lo que sentimos, está bien y es lo correcto. ¿Quién nos puede demostrar lo contrario? ¿Quién puede venir a contradecirnos? ¿Quién puede venir a abrirnos los ojos y hacer ver que estamos equivocados? ¿O que se pueden hacer las cosas de otra manera más eficaz?
La manera en que podemos enfocar las críticas de los demás, o su manera de pensar, es muy importante. A menudo se nos puede llamar la atención sobre alguna cuestión; sin embargo, las mas de las veces prestamos poca atención, cuando no sentirnos molestos o revelarnos. No obstante, de ello puede depender que tomemos algunas decisiones que pueden sernos muy relevantes de cara al futuro, y que pueden ayudarnos mucho en el devenir de nuestra existencia a fin de que tengamos menos tropiezos.
Tomar los consejos que se nos ofrecen con humildad es una buena actitud; significa amplitud de miras y predisposición para aprender, buena voluntad para reflexionar y analizar aquello que se nos quiere dar a entender. Podemos aceptar los consejos, u otras formas de ver las cosas diferentes a como nosotros las entendemos, como una manera de compartir y de mejorar, tanto de forma individual como en conjunto. Es algo por lo que siempre deberíamos mostrarnos agradecidos, aunque ello no signifique siempre que tengamos que asumir que estamos equivocados.
Aceptando esta posibilidad estaremos predispuestos a recibir criticas, a asumirlas como medio de enseñanza, para pasarlas por el tamiz de nuestra razón y aceptarlas como algo bueno para nosotros. Siempre hay diferentes alternativas que se pueden escoger, y debemos también asumir que, en muchas ocasiones, los que ven desde fuera ven mucho mejor el escenario que aquellos que están dentro del mismo y cuya visión está más limitada y centrada en ciertos matices, por lo que no ven el conjunto igual que los que están afuera.
«Las personalidades marcadamente cerradas sobre sí mismas no se realizan, sino que se entumecen y marchitan». (Hubert Henz, pedagogo).
O, a diferencia de la postura anterior, podemos reaccionar con rebeldía, molestándonos, viendo como un intruso a todo aquel que se acerca para hacernos ver algo sobre un punto determinado. Podemos considerarnos superiores, con más capacidad, con más conocimientos sobre el asunto, etc. Son muchas las formas en que, si no tenemos aperturismo de ideas y no nos abrimos a poder conocer otras pautas y planteamientos, podemos vernos perjudicados, ya que no tenemos la puerta abierta del aprendizaje. Estar encerrado en uno mismo limita mucho incluso la libertad de acción, ya que no somos capaces de entrever ningún otro modo de actuar más que el que podemos percibir con nuestra limitada visión.
Es mucho lo que se puede aprender del otro. Es mucho lo que nos puede enseñar el otro, siempre y cuando tengamos el deseo de progreso, la humildad necesaria para admitir que no somos superiores a los demás y la voluntad para dar un giro en nuestras vidas en aquello que las personas que nos quieren y nos conocen bien nos pueden advertir. Pensemos que las personas que comparten nuestras vidas nos conocen mucho mejor de lo que creemos, y es mucho lo que nos pueden transmitir de muchos modos. Podemos estar educándonos constantemente y aprendiendo sin cesar si nos fijamos en los demás, si valoramos lo bueno que cada uno lleva dentro, porque hasta el ser que consideremos mas desafortunado y desagraciado pos puede enseñar algo.
El orgullo y la soberbia son malos compañeros de viaje, y lamentablemente ocupan una buena parte de nuestro carácter y personalidad. Esas imperfecciones, junto a otras, nos hacen reaccionar negativamente, menospreciando sin darnos cuenta los valores e ideas acertadas que pueden tener los «otros»; nos hacen mantenernos a la defensiva, creamos una muralla entre nosotros y el resto, y es muy difícil que de esta manera adelantemos en nuestro progreso espiritual. Cuando chocamos muchas veces en el mismo muro es por alguna razón. Cuando nos tachan de tercos y de testarudos, pensemos en el porqué.
Fácilmente se confunde el afán de perfeccionismo con la torpeza y la terquedad que aún no hemos detectado en nosotros. No somos capaces de estar con los brazos, la mente y el corazón abiertos, nos creemos maestros en lo nuestro, nos creamos nuestra parcela y nos mantenemos cerrados al mundo exterior. Esto es un gran error, especialmente en las sociedades avanzadas en las que el diálogo, la cooperación, la colaboración, el dinamismo, la búsqueda por mejorar, perder el miedo a los cambios necesarios, y la apertura hacia el otro, serán la base de una nueva humanidad, abierta y dispuesta a ayudarse mutuamente y a derribar las fronteras y las barreras que nos aíslan y dividen nuestro mundo.
«Es urgente fomentar el diálogo capaz de producir actitudes favorables en la búsqueda de un interés común». (J.A. López Herrerías).
Si es muy importante tener criterios propios como norma fundamental en nuestra vida, para no dejarnos llevar por los vientos que mueven a la sociedad, igual de importante es saber escuchar, dejar que nos tiendan la mano y tomar en cuenta consejos o simples opiniones que podamos recibir. Si no somos capaces de hacer esto, tendríamos que replantearnos muchas cosas si queremos de verdad educarnos espiritualmente y mejorar en aquellos valores por los que hemos venido en esta existencia a desarrollar.
Los espíritus, cuanto más adelantados están, más unidos se sienten a todos aquellos que vibran en su misma condición, y tienen los mismos deseos de progreso y adelanto; y sobre todo, deseos de realizar, porque aquel que no hace nada y está simplemente como mero observador allá donde va, poco interesado está realmente en progresar.
No basta con auto-criticarse uno a sí mismo, porque no vemos el todo, vemos solo una parte, y es muy fácil además justificar nuestras acciones y reacciones; es preciso también saber aceptar las críticas, no tomar los consejos y opiniones como algo personal sino para nuestro beneficio y mejora.
Quien bien te quiere te hará llorar. Viejo refrán español.
Aceptar las críticas por: Fermín Hernández
© Amor, Paz y Caridad, 2019